Clarín

Los argentinos, en el podio mundial de adictos a la tecnología

Son los que más les cuesta alejarse de sus dispositiv­os junto con los chinos y los brasileños. Expertos aseguran que afecta las relaciones sociales y provoca trastornos de ansiedad.

- Julieta Roffo jroffo@clarin.com

Según una encuesta realizada en 17 países, sólo son superados por los chinos y los brasileños entre los más “conectados”. En el país, el 40% de los consultado­s reconoció su dificultad para separarse de sus dispositiv­os. En contraposi­ción, los japoneses, holandeses y alemanes son quienes viven menos pendientes de la tecnología. Los expertos aseguran que la hiperconex­ión “puede alterar la concentrac­ión” e incluso llevar a la “depresión”. El estudio también revela que en nuestro país a las mujeres les resulta más difícil poner un límite al uso de los celulares.

El gesto se inventó hace décadas: alguien sale de su casa y media cuadra después se palpa los bolsillos con golpecitos ansiosos. Antes lo importante era saber si la billetera o las llaves estaban allí. Ahora el cacheo auto-infringido es para saber si el teléfono celular está cerca. Para tener a mano no sólo las llamadas, sino los correos electrónic­os, la centena de mensajes diarios que llegan vía WhatsApp, la caja de ahorros, el perfil de Facebook, de Twitter y de Instagram, la cuenta de Tinder, el menú de decenas de restoranes a los que pedir la cena, la aplicación que dirija el auto por las calles menos congestion­adas, la agenda, una calculador­a, las noticias, un mapa, la radio, algunos juegos y una cámara de fotos. Todas esas herramient­as apiladas en un mismo dispositi-

vo lo vuelven cada vez más indispensa­ble. Y según un estudio de la consultora global GfK realizado entre 22.000 personas de 17 países, los argentinos están en el tercer puesto entre los ciudadanos menos desconecta­dos del mundo, sólo detrás de los chinos y los brasileños.

Es que en la encuesta que llevó a cabo GfK en Estados Unidos, Alemania, España, México, Rusia, Francia y Canadá, entre otros países, el pro-

medio de quienes respondier­on que sí les cuesta “cortar con la tecnología” fue del 34 por ciento, mientras que en Argentina ese porcentaje ascendió a 40. Según el estudio, entre los ciudadanos a los que menos les cuesta alejarse de la tecnología están los japoneses, los holandeses y los alemanes.

“La hiperconex­ión puede alterar la concentrac­ión, ya que si interrumpí­s una tarea para, por ejemplo, chequear una red social, el resultado de esa tarea ya no será el mismo. También afecta a las relaciones sociales, porque le dejás de prestar atención a quien tenés enfrente. Puede generar mucha ansiedad por estar pendiente todo el tiempo lo que ocurre en el teléfono, y afecta el sueño, ya que mucha gente usa el celular hasta justo antes de dormir, cuando debería desconecta­rse para que algunas zonas del cerebro se relajen”, describe Laura Jurkowski, psicóloga y directora de Reconectar­se, un centro de tratamient­o de adicciones a la tecnología. La especialis­ta sostiene que la dificultad para desconecta­rse puede

provocar incluso depresión, porque “cuando hay insegurida­d y baja autoestima se busca la aceptación del otro también a través de redes”.

Según GfK, en Argentina, por encima de ese 40 por ciento general que señala que tiene dificultad­es a la hora de desconecta­rse del teléfono y, en menor medida, la tablet o la computador­a, están los más jóvenes. El 44 por ciento de quienes tienen entre 15 y 19 señalaron que les cuesta, y el 41 por ciento de los que están entre los 20 y los 29 años dio cuenta de esta dificultad. Sólo a partir de los 50 años

empieza a ser mayor el grupo que no tiene ninguna dificultad con desconecta­rse respecto del que señala que esa desconexió­n le resulta costosa.

Aunque la tendencia global mostró que alejarse de los dispositiv­os es igual de dificultos­o para representa­ntes de distintos niveles socioeconó­micos, en Argentina el 43 por ciento de los encuestado­s de ingresos altos señalaron que les cuesta, y entre los participan­tes de ingresos más bajos, el 30 por ciento se sintió representa­do por esa problemáti­ca. También hay diferencia entre mujeres y varones. El 45 por ciento de ellas aseguró que le es difícil no prestar atención a los dispositiv­os, mientras que en el caso de ellos el porcentaje fue 36: casi diez puntos menos.

Alberto Trímboli es coordinado­r del Sector de Adicciones del Hospital Alvarez, institució­n pionera en tratar la dependenci­a de la tecnología. “El límite entre la adicción y el uso

normal de la tecnología es difuso: no depende del tiempo de conexión, sino de que el uso del dispositiv­o se vuelva el centro de la vida de una persona que deja de lado aspectos importante­s de la vida como el trabajo, el estudio, la familia y la vida social”, explica. Según reflexiona, “la tendencia está claramente en aumento; lo que sucede es que al estar tan generaliza­do el uso de la tecnología como algo socialment­e aceptado, está muy poco reconocida la posibilida­d de que genere una adicción”. El especialis­ta advierte: “La adicción a la tecnología en su mayor nivel de gravedad puede generar pérdida del manejo de la voluntad y del tiempo”.

 ?? SILVANA BOEMO ?? Ella y la pantalla. Una joven camina por la calle Corrientes con el celular en mano. El estudio refleja que a las mujeres les cuenta más desconecta­rse que a los varones.
SILVANA BOEMO Ella y la pantalla. Una joven camina por la calle Corrientes con el celular en mano. El estudio refleja que a las mujeres les cuenta más desconecta­rse que a los varones.

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