La seguridad presidencial, una inquietud que desafió al Gobierno
“Por suerte ya está arreglada la seguridad del Presidente”. En la frase de Patricia Bullrich hubo alivio. En parte por el tono y otro tanto por el marco en el que fue pronunciada. Al cabo, a la ministra de Seguridad sólo se le había consultado por la fecha de arribo de la nueva camioneta blindada. Pero la novedad de que las cuatro camionetas en las que desde hace unos días se desplaza Mauricio Macri tienen protección especial cierra al menos una arista de preocupación, luego de meses de amenazas. Aunque el último hecho no involucró al Presidente, la soltura con la que en plena madrugada del 21 de junio un formoseño de 41 años se abrió paso con su auto por el portón de la Casa Rosada y llegó hasta el ingreso de Balcarce 50 volvió a dejar al descubierto la fragilidad de la seguridad, a pesar de que, inmediatamente, el Gobierno dispuso cambios y desplazó a los oficiales a cargo de controlar los accesos. El video que muestra a los efectivos atónitos ante la situación fue contundente y descriptivo.
Pero ese fue un episodio más de una saga que comenzó ni bien asumió Macri, con los escraches que improvisaron agrupaciones kirchneristas. Y recrudeció en agosto pasado, cuando tras un acto en Mar del Plata, el auto en el que viajaba el Presidente fue atacado a piedrazos por un grupo de manifestantes, en el barrio Belisario Roldán. Los detalles que se conocieron luego desnudaron aún más la vulnerabilidad de los controles: fue un menor de edad quien logró sortear los controles y lanzó un piedrazo que impactó en la puerta del acompañante del vehículo.
En diciembre, en la localidad neuquina de Villa Traful, el Presidente no tuvo tanta suerte. Un grupo de gremialistas de ATE arrojó piedras a la camioneta de la municipalidad en la que viajaba, que terminó con un vidrio trasero roto. Esa vez, el mandatario no ayudó: había pedido desviarse del camino para ir a comprar alfajores para su hija.
Ante cada hecho se reavivó la grieta en torno a la custodia: en el Ministerio de Seguridad cuestionaron el accionar de la Casa Militar y objetaron que la seguridad presidencial esté a su cargo, bajo mando militar.
Ahora, aunque se mantienen, esas diferencias se fueron atenuando. “Se está trabajando mejor, de manera
más coordinada”, admiten puertas adentro del Gobierno. Y apuntan que el Presidente también está haciendo su parte: dicen que si bien quiere mantener el contacto con la gente se muestra más receptivo a los consejos de sus custodios.