Sturzenegger versus el resto del mundo
Si Federico Sturzenegger no buscó sacar a la luz nuevas disputas con otras áreas del Gobierno por decisiones suyas o pasarles algunas facturas, sus palabras del martes pasado olieron demasiado a cosas parecidas. De lo contrario, la traducción de lo mismo dice que reconoció serios desajustes en la política del Banco Central. Afirmó que después de una “relajación de
tasas quizás excesiva, el BCRA vuelve al nivel de dureza monetaria que nos permitió llegar a un nivel (de inflación mensual) del 1,3% o 1,2%”. Y remachó: “Porque si vamos a cumplir la meta de 2017 y, sobre todo, si vamos a poner la inflación de forma consistente con la del año que viene necesitamos una posición dura en términos del año que viene”.
Mezclada con cierto desorden, la “relajación” arrancó en junio de 2016, cuando la entidad redujo la tasa de interés que paga por las Lebac del 30,25% al 26,75%. Luego la bajó al 23,7% y, tras subirla al 25,50%, retomó de pleno el tornique clavándola ahora en 26,50%.
Pero el punto es que la iniciativa de aflojar con la “dureza monetaria” y privilegiar la reactivación partió desde zonas poderosas del
Gobierno, no del Central. Cabría sospechar, entonces, que Sturzenegger también quiso plantear que si los precios siguen vivos y coleando no lo miren a él.
Propio o ajeno, aquí hubo un error de cálculo serio. Bajar casi 7 puntos la tasa y después subirla 3 -todo en apenas doce meses-, representa un vaivén excesivo por donde se mire. Y hasta una señal de desconcierto nada menos que sobre el manejo de un instrumento clave, que desparrama expectativas a un lado y al otro de la economía.
En un informe de la consultora ACM puede advertirse qué camino recorrieron las tasas administradas por los bancos centrales de Colombia, Brasil y Perú, entre diciembre de 2015 y junio pasado, o sea, a lo largo de dos años y
medio. La de Colombia revela un altibajo de sólo 1,5 punto; 2,5 puntos la de Brasil y planchada casi todo el tiempo marcha la de Perú.
Según se ve, políticas imprevisibles versus políticas previsibles.
Lo que sigue dentro del mensaje de Sturzenegger suena parecido a la consigna de no relajarse, o a más de lo mismo. Sostuvo: “Si vamos a cumplir con la meta de inflación de este año (del 12 al 17%), necesitamos una inflación que esté claramente por debajo del 1% mensual en el último trimestre. Y por eso necesitamos tener una posición dura en términos de política monetaria”.
¿Y qué terreno pisa esta vez? Clarito: el Gobierno tiene planeado aumentar la luz un 19% en noviembre, subir el gas en octubre, volver a tocar el precio de los combustibles antes de fin de año y en algún momento sacar del freezer las tarifas de los colectivos.
El jefe del BCRA podrá insistir con el apriete monetario, pero el horizonte cercano canta que le resultará poco menos que imposible, o
definitivamente imposible, encapsular la inflación mensual por debajo del 1% durante el último trimestre.
Habría en danza, luego, un par de alternativas y una especulación. Que el Gobierno ponga la marcha atrás con los aumentos o que Sturzenegger se resigne ante una inflación mayor a su techo del 17% son las alternativas . Y la especulación, que busque dejar abierto un resquicio para alegar que él hizo todo aquello que estaba a su alcance.
El problema es que con un índice de precios nacional del l1,8% en el primer semestre ya está a punto de rebasarse el piso del 12% que el Central le fijó a la banda. Y que como pinta este mes, en julio será rebasada por completo: la estadística rondará el 14%.
Está fuera de cualquier debate que la inflación ha retrocedido y que al finalizar el año habrá retrocedido a casi la mitad del 40% de 2016; al 22 o 23%, según cálculos privados.
Pero la cuestión ya no es solamente que el BCRA se planteó objetivos demasiado exigentes, sino que también siga aferrado a esos objetivos. Y si nada será diferente, mejor descartar cambios en el rumbo de las medidas.
Puesto todo en palabras de un analista: “El caso es que endurecen la política monetaria no para que la inflación converja hacia niveles razonables o posibles. La imponen en función de metas que resultan demasiado improbables de alcanzar”.
Así, metidas en un vaivén impredecible, las tasas reales de interés pueden llegar al 10% anual, aunque los planes del Central digan 5% por encima de la inflación. Frente a un escenario semejante cabe cualquier expectativa o cabe, quizás, apostar a más.
“Sea por tosudez o dogmatismo, le están exigiendo a la economía un sacrificio mayor al que podría pagar si el objetivo de inflación fuese cumplible”, agrega el analista.
Encima, el dólar y la bicicleta financiera bailando al compás de las tasas de las Lebac. También ahí existe un margen estrecho, pues cualquier aflojamiento del corset monetario o cualquier ruido pueden repercutir en el
mercado cambiario. Y no faltan pruebas. Otra vuelta a la misma tuerca pinta para el año próximo, con Sturzenegger empeñado en
que sus bandas de inflación sean del 8 al 12%. Lo cual equivale a decir un 10% promedio. Oa 10% viniendo de 22 o 23%.
Vale repetir eso que dijo sobre el presente y también sobre el después: “Si ahora vamos a poner la inflación en forma consistente con la del año que viene, necesitamos una posición monetaria dura en términos del año que viene”. Anticipos de la misma medicina.
Los operadores que el propio BCRA suele consultar pronostican un índice de precios del 15%, o sea, 50% por arriba del promedio de la entidad. Conclusión: torniquete más elevado costo del crédito interno.
Con un argumento que busca no chocar contra las metas del Central, desde el Ministerio de Hacienda cuentan que justamente 15% será la pauta promedio del Presupuesto Nacional. Todo muy encomiable, sólo que la política monetaria y la economía deberán ajustarse al promedio del 10%.
Nada casual fue que en su informe del martes Sturzenegger hubiese resaltado que desde el cuarto trimestre de 2016 la economía crece al 4% anual. Obviamente, quiso decir que entre otras cosas crece por la política antiinflacionaria del BCRA y no a pesar de las políticas del BCRA. Aunque el informe también dice 1,1% en el primer trimestre de este año y proyecta 1% para el segundo.
Si es por la parte del todo que le toca a la entidad, ha acumulado un stock de Lebac ya muy próximo al billón de pesos: deuda pura e insostenible que supera en 220% a la que había cuando asumieron sus actuales autoridades. Además, cada treinta días debe afrontar vencimientos por alrededor de $ 500.000 millones, pagar intereses y a la vez sostener las tasas para renovar cuanto sea posible.
Luego, tampoco es casual que en el mercado nunca dejen de medir cada paso de Sturzenegger. Empezando por los siempre ambiciosos operadores financieros.