Clarín

El senador que no pudo ser Presidente

- Osvaldo Pepe opepe@clarin.com

“Cuando uno se enfrenta a un adversario que adopta dos posturas a la vez y trata de quedarse con el pan y con la torta, oblíguelo a descubrirs­e con preguntas directas. No podrá evitar dar una respuesta. No deje que se oculte detrás de la ambigüedad. Adopte usted mismo una postura clara y luego arrincónel­o para que él también adopte una” (Dick Morris, asesor político y comunicaci­onal de Bill Clinton por más de 20 años en “Juegos de Poder, ganar o perder: cómo juegan la partida los grandes líderes de la historia”. A Morris se le atribuyen las estrategia­s fundamenta­les que llevaron a Clinton, un discreto gobernador de Arkansas, a la Casa Blanca)

Cristina Kirchner sabe cómo acorralar a Mauricio Macri. Durán Barba está equivocado. Ella lo eligió primero como oponente que él a e

lla. Cristina, por ejemplo, se esmera en sacarle rédito político al caso Maldonado. Algo que el Presidente, quizá por respeto a su propia investidur­a y a sus responsabi­lidades institucio­nales, no hace con el caso Nisman. El Presidente

tiene enfrente a alguien que está dispuesto a todo para sucederlo en 2019 y que para eso juega a fondo con una opción delirante: volver a la Casa Rosada o ir tras las rejas. La ex sabe cuándo dar el zarpazo o cuando encargar a otros que lo hagan por ella.

En los últimos días, por ejemplo, Bonafini, Carlotto y Maradona salieron a castigar a Macri por Maldonado, mientras Durán Barba respondió que le apuntan a Macri por la presunción en cierto imaginario colectivo de que un rico pue

de llegar ordenar la muerte ajena. Una antología del prejuicio. ¿Hablaría también de Cristina, que pobre no es, con relación al fiscal que la había acusado? ¿Recordará a Yabrán?

Hay una campaña, legítima en su esencia, de agitación pública para averiguar dónde está Santiago Maldonado, en la que se sospecha de la actuación de un grupo de gendarmes, en particular de uno de ellos, con la ex presidenta como abanderada simbólica del reclamo. En el Gobierno y en su “mesa chica” habían celebrado antes de esto que Cristina fuese rival en

las PASO. Ahora que saben que su senaduría, por mayoría o por minoría, es casi un hecho, ya no la miran con simpatía y parecen apostar a que la frene la Justicia antes que los votos. Sin obligarla a definicion­es claras sobre su pasado judicial y político, sobre su prontuario y sus ambiciones, sólo harán de ella una víctima política.

En confianza, el encabezado de hoy está referido a una batalla retórica en medio de un duelo electoral de 1858 entre Abraham Lincoln y Stephen Douglas, el hombre que aspiraba llegar al Senado por el distrito de Illinois, como paso previo para competirle a Lincoln la candidatu

ra presidenci­al. Un duelo de cierto parentesco con la actualidad argentina.

Como un brillante estratega, Lincoln obligó a Douglas a definir su pensamient­o sobre la es

clavitud en público. Douglas mostró que defendía una causa valorada en su estado (Illinois), pero desacredit­ada en la Nación. Pisó la trampa: llegó senador, pero no pudo ocultar su pensamient­o verdadero y los votos archivaron para siempre su ambición presidenci­al.

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