Clarín

Razones de una pelea de fondo con Francisco

El cardenal Müller se opone a la apertura del Papa, que no le renovó su mandato como custodio de la doctrina.

- EL VATICANO Julio Algañaraz jalganaraz@clarin.com

La oposición conservado­ra cada vez más agresiva al Papa Francisco tiene desde hoy su líder manifiesto: es el cardenal alemán Gerhard Müller, hasta principios de este mes guardián de la ortodoxia católica como Prefecto para la Doctrina de la Fe, que fue desplazado por Jorge Bergoglio tras años de conflictos al no renovarle el mandato quinquenal. Müller abrió un fuego graneado contra el pontífice argentino en una entrevista exclusiva a la agencia alemana

DPA, según publicamos en la página 28. De hecho, el cardenal acusó indirectam­ente a Francisco de favorecer una “adulación cortesana y una afectada subordinac­ión”, aunque dijo que Bergoglio se ha manifestad­o contrario a esta actitud.

En la entrevista el cardenal afirmó desconocer los motivos de su destitució­n, que en realidad aparecía inevitable. Müller fue elevado a Prefecto de la Doctrina de la Fe en julio de 2012 por Benedicto XVI. En rigor, el mandato en las cumbres de la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia, tiene cinco años de duración. Así lo decidió Pablo VI cuando emprendió una tarea de renovación tras el Concilio Vaticano II. Bergoglio dijo a algún amigo que no era un “cortador de cabezas” y eligió esperar a que Müller terminara su período quinquenal, lo que ocurrió el 1° de julio, y no renovársel­o.

El cardenal era desde 2002 obispo de Ratisbona, donde en 2010 estalló el escándalo de los abusos físicos y sexuales a 547 niños del coro de la catedral. En un informe final anunciado el martes en Alemania, Müller fue criticado por la debilidad de su investigac­ión del escándalo, en el que se comprobaro­n 67 casos de abusos sexuales. De esto, el cardenal no hizo mención en la entrevista de DPA.

Entre las discrepanc­ias profundas del jefe del ex Santo Oficio con el Papa argentino, la más explosiva fue la oposición muy dura de Müller contra el cambio en la cuestión de los católicos divorciado­s vueltos a casar. El tema fue motivo de controvers­ias en los Sínodos de la Familia de 2014 y 2015. En un documento final de marzo de 2016, llamado Amoris laetitia, Bergoglio autorizó en notas al pie de página y no en el texto a que ese tema lo decidieran los obispos. Es lo que pedían los episcopale­s alemanes: un camino de penitencia al final del cual se devolviera­n los sacramento­s, sobre todo la comunión, del cual habían sido excluídos los divorciado­s y con nuevo matrimonio civil. El cardenal Müller hasta escribió un libro en el que afirmó que “ningún Papa puede disponer de los sacramento­s”. El matrimonio es indisolubl­e por voluntad divina y “ni la más alta autoridad eclesiásti­ca puede intervenir en la sustancia de un sacramento”.

Müller dio conferenci­as en varios países. Las que levantaron más pol- vareda, con acusacione­s de otros obispos contra él por “franca rebeldía” al pontífice, las pronunció en España. Llegó a decir que él no era “una copia servil del pontífice”, sino que estaba donde estaba “para servir con su cabeza”.

El cardenal alemán, que tiene una estrecha relación con el Papa emérito Joseph Ratzinger, de quien es curador de sus obras teológicas, considera a Francisco como un Papa pastoral que hace pastichos con la sana teología. Llegó incluso a proponer que los documentos de Bergoglio fueran controlado­s en su sustancia teológica por la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe. De hecho, dándole una autoridad superior a la del mismo Papa, que por supuesto ni contestó a su propuesta.

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