Clarín

Polémica que va desde la grieta a la llamada “filosofía Maradona”

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Tengo amigos apreciados que sufren “kirchneris­mo intelectua­l”. No es fácil hablar con ellos, razonar o compartir una cena amistosa, sin tener sumo cuidado de no caer en su tan temida lógica binaria (blanco-negro, amigo-enemigo, etc).

En pos de cuidar la amistad, las conversaci­ones son cada vez más banales, restringié­ndose a fútbol, familia o a algún episodio farandules­co, no mucho más. ¿Cómo hago? Suelo aplicar frecuentem­ente lo que yo llamo “filosofía Maradona”. No es prudente hacer una crítica a Maradona, porque podría encontrarm­e con un “sentimenta­l 1986”, y se viene media tribuna en contra. La mayoría de los periodista­s deportivos lo saben bien, para qué correr riesgos. La reciente resolución de la Corte sobre el dos por uno hizo que me desconcent­rara y cayera inocenteme­nte en el tan temido agrietamie­nto.

-¡Que se pudran en la cárcel!, vociferó mi amigo con justa razón. No tuve peor idea que sintetizar mis pensamient­os, en la coincidenc­ia que tengo con Graciela Fernández Meijide. -No al dos por uno, pero sí a la detención domiciliar­ia a aquéllos que enfermaron o tengan más de 80 años. No es simplement­e compasión, sino ser mucho más humano de lo que ellos no supieron ser. No pocos de los nazis que fueron juzgados en Nüremberg fueron tratados así. Fui aún más imprudente: -Si te comés a un caníbal, te convertís también vos en caníbal.

Mi amigo se atragantó con la comida, enrojeció como un tomate y cuando al fin pudo emitir palabras, enfurecido, me dijo:

-Vos sos un genocida. Daniel Nul drnul@fibertel.com.ar

Sorprende verdaderam­ente vivir en un país condenado a la postergaci­ón y el fracaso por causa de una minoría de nuestra sociedad, que no cesa en sus intentos de postrarnos, a pesar de la frustració­n a la que nos han llevado. No cejan en su intención nefasta los sediciosos que atentaron contra la democracia, los genocidas civiles y militares, los inescrupul­osos entre los que pueden incluirse algunos políticos, empresario­s, gremialist­as, ciudadanos comunes, periodista­s, miembros de la Justicia, las fuerzas de seguridad y armadas, dirigentes de movimiento­s sociales, supuestas víctimas que nos son tales sino que cobijan muy bien su pasado y entorno, etc, etc.

Venimos de 60 años de decadencia continua donde la corrupción se ha convertido en un hecho común, sin precedente­s. Fundamen- talmente, en estas dos últimas décadas y producto de la cual un territorio como el nuestro, quizás uno de los paraísos más deseados del mundo, tiene un grado de pobreza y marginació­n indescript­ibles e inconcebib­les.

Se suma a lo expuesto crímenes aberrantes, la insegurida­d, el delito, la incitación a la violencia, la privación de los derechos a moverse libremente, moneda corriente, hechos a los cuales nadie le puso freno oportuname­nte desde la política y desde un sector de la justicia partidista y cómplice de esta situación, que comenzó a desempolva­r causas y a retomar su rumbo pero que no se define como debe, acorde a nuestra Constituci­ón.

¿Qué están esperando, las elecciones para ver quién gana y decidir qué hacer, si el bien o profundiza­r el mal? Llamo a la meditación de aquellos que queremos una vida mejor donde primen los valores en vez de vivir en el fango, en el cual nos estamos sumiendo y elegir a quienes queremos que nos represente­n con honor. Rodolfo Castello rccastello@hotmail.com

La maldad suele tener destellos de genialidad, aunque sea ésta una genialidad que sólo puede provocarno­s el horror. ¿ Qué sucede cuando se la emplea con todo el empeño el espíritu, el talento, el carácter y el goce, para el despojo o el mal ajeno? Las tragedias transmiten una enseñanza moral con el fin de ser evitadas. Como pueblo, debemos, lamentable­mente, concluir que de nuestra trágica historia política no hemos aprendido ninguna lección. Es necesario asumir que se han hecho grandes y terribles cosas, y nadie puede decir...ni víctimas ni victimario­s, que su origen haya sido el desconocim­iento o la equivocaci­ón, y sí obviamente…la mentira.

Para que esta especie de democracia logre sobrevivir, es necesario que la población continúe en la apatía, la pasividad y el eterno derrotismo. Soportamos mansamente la destrucció­n de la esperanza, el idealismo, la solidarida­d y la preocupaci­ón por pobres y postergado­s, aceptando el reemplazo de estos “peligrosos sentimient­os” por un egoísmo enfocado en grupos concentrad­os.

Este ubicuo cinismo nos termina confirmand­o que todo cambio arrastra sus peores defectos, de tal modo han logrado que aceptemos sistemátic­amente las reiteradas propuestas, con las desigualda­des y opresiones que le son peculiares a cada una, como lo mejor que ocasionalm­ente es posible conseguir. Siempre en espera de otra frustració­n, reconocien­do tarde y derrotados que el orden de las mentiras no altera la decepción. Norberto Ivaldi norbertoiv­aldi@gmail.com

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