Clarín

Macri, Vidal y el regreso del macrismo keynesiano

- Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

La película ya tiene título. Es el regreso del macrismo keynesiano. La saga había tenido su primer capítulo el 19 de julio de 2015. Aquella noche, como borrachos asustados, la plana mayor del PRO (con Mauricio Macri a la cabeza) decidió agregarle una dosis de populismo a la campaña electoral. Es que acababan de ganarle la elección a jefe de gobierno porteño a Martín Lousteau pero por menos de tres puntos. El hombre que iba a convertirs­e en presidente en cuatro meses mantuvo una reunión de emergencia al borde del escenario. Allí estaban, expectante­s, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Marcos Peña. Gente flexible, disciplina­da y de decisio

nes rápidas. Mientras inflaban los últimos globos amarillos y se encendía la música de celebració­n, retocaron el discurso para el último tramo de la campaña presidenci­al. Macri habló apenas unos minutos y prometió que jamás iba a privatizar Aerolíneas Argentinas ni tampoco YPF. Y que no iba a tocar la Asignación Universal por Hijo. Todo sucedió como una ráfaga. Sonaron los primeros compases de Tan Biónica y el jolgorio de la victoria camufló el cambio de estrategia.

Algo parecido está pasando en estos días. Las promesas de bajar el déficit fiscal. La de reducir los impuestos. La de terminar rápido con los subsidios. Todo está muy bien pero no sirve para ganar elecciones. Y sobre todo un comicio peleado como el bonaerense, nada menos que contra Cristina Kirchner y contra Sergio Massa. Por eso, la muchachada inspirada filosófica­mente por Jaime Durán Barba desempolvó el manual

peronista que viene de los tiempos del General y utilizaron tanto Carlos Menem como Eduardo Duhalde, y después Néstor y Cristina. El derrame de fondos estatales so- bre los sectores más desprotegi­dos de la pirámide para incentivar el consumo y el ahorro. Y, si se puede, las dos cuestiones a la vez. La primera señal la dio María Eugenia. Sa

cudió la piñata del Banco Provincia y apuró un descuento del 50% en los supermerca­dos para quienes tuvieran la tarjeta de la entidad bonaerense. ¿El resultado? Colas de media cuadra en los súper y una multiplica­ción de las ventas por diez. Había que ver la sonrisa gardeliana del presidente de la entidad Juan Curutchet, un dirigente formado en UPAU, la avanzada universita­ria de la Ucedé en la década del 90. La ortodoxia económica quedó a un

costado cuando le informaron las cifras del operativo “compre por $ 3.000 que le devolvemos $ 1.500”. A Don Alvaro Alsogaray le hubiera dado un soponcio pero, en fin, todo aquello del liberalism­o democrátic­o ha que-

dado muy lejos. La cantera multiparti­daria del PRO genera todo el tiempo la inigualabl­e delicia de las contradicc­iones.

La escena siguiente de la novela keynesiana la anticipó el periodista Ignacio Miri, ayer en

Clarín. Un proyecto para movilizar unos

50.000 millones de pesos de la Anses en forma de mini créditos para los beneficiar­ios de la AUH. De 3.000 a 5.000 pesos por hijos, que se pueden multiplica­r de acuerdo a la cantidad de planes que tenga cada familia. Para evitar el desfinanci­amiento, el Gobierno prevé que el dinero se devuelva descontánd­olo en 12 o 24 cuotas del ingreso mensual. Una inyección de dinero en el bolsillo de los argentinos más necesitado­s que jamás se habría po-

dido poner en marcha antes de las elecciones por la lentitud de la reactivaci­ón económica.

Macri lo quiso hacer a través del Congreso, pero las divisiones internas cada vez más dramáticas del peronismo le hicieron saber que los créditos nunca iban a estar disponible­s por la vía parlamenta­ria. Por eso, lo hará esta misma semana a través de un decreto de necesidad y urgencia. En El Gobierno ya están preparados para enfrentar la andanada de críticas desde todos los sectores políticos y

económicos. El kirchneris­mo, el massismo e incluso la izquierda les gritarán que están malgastand­o los fondos de la Anses, en definitiva los ahorros de todos los trabajador­es de la Argentina para financiar el pago futuro de las jubilacion­es.

Pero serán los defensores del liberalism­o económico quienes más se rasgarán las vestiduras indignados por el brote de macrismo keynesiano. Aunque se cumpla este año con la meta del déficit fiscal comprometi­da en el Presupuest­o 2017, los 4,2 puntos del PBI perdidos en las cuentas rojas del Estado siguen siendo una enorme luz amarilla en el tablero de la gestión del Gobierno.

Existe un equívoco entre muchos poderosos de la Argentina. Hay un sector gravitante del Círculo Rojo que espera anhelante la aplicación de un programa ortodoxo para encarrilar la economía. El origen empresario de muchos dirigentes macristas mantiene viva la llama de ese deseo que nunca será corres

pondido. Liviano de mochilas ideológica­s, el Presidente se mantiene partidario de combinar herramient­as populistas con otras más cercanas al neoliberal­ismo de acuerdo a las urgencias de cada momento.

Y eso es lo que precisamen­te está sucediendo ahora. Macri, Vidal y la crema de la burocracia macrista están utilizando un recurso estatal para volcar dinero sobre el segmento más necesitado del país adolescent­e. Ni más ni menos. Combatiend­o al peronismo con la espada preferida del peronismo.

El resultado electoral del 13 de agosto dará un primer indicio sobre si fue acertada la estrategia de atacar al adversario con una astilla del mismo palo.

Liviano de mochilas ideológica­s, Macri se mantiene partidario de combinar herramient­as populistas con otras de corte más neoliberal.

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