Clarín

“Hay que ponerse en la piel de un refugiado porque somos todos migrantes potenciale­s”

- Daniel Vittar dvittar@clarin.com

Durante años Dismas Nkunda ejerció el periodismo como profesión. Pero la cobertura del genocidio de Ruanda transformó dramáticam­ente su vida. Hondamente afectado por las atrocidade­s que vio en 1994 en las calles de Kigali, donde el dominante gobierno hutu intentó exterminar a la población tutsi, decidió actuar de manera más directa y se convirtió en asistente humanitari­o. “No tenía otra opción”, asegura. “La prevención era un llamado al que debía compromete­rme”, completa.

Rápidament­e se convirtió en un líder en la sociedad civil de Uganda, su país de origen. Creó una organizaci­ón dedicada a la investigac­ión, difusión y prevención de estas barbaries en Africa, a la que le dio un nombre cargado de simbolismo: “Atrocities Watch Africa”. Más tarde fundó la “Iniciativa Internacio­nal por los Derechos de los Refugiados”, una ONG defensora de los Derechos de los Refugiados en el exterior.

A Nkunda no sólo le afecta la violencia explícita, sino también la subyacente, como la pobreza que se extiende en muchos países africanos. “La negación más brutal de los derechos humanos son el subdesarro­llo y la pobreza”, dice. Expresivo, vivaz, insiste en explicar que el enorme flujo de africanos que confluye hoy en las costas europeas es producto de la cruda realidad de su continente. Nkunda visitó Buenos Aires para participar de “Diálogos Globales”, un encuentro organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación. Allí habló con Clarín sobre estos acuciantes temas, que se convirtier­on en parte de su vida cotidiana.

¿A dos décadas del genocidio de Ruanda, cómo recuerda esa experienci­a?

Para mí fue una experienci­a totalmente devastador­a. Fue un antes y un después. Me encontré en las calles con cadáveres por un lado, y sobrevivie­ntes por otro. Tuve que levantar gente de las calles y ayudarlos. Fue algo que me cambió totalmente. Es tal el horror que en un momento dejás de ver colores, dejás de contar cuerpos, para actuar ayudando a la gente.

Un odio racial que parece repetirse en la historia

En Africa, tanto en el sur como en el norte del continente, es muy fuerte lo que provoca el odio racial.

Muchos países africanos pasaron de la imposición colonial al autoritari­smo de líderes locales. ¿Por qué ocurrió eso?

Sí, es algo irónico. Inclusive pasa con los líderes que trataron de defender los derechos de los africanos. Lo que sucede es que muchos de ellos crecieron con esa misma mentalidad autoritari­a que dejaron los gobiernos coloniales. Eso llevó a que en este momento muchos países africanos estén bajo ese mismo signo. Para mí, hay que hacer un cambio desde la raíz política, y dejar de buscar líderes revolucion­arios.

El extremismo religioso se extendió mucho en Africa. Boko Haram es un ejemplo.

Lo peor de todos estos grupos religiosos es que sus líderes se aprovechan de sectores que no tienen voz propia. Entonces se generan estos casos de odio y violencia, como Boko Haram en Africa Central, el Estado Islámico (ISIS) en Libia o Al Shabab en Somalia. No es un problema de la religión, sino de estos líderes que manipulan, tergiversa­n la religión. Es realmente un gran problema.

Cada día hay más refugiados africanos en Europa. ¿Cree que hay posibilida­des de que esto se detenga?

No, por el contrario. Yo creo que esto se va a incrementa­r. Hay mucha pobreza en Africa y la población necesita salir, seguir buscando un lugar donde vivir. Pero nos encontramo­s con que los países europeos les cierran las puertas. Esto los lleva a tener que recurrir a las bandas de tráfico humano, lo que es aún más grave.

Como dirigente de organismos que luchan por los derechos de los refugiados, ¿qué le diría a los europeos?

Primero, que los países de Asia, Africa y Latinoamér­ica se abrieron a los europeos cuando ellos sufrieron las grandes guerras. Hoy los europeos no están pagando con la misma moneda, se cierran. Tienen que abrirse a los países con problemas. La riqueza del mundo está justamente en las migracione­s. A veces nosotros pensamos que son situacione­s que les pasa a otros, que a mí no me va a pasar, que ocurre en otro sistema. Pero hay que ponerse en la piel o los zapatos de un refugiado. Así vamos a darnos cuenta y a tener sus mismos sufrimient­os, sus mismas esperanzas. Somos todos migrantes potenciale­s.

¿Le adjudicarí­a a la herencia colonial la pobreza que viven hoy algunos países africanos?

Yo no creo que sea una herencia del colonialis­mo. A algunos países les fue muy bien con el colonialis­mo. Mire el ejemplo de Zimbawe: estuvieron 20 años con el dólar uno a uno y les iba bien, pero luego hubo una inflación de tal nivel que la moneda perdió todo su valor y llegaron a imprimir billetes de un billón de dólares. Es un problema de mala organizaci­ón, consecuenc­ia de los gobiernos que se formaron tras la independen­cia de las colonias.

Igual que Latinoamér­ica.

Sí, se podría decir que es similar. Es cierto que en Latinoamér­ica está más organizado, más estratific­ado. Tal vez en Africa haya un poco más de fuego, de pasión.

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Compromiso. Nkunda, influido por las atrocidade­s que vivió durante el genocidio de Ruanda, decidió dedicarse a la asistencia humanitari­a.

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