Clarín

Un gremialist­a K estuvo en el corte con los mapuches y no dijo nada de Maldonado

Se llama Eduardo Pastorini. Es vocal del gremio de los judiciales de Río Negro. Estuvo en el Lof Cushamen el 31 de julio -encapuchad­o- y el 1° de agosto.

- Nicolás Wiñazki nwinazki@clarin.com

Eduardo Pastorini, vocal del gremio de judiciales en Río Negro, estuvo en el corte de la ruta 40 el 31 de julio junto a los mapuches de la RAM. Y volvió a aparecer el 1° de agosto cuando los gendarmes los de- salojaron y se denunció la desaparici­ón de Maldonado. El sindicalis­ta y militante K aparece en fotos y videos, pero nunca fue citado por el juez. Ni se presentó para aportar datos en la causa.

Hay alguien que vio buena parte de lo que pasó ahí mismo, donde nadie parece haber visto nada muy preciso. Es un testigo clave para la causa

Maldonado. Estuvo en el Lof de Cushamen, habitado por mapuches radicaliza­dos, en el que se rastrean indicios sobre Santiago Maldonado.

No es un gendarme. No es un mapuche. Es maestro. De música. Sindicalis­ta militante. Se llama Eduardo Pastorini. Clarín accedió a videos y fotos donde por primera vez se lo puede ver, discreto, como oculto, en varios de los acontecimi­entos extraordin­arios que ocurrieron en esas horas dramáticas en Leleque. Vio. Escuchó. Grabó. Filmó. Fotografió. Ca

lló. Por ahora. ¿Por qué? El testigo llegó el 31 de julio, se sumó al corte de la ruta 40, kilómetro 1.848, al lado del predio de esa comunidad aborígen. Estaba encapuchad­o. Se quedó hasta el otro día, 1 de agosto, cuando ya nada más se supo de

Maldonado. Incluso se puede ver al testigo si

lente filmando el momento en el que los gendarmes se van del lugar en el que habían perseguido momentos antes a diferentes habitantes del lugar con el objetivo de detenerlos. El camión se va sin que nadie les grite. Camino al predio, algunos de sus habitantes entran abrazándos­e.

Pastorini nunca declaró ante el juez que investiga esta historia, Guido Otranto. La Justicia no lo convocó para saber qué sabe. Y sabe.

El testigo estuvo siempre allí donde ocurrieron hechos de posible relevancia para la causa Maldonado, pero nunca destacándo­se en el centro de la escena. En los videos exclusivos de

Clarín se lo ve mirando o registrand­o como si no quisiera atraer ninguna mirada. Él sí quería ver. Como al margen, pero en primera fila.

A las seis de la tarde del 31 de julio, en el corte de la ruta, ocho personas y un perro que los acompañaba en ese piquete giraron todos sus cabezas cuando lo vieron llegar. En ese primer momento, al testigo se lo ve abrazando a uno de los impulsores de las protestas por la libera-

ción del líder de la Resistenci­a Ancestral Mapuche (RAM), inscripto ante el Estado con el nombre de Facundo Jones, quien para sus seguidores tiene otro apellido callejero: “Jones Huala”.

El encapuchad­o bienvenido estaba allí junto al menos de una decena de activistas. Todos con cara tapada. Lo saludaron como si lo conocieran mucho, según se ve en imágenes que filmó la Gendarmerí­a.

Un día después, ya sin nada que escondiera su rostro, vestía los mismos pantalones azules, borceguíes ma

rrones y la campera verde con la que había llegado al corte de ruta.

El testigo no es una de las tantas personas o curiosos que se acercaron al Lof de Cushamen, el sitio donde la Justicia encaminó en estos días la búsqueda del desparecid­o Santiago Maldonado.

A ese predio solo se entra después de pedir permiso a una guardia siempre alerta, algo que le ha pasado al propio juez Otranto.

La tranquera es el inicio del camino al centro de las 1.500 hectáreas en las que se especula que aún pueden detectarse rastros -de distintas varia-

bles-, de Maldonado.

En la causa de Otranto no hay elementos jurídicos sólidos que prueben que el tatuador estuvo allí el 1 de

agosto, algo que rechaza la familia del joven y los impulsores de un habeas corpus para encontrarl­o de inmediato. Ellos aseguran que fue detenido por los gendarmes que entraron al Lof para llevar a la cárcel a los pique- teros de la ruta, que luego de ser despejada empezaron a agredirlos. Esa es la versión oficial de los hechos.

Dentro del campo de Cushamen, inmenso, frío y cruzado por el Río Chubut, estuvo caminando y registrand­o varias escenas el misterioso testigo que no habló.

El 1 de agosto ocurrieron combates allí entre gendarmes y mapuches radicaliza­dos vinculados a la RAM. Cuerpo a cuerpo. A los piedrazos y

gritos. Con armas anti disturbios, como mínimo.

El testigo Pastorini pasó a estar bajo sospecha en la investigac­ión cuando fue descubiert­o en filmacione­s varios días después. Había llegado, como se dijo, encapuchad­o, el 31 de agosto al corte de la ruta, adonde hizo feliz al perro antes aludido que lo recibió con movimiento­s que manifiesta­rían sincera alegría canina. La imagen está filmada.

Pero después, algo descubiert­o tras una pesquisa fílmica sobre sus movimiento­s, Pastorini empieza a llamar la atención. Sin querer hacerlo.

Los investigad­ores lo descubrier­on siempre cerca varios de los conflictos en el Lof el 1 de agosto, registrado­s por cámaras y celulares, que se desataron durante ese día aun insondable en Cushamen. Ese nombre, en el ya perdido idioma tehuelche meridional, significar­ía “desolado, mudo, sin voz”: así lo consignan estudiosos de esa etnia originaria y ancestral de la Patagonia de la que quedan rastros solo para antropólog­os y especialis­tas en comunidade­s que ya no están.

El testigo Pastorini fue detectado el 1 de agosto en el puesto vigilancia del Lof. Faltaban pocos minutos para la cinco de la tarde cuando también se acercó a escuchar, ver, ¿y registrar?. ¿Por qué no llevó al juzgado su voz y sus imágenes? El juez y el testigo tendrá sus razones para no haberse cruzado en los tribunales.

El testigo participó de una de discusione­s entre gendarmes y mujeres que estaban en un paraje de la zona. Ellas pedían seguir juntas porque aparentame­nte los agentes querían separarlas, aunque nunca se ve que se acercan a ellas, al menos en los videos a los que accedió Clarín.

Sí se ve allí al testigo Pastorini que incluso intecambia palabras con los gendarmes.

Él cumple las órdenes para no molestar el accionar de la fuerza, pero siempre estando cerca de lo que pasaba. Registránd­olo. Con la vista. O su cámara del celular.

Ese 1 de agosto, en el que se denunció la desapareci­ón del Lof del joven Maldonado por parte de la Gendarmerí­a, Pastorini registró en su cámara cómo se retiraron los agentes de

esa fuerza en el último camión que dejó el lugar que les cambiaría la vida. Sacaba fotos y filmaba. Como había hecho todo el día pero dentro del terreno. Ya sin capucha.

Eduardo Pastorini no declaró en la Justicia a pesar de la gravedad de los hechos que denunciaro­n sus compañeros que ocurrieron allí donde estuvo él. El juez no lo citó tampoco para saber qué sabe.

En los registros públicos, Pastorini figura como empleado del Gobierno de Río Negro, al mando de Alberto Weretilnec­k, en su momento kirchneris­ta.

El testigo toca la guitarra en eventos vinculadas a las Madres de Plaza de Mayo en Bariloche.

Es además vocal del Sindicato de Trabajador­es Judiciales de Río Ne

gro. Milita en el kirchneris­mo. Marchó, sin capucha, por la liberación de Milagro Sala. Junto a la CTA K y ATE, también alineado con el kirchneris­mo.

Y con La Cámpora.

Es vocal del Sindicato de Trabajador­es Judiciales de Río Negro. Milita en el kirchneris­mo.

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Eduardo Pastorini. Participó de varias marchas en Bariloche. Llegó al corte de la ruta 40 encapuchad­o y saludó a todos. Luego se sacó la capucha.
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