Una obsesión que viene de otro tiempo político
La ocupación del espacio público para un reclamo colectivo es una herramienta de la democracia, pero también puede ser, como devino en la Argentina, un recurso reiterado para obstruir o potenciar una gestión política.
En parte, de eso trata la carta de hoy. Históricamente, el peronismo agitó la consigna de “ganar la calle” en los 70, cuando ya asomaba el ocaso de la política y la socie- dad de masas. Néstor Kirchner, en sintonía con esa mirada envejecida con el tiempo, tenía la obsesión por mostrar poder con las calles ocupadas por la militancia. No pudo advertir la decrepitud de la imagen de los micros naranja en colas interminables. Y Macri, en un desacierto político enorme, al borde del prejuicio, descalificó a quienes tenían hambre
de choripán y no a los ideólogos de ese tipo de compensación.
Está claro que la huelga es un derecho constitucional, y debería analizarse como una advertencia extre
ma de malestar en un segmento de la sociedad, que no tiene que ser agitada por motivaciones políticas.
Es interesante advertir el hilo conductor entre las dos cartas de hoy: dos lectores jóvenes, despojados de los prejuicios del pasado, y con ganas y energías para hacer las cosas mejor que las generaciones anteriores.