El fantasma de la confusión
Cual institutrices, las películas de terror nos están prohibiendo todo: No
respires, Nunca digas su nombre, y ahora lo que no debemos hacer es tocar dos veces a la puerta de esa casona abandonada al lado de la autopista. Caso contrario, el espíritu de su antigua moradora, una vieja de origen ruso llamada Mary Aminov, nos perseguirá para llevarnos al infra- mundo. ¿Y qué hace esta parejita de adolescentes que conoce la leyenda? Sin motivo aparente, va y llama a la puerta. Dos veces.
Efectivamente, un fantasma ma- ligno -muy parecido al de La llama
da, pero seco- aparecerá e intentará atraparlos. Pero Chloe, la joven atormentada, huye a refugiarse en la mansión de su mamá. Y aquí enfrenta otro conflicto, porque esa madre que ahora es millonaria la abandonó cuando Chloe era chica, y ahora quiere recuperar el vínculo con su hija. Pero entre las dos hay desconfianza mutua: la hija recela de la madre por aquel abandono, y ni la madre ni nadie le cree a la joven lo del fantasma.
Ya tenemos casona tétrica, mansión alejada de todo, monstruo suelto por ahí, rubiecita asustada: tenemos película de terror. O algo así, porque aquí ni los clichés funcionan como deberían. La trama se va enrevesando con elementos forza- dos, que complican y entorpecen el desarrollo. Hay un intento de explicación (el oscuro pasado de Mary Aminov, los orígenes míticos -bajados de Internet- de la entidad maléfica) tan torpe que nada encaja y no termina de quedar claro qué demonios, justamente, están acechando a esa chica.
Hay un par de personajes secundarios que cobran un protagonismo inexplicable y, a fin de cuentas, tampoco se entiende qué tiene que ver la conflictiva relación madre-hija con el resto de la historia. Conclusión: a río revuelto, pérdida de terror. Mientras tratamos de descifrar el intríngulis y le buscamos cierta lógica a lo que está pasando, nos olvidamos de lo fundamental: sentir miedo.