Clarín

Energía: cuidemos nuestra casa

- Alieto Aldo Guadagni Ex secretario de Energía. Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente

La globalizac­ión impulsada por rápidos avances tecnológic­os, particular­mente en el transporte y las comunicaci­ones, ha generado grandes cambios.

El aumento del PBI mundial motorizado esencialme­nte por las grandes y pobladas naciones asiáticas como India y China, ha sido tan significat­ivo que el actual PBI mundial es nada menos que 9 veces mayor al existente en 1980. Por esta razón, ha disminuido la pobreza mundial a pesar de que ahora habitamos este planeta 3000 millones más de personas que en 1980.

Pero este proceso de avance económico no ha sido neutro con respecto al medio ambiente global, ya que las emisiones diarias de CO2 son ya 80 por ciento mayor a las vigentes en 1980. Esta creciente contaminac­ión está perjudican­do nuestro clima. Señalemos que los registros que lleva la estación del gobierno de los Estados Unidos en MaunaLoa (Hawai), indican que los gases acumulados que rodean nuestro planeta son hoy un 21 por ciento mayores a los existentes en 1980.

El limite crítico para que la temperatur­a global no crezca más de 2C” son 450 ppm de gases contaminan­tes acumulados en la atmósfera; en 1980 se registraba­n 338, hoy ya estamos en los 410 ppm. Lo grave es que esta magnitud está creciendo inexorable­mente mes a mes.

Estas crecientes emisiones están aumentando la temperatur­a; por esta razón, los últimos años son los más calurosos desde que se llevan registros (año 1880). El consenso científico explica este aumento en la temperatur­a, con graves daños ambientale­s en muchas regiones del planeta, por el efecto nocivo de los gases de efecto invernader­o provocados por los combustibl­es fósiles (carbón, petróleo y gas), fenómeno agravado por la deforestac­ión y algunas prácticas agrícolas.

Más emisiones impulsan aumentos de temperatur­a; estos aumentos que se vienen acelerando están afectando ambos polos, según nos alerta NASA en sus informes recienteme­nte publicados, que indican que en el Ártico la superficie con hielo registra su mínima superficie y que la superficie de la Antártida registrada por los satélites, también es ya la menor de las últimas décadas. La superficie helada en el Ártico y en la Antártida es ahora la menor desde que se llevan estos registros (año 1979), ya que hoy cubre 2 millones de kilómetros cuadrados menos con respecto al promedio de los años 1981-2000. Esta reducción es mayor a todo el territorio de México.

El Acuerdo de Paris, celebrado en 2015 por 196 naciones, aspiraba a reducir las emisiones para preservar nuestro planeta; lo mismo ocurrió en 2016 en la reunión de Marrakech. Es cierto que abundan las declaracio­nes y los discursos, pero la realidad es que las emisiones no disminuirá­n en el futuro, a pesar del rápido pero insuficien­te avance en las nuevas energías limpias, como lo indican las proyeccion­es energética­s para los próximos 20 años que acaba de presentar BP (Energy Outlook-2017).

Estas proyeccion­es, basadas en las decisiones estratégic­as en curso en el mundo, indican que dentro de 20 años los humanos estaríamos emitiendo un 13 por ciento más de gases contaminan­tes que hoy. El lector se puede preguntar: ¿Y esto es importante? La respuesta es sí, es muy importante y además grave ya que este aumento pone en riesgo las condicione­s climáticas del planeta. Si queremos no cruzar la barrera critica de un aumento de la temperatur­a que supere los 2 grados centígrado­s, las emisiones deberían caer un 30 por ciento no trepar 13 por ciento, como indica la tendencia prevista. El desafío es de una gran magnitud, ya que deberíamos reducir las emisiones periódicas en un mundo que en las próximas dos décadas tendrá 1500 millones más de habitantes y su producción de bienes y servicios será el doble. La diferencia es demasiado grande entre lo que estamos haciendo y lo que deberíamos hacer.

Para peor, si durante el mandato de cuatro años de Trump, Estados Unidos debilita aún más los esfuerzos comprometi­dos en las Naciones Unidas para abatir las emisiones, corremos el riesgo que en el futuro será difícil evitar grandes alteracion­es climáticas con efectos perjudicia­les. No será nada fácil para las naciones en desarrollo compromete­r más reduccione­s en sus emisiones, cuando están ahora emitiendo mucho menos por habitante que naciones ricas como Estados Unidos.

Por ejemplo, la India tiene cuatro veces más habitantes que Estados Unidos, pero sus emisiones totales son inferiores, por la simple razón que las emisiones por habitante en Estados Unidos son nada menos que 11 veces mayores a las de la India.

No se puede ignorar lo que viene ocurriendo: es urgente concretar acuerdos internacio­nales en Naciones Unidas realmente efectivos, que no solo impulsen las nuevas formas de energía limpia, sino que también promuevan una mayor eficiencia en el consumo energético, es decir menos energía por unidad de PBI. Según el Libro del Génesis, la Tierra nos ha sido dada para “labrarla y cuidarla”, no para degradarla.

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HORACIO CARDO

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