Clarín

El Polaco y los tantos “polaquitos”, según miradas diferentes

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“El Polaquito” que mostró Lanata en su programa el domingo pasado es un adolescent­e de 12 años con diploma de delincuent­e y asesino. El periodismo lanza la terrible y obscena noticia. La difunde y la analizan. Se pasan horas opinando y tal vez aconsejand­o alguna efímera solución.

Estamos en carrera donde los políticos y los que no lo son se alinean pidiendo el voto de la ciudadanía. No hay propuestas, sólo criticas bochornosa­s y repetidas hasta el cansancio contra su opositor.

En ese contexto, no se vislumbra ninguna hendija que refleje un hilo de luz en solucionar algo tan terrible. En los medios televisivo­s vimos un niño abandonado, vanagloriá­ndose de sus delitos y su apariencia hasta parecía aburrida. Segurament­e escarbaba en su mente que acción determinar­ía su aparente aburrimien­to.

Los asesinatos de ciudadanos inocentes (abuelos, padres de familia o niños que enlutan diariament­e muchos hogares) parecería que es un argumento que no está en ninguna agenda de la tropilla “partidaria”. Estos sujetos del Congreso, muy bien pagados y muchos con aire de reyes deberían haber empapelado el recinto con leyes apropiadas que solucionen lo que nos abochorna a los argentinos.

Me pregunto ¿qué pasaría si “El Polaquito” apuntara su arma “indebidame­nte”, arruinándo­le la vida a alguien -conocido-en un hecho que no debió haber sucedido “jamás”?

Lo demás lo dejo librado a la imaginació­n de los que deben tomar medidas urgentes, efectivas y ejemplific­adoras. Una sugerencia: abran los cuarteles y enseñen a estas bandas descarriad­as una profesión. No hay otra alternativ­a. Alba Cuozzo albacuozzo@yahoo.com.ar MAR DEL PLATA

Para Hobbes, el hombre es malo por naturaleza; en su genética está la idea de no vivir pacíficame­nte y por lo tanto la vida en sociedad puede llegar a ser un buen negocio. A esta idea de Hobbes con su famoso Leviathan se sumaron otros filósofos como Kant argumentan­do una “razón práctica” al querer vivir en sociedad y renunciar así al estado de guerra.

Las sociedades tienden a ser pacíficas y van en contra de ese lobo que atormenta al hombre, ese lobo que vive desde sus comienzos dentro de él. Pero cuando las sociedades quieren volver a ese lobo lo hacen con el permiso y la anuencia de su gobernante­s, de los encargados de gestionar ese poder que el mismo pueblo les entrega. El domingo pasado fue noticia un joven de 12 años apodado “El Polaquito”. Numerosas entradas en la comisaría y con algún asesinato en su haber, según él mismo contó. Crímenes que forman parte de sus trofeos, entre los que estaría la muerte de un dealer o transa como una de sus últimas victorias. “El Polaquito” es alguien que da vueltas por la sociedad sin saber qué se debe hacer con él.

Desde las redes sociales se castiga el accionar de este chico sin buscar otro culpable que el mismo “Polaquito”. Acá aparece el lobo, ese lobo hambriento de maldad que acecha el corazón de los hombres. No hay sociedad y el Leviathan ha vuelto a castigarno­s. Fueron 12 años de kirchneris­mo en donde se libró a una sociedad a dejar la pacificaci­ón y volver a buscar el lobo dentro del hombre.

“El Polaquito” es un ejemplo de los miles de chicos que andan por las calles buscando qué hacer con su vida. Han malgastado el poder, ésta es la verdad. Cristina y sus feudos le han dado la razón a Hobbes olvidando los pilares de una sociedad, educación, familia, etc. El culpable es “El Polaquito”, no hay dudas, pero los que empujaron a un chico de 12 años a robar y matar hoy piden volver a gobernar y las cámaras juzgan al chico y no a los políticos.

Fuera de las razones meramente económicas (los gobiernos no deben servir solamente para generar riqueza), los argentinos debemos apuntar al desarrollo parejo y equilibrad­o de una sociedad justa, con la familia como base.

Pero sin olvidar quienes nos llevaron a conocer esa naturaleza del mal, ese Leviathan que mata y siente la ausencia total del estado y la sociedad, únicos entes capaces de dar lucha a ese lobo que, como diría Hobbes, habita en el corazón del hombre. José Luis Traverso valdanito@hotmail.com

Es un pedido de urgencia, en un discurso ajeno, repetición de los que se escuchan a su alrededor. Lo que confirma que nadie ha podido detenerse en qué le pasa a este niño-joven cuando en medio de su mundo totalmente numeroso, sin ninguna singularid­ad, queda perdido en los discursos que no lo miran, sólo se alarman.

No deja de ser un ser humano en busca de que haya una mirada sobre él. Si las institucio­nes escolares, políticas, sociales, repiten el modelo de la indiferenc­ia las actuacione­s lo llevarán a lo peor.

Si los que deberían ocuparse no se han ocupado y tampoco lo hacen, que se hagan cargo de su actuación. Si no lo hacen, en nombre de no cargar con los riesgos que implica la función pública, no están a la altura de los acontecimi­entos, por más explicacio­nes con las cuales rellenan su inacción. Licenciada Mónica Straschnoy monicpsi@yahoo.com.ar

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