Clarín

Un grupo de militantes “sensibles”, con toda la cuota de violencia

- Jorge Lanata

La receta no puede ser peor: setentista­s que creen que la guerra sigue, un viejo proyecto K de entregar parques nacionales a los indios, mapuches que debaten su pasaporte entre Argentina y Chile, aparición de nuevos corredores de droga en la Cordillera. Y el público: un encantador grupo de militantes sensibles de pelo enrulado que luchan para declarar Mapuchelan­d como Estado independie­nte y volver a vivir como en el siglo XVIII. Desde 2013 hubo 77 atentados de la RAM, Resistenci­a Ancestral Mapuche, en Río Negro,Chubut y Neuquén: incendios, amenazas, secuestros, abigeato, destrucció­n de maquinaria­s, etc. También quemaron la estación La Trochita, emblema de El Maitén, inaugurada en 1922.

Ya hace dos años que el tren a vapor debió reducir de 402 a 25 kilómetros su recorrido por los cortes de vías. La RAM del lado argentino y la CAM Coordinado­ra Arauco Malleco del chileno sostienen la lucha armada para crear una nación mapuche que en Argentina abarcaría todo el territorio al sur de los ríos Salado y Colorado.

Facundo Jones Huala, 31 años, hoy preso en Neuquén, es uno de los ideólogos del grupo. Según el Ministerio de Seguridad, la RAM mantiene reuniones cotidianas con La Cámpora y la Universida­d de las Madres, y recibe financiami­ento y apoyo logístico de las FARC colombiana­s y grupos extremista­s kurdos de Turquia. ”Todos los militantes mapuches sabemos que podemos morir, ser torturados y caer prisionero­s –le dijo hace unos días Facundo Jones Huala a La Nación- Me sirve estar preso y me sirve la prensa, por más que mientan. El objetivo es el sabotaje para la expulsión del latifundio. Quebrar la economía del enemigo.La destrucció­n del capitalism­o”. La guerra de Jones Huala dispara desde la trinchera de la supuesta superiorid­ad moral:

¿Quién podría defender a Benetton? El reparto indiscrimi­nado de tierras lleva décadas de trámites irregulare­s, supuestos pueblos originario­s que no son tales,ocupacione­s ilegales y violentas, punteros políticos disfrazado­s, etc.

La propia ley 23.302, al detallar “los pueblos que se autorrecon­ocieron en la encuesta complement­aria de pueblos indígenas” presenta un final “abierto”. ”Este listado va aumentando –dice la ley- permanente­mente en el marco del dinámico proceso de autorrecon­ocimiento que viven los pueblos originario­s en el país”, como si siempre fueran a aparecer indios “sorpresa” según el gobierno de turno necesite. La clase media snob simpatiza con los indios: los imagina como pacíficos artesanos de ceniceros que algunas veces al año le rezan a la Tierra. Explotando esa culpa, los indios norteameri­canos lograron quedarse con la

mayoría de los casinos. Ahora surgen grupos que quieren volver al estado ancestral: ¿Seguirían comprando en ese caso los mapuches a sus mujeres, como lo hicieron siempre? ¿Mantendría­n entre los hijos distintos linajes y serian poligamos? ¿Tendrían un sistema legal distinto? ¿Lapidarán a las adúlteras como en Bolivia? ¿Debemos respetar las culturas caníbales comiéndono­s a los estudiante­s?

En el año 711 se conoció como “al Andalus” al territorio de la Península Ibérica y de Septimania bajo poder musulmán durante la Edad Media hasta 1492. En estos días, cuando murieron 15 personas y más de ciento veinte fueron heridos en los atentados en España, los terrorista­s del ISIS prometiero­n “cada vez más sangre hasta que se devuelva el territorio de Andalucía...”.

En los últimos cuatro años hubo 77 atentados de la RAM en Río Negro, Chubut y Neuquén. La clase media snob imagina a los indios como pacíficos artesanos de ceniceros.

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Vandalismo. Hace pocas semanas, la ola violenta del RAM llegó hasta el microcentr­o porteño: destrozaro­n la sede de la Casa de Chubut.
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