Los casos de abuso sexual, una espina en el corazón de la Iglesia
Grave problema. La denuncia contra el español Luis Ladaria Ferrer es el último episodio conocido. El jueves fue acusado George Pell, número tres del Vaticano.
El Papa Francisco ha puesto en marcha una política de “tolerancia cero” contra la pedofilia.
Las continuas denuncias contra sacerdotes y altos cargos vaticanos por casos de abusos sexuales contra menores es una de las lacras que más empaña la imagen de la Iglesia católica. Tanto el pontífice emérito Benedicto XVI y su sucesor, el papa Francisco, han declarado la guerra abierta contra este flagelo a través de mecanismos de “tolerancia cero”. Pero las revelaciones de nuevos casos es un goteo que no cesa de ocurrir.
El episodio revelado ayer por el diario italiano La Repubblica y la revista L’Espresso es el último capítulo de la historia. En este caso, afecta al “ministro” del Papa Luis Ladaria Ferrer, el arzobispo jesuita español titular de la Congregación de la Doctrina de la Fe (el ex Santa Oficio), a quien se le reprocha no haber denunciado ante la justicia civil a un sacerdote que la propia Iglesia había condenado por abusos sexuales contra una decena de menores.
La nueva revelación llega horas después de que se conociera otra, que también golpeó de cerca al pontífice argentino ya que toca al número tres del Vaticano, el cardenal australiano George Pell. El jueves pasado, Pell -el virtual “ministro” de Economía de la Santa Sede- anunció que regresaba a su país para defenderse de acusaciones por abusos sexuales tras haber sido convocado por la justicia de Australia.
Pell había sido acusado desde 2002 por presuntos hechos de larga data, pero fue declarado inocente posteriormente. En 2014 fue llamado a Roma por Francisco para ofrecerle dirigir una amplia e inédita obra de reformas económicas en el Vaticano, que podría sacudir los cimientos de la institución. Su involucramiento en un caso de pederastia en Australia parece haber dejado en evidencia una designación imprudente del Papa, convertida en una bomba de efecto retardado.
En el caso de Pell, el Pontífice decidió dejar que la justicia australiana siguiera su curso, sin exigirle una renuncia. Mientras tanto, el cardenal tiene prohibido asistir a actos litúrgicos públicos. Y, al terminar el man- dato de Pell al cabo de cinco años, es probable que el prelado australiano, de 76 años, no vuelva al Vaticano.
En 2015, monseñor Keith O’Brien, ex arzobispo de Edimburgo, renunció a sus derechos cardenalicios tras haber sido objeto de denuncias por “actos inapropiados” menos graves.
Esta semana, el papa Francisco redujo al estatuto de laico a Don Mauro Inzoli, un sacerdote italiano condenado por pedofilia y apodado “don Mercedes” por la prensa italiana por sus gustos lujosos. En un principio, Francisco se había mostrado más clemente con Inzoli.
El Papa argentino creó en particular en 2014 la “Comisión pontificia para la protección de los menores”, con la finalidad de cambiar la ley de silencio de la Iglesia respecto a los sacerdotes pedófilos y plantear propuestas para la prevención. Pero esta iniciativa se vio enturbiada por las crí- ticas virulentas, a comienzos de marzo pasado, de la irlandesa Marie Collins, de 70 años de edad, víctima ella misma a los a los 13 de abusos sexuales perpetrados por un sacerdote e integrante de la Comisión creada por Bergoglio. Collins denunció una “vergonzosa” falta de cooperación por parte de altas instancias del Vaticano, que desobedecían indicaciones del Papa. Luego, Collins renunció. En esa época, la Congregación para la Doctrina de la Fe estaba dirigida por el antecesor de Ladaria Ferrer, el cardenal alemán Gerhard Müller.
Francisco recomendó a los obispos que hubieran protegido a pedófilos que renunciasen. Después de que el film “Spotlight”, sobre los casos de sacerdotes pedófilos de Boston, recibiera el Oscar a la mejor película en 2015, la pedofilia es una incómoda espina clavada en el Vaticano, subrayan numerosos vaticanistas.