El Tiro Federal ya tiene nuevo destino en Núñez
Tras la polémica, se mudará junto al Parque de los Niños.
Christian Nuñez, un atlético ingeniero de 35 años y ojos grises, dirigía a los votantes de la mesa número 7 del centro electoral de la plaza Los Palos Grandes, en un distrito típico de la clase media, como si estuviera dirigiendo unos autos para que no se comieran la luz roja del semáforo. De su cuello colgaba un carnet que lo identificaba como uno de los 20.000 voluntarios acreditados para ayudar en la organización de los centros de votación de la consulta popular, convocada por la opositora Mesa de la Unidad Democrática.
“Hay mucha gente en la cola pero hay fluidez, la gente está muy animada”, comentaba Nuñez. “Esta consulta es la única medida que tenemos para desconocer la dictadura de Maduro”, comentó a Clarín.
Al fondo de la plaza bajo un toldo azul cuadrado estaba Mima Marmoto, miembro del centro electoral, poniendo en orden los materiales de la mesa. Tomó el micrófono para anunciar que eran las 9,30 de la mañana y a esa hora habían votado 2.148 personas. Mima temía colapsar y que no le alcanzara el material para tanta demanda de electores. “Estamos trasladando a otros centros menos congestionados para dar oportunidad a todos”. Si a la mitad de la jornada se terminaban los cuadernos y las papeletas, entonces tenía que pedir los cotillones de urgencia adicionales.
Pero el dato significativo del día no fue solo la amplia asistencia opositora a los centros de votación. Resultó un elemento sustantivo el hecho de que aún en los bastiones chavistas haya ido muchísima gente a votar. Concurrir, simplemente, significó ayer expresar su rechazo al gobierno de Nicolás Maduro. En en este caso, el estómago vacío, la inseguridad y las promesas inclumplidas los alejó del chavismo.
En el barrio humilde de Catia, bastión del oficialismo en el oeste de Caracas -donde una mujer murió baleada durante la consulta-, cientos de personas aguantaban hasta tres horas bajo un fuerte sol para rechazar la Asamblea Constituyente que convocó Maduro. “Necesito salir de este gobierno. Los apoyé, trabajo en una empresa del Estado, pero ahorita en mi casa no tengo leche para mi niña. Cada día comemos menos. Solo una vez a la semana puedo comprar carne”, dijo Mayra. “Catia, presente, no quiere Constituyente”, gritaban los manifestantes, que se echaban agua en la cara para aliviar el calor.
En La Candelaria, en el centro de la capital venezolana y otra antigua fortaleza chavista, la fila de opositores abarcaba varias manzanas. “Estoy aquí porque anoche no cené. Yo solo almuerzo, mijo, el dinero no alcanza. Y soy chavista, soy barrendero en la Marina (componente de la Fuerza Armada) y no me importa que me boten (despidan). Maduro se tiene que ir”, comentó Inocente Vivas, de 63 años. Una barrera de militares los separaba de cientos de oficialistas que a pocos metros participaron en un simulacro electoral para la Constituyente, organizado por las autoridades. Un individuo que circulaba en una motocicleta les gritó: “Ustedes no ganan una elección. Yo era chavista, pero ya la plata no alcanza ni para comprar una tripa”, dijo en alusión a un neumático de su vehículo.
Solo unos pocos chavistas reconocidos, ahora en el sector disidente, participaron en el plebiscito de ayer. Entre ellos, estaba el diputado Germán Ferrer, esposo de la fiscal general, Luisa Ortega, veterana chavista que rompió con Nicolás Maduro. “La demostración que vemos es contundente. El pueblo tiene una necesidad de cambio. El presidente debería tomarlo en cuenta. Seguir con la Constituyente sería desastroso, agudizará los problemas”, concluyó Ferrer, resumiendo el sentir general.