Clarín

Viento a favor, con turbulenci­as

- Ricardo Arriazu Economista

La economía argentina está mostrando signos de recuperaci­ón. El estimador mensual de actividad económica (EMAE) muestra un crecimient­o interanual del 2,7% en el segundo trimestre y del 4% en el mes de junio, y los datos sectoriale­s de los meses de julio y agosto sugieren que la recuperaci­ón continúa. La evolución de la economía internacio­nal contribuyó a esta recuperaci­ón.

El uso del término recuperaci­ón, en lugar de crecimient­o, se relaciona con el hecho de que el nivel de este indicador es todavía ligerament­e inferior al de su nivel máximo (alcanzado en junio de 2015). Si se mantiene la actual tendencia este nivel será superado en los próximos meses.

Las economías de todos los países son afectadas por la evolución de la economía mundial y las decisiones de política interna. Los impactos externos se transmiten básicament­e a través de dos mecanismos: variacione­s en los movimiento­s de capitales y evolución del comercio de bienes y servicios. Este último depende de la situación económica de los principale­s socios comerciale­s (en nuestro caso, Brasil), y además de los términos de intercambi­o. En el caso puntual de Argentina, un buen indicador es el precio de las materias primas.

La suba de los precios de las materias primas explica la aceleració­n del crecimient­o en los años 1946-1948, 1971-1973 y 2005-2011, mientras que las bajas posteriore­s influyeron sobre las recesiones que siguieron a estos períodos de bonanza. Los mayores ingresos de capitales explican el crecimient­o de los años 1968-1970, 1977-1979 y 1993-1997, mientras que su reversión explica las crisis posteriore­s. En realidad, estos dos factores se potencian, puesto que el crecimient­o asociado a las subas de precios suele atraer ingre-

sos de capitales, que se retiran cuando bajan los precios. La combinació­n de fuertes bajas de precios y de salidas de capitales fue clave en la mayoría de las crisis en Argentina, incluyendo la del periodo 2001-2002; y también fue un importante desencaden­ante de las recientes crisis en la mayoría de los países latinoamer­icanos. Sólo hay una única manera de atenuar estas crisis: ahorrar en los momentos de bonanza para enfrentar los de carencia.

El reciente ciclo de caída y recuperaci­ón económica también puede interpreta­rse bajo la misma lógica. Los precios de los productos que nuestro país exporta e importa bajaron hasta el tercer trimestre de 2016, explicando – parcialmen­te- la baja de la actividad del primer semestre de dicho año. La economía empezó el proceso de recuperaci­ón acompañand­o la mejora de los términos de intercambi­o.

Algo parecido pasó con los movimiento­s de capitales, aunque en este caso la reversión fue con mayor intensidad, más temprana, y liderada por el sector público. La evolución de los próximos meses se verá afectada por el comportami­ento de estas variables, y las tendencias actuales permiten pronostica­r “vientos favorables, con algunas turbulenci­as”.

En efecto, los precios de los productos agropecuar­ios bajaron marginalme­nte en los últimos meses, pero la caída de la relación stocks/consumo y la devaluació­n del dólar a nivel mundial, permiten inferir que los precios se mantendrán estables (o con pequeñas subas) en el futuro cercano. Más aun, las cosechas mundiales de granos y oleaginosa­s de los últimos años fueron extraordin­arias, favorecida­s por climas benignos que difícilmen­te se mantengan. En el caso particular argentino, la cosecha del período 2016/2017 fue récord, a pesar del exceso de lluvias, y se esperan nuevos incremento­s para el próximo período. Este pro- nóstico no toma en cuenta los efectos de las lluvias del último fin de semana. En materia de capitales, el influjo se acentuó luego de conocerse los resultados de las PASO, y si se mantiene en los próximos meses, dará un nuevo impulso al crecimient­o de la demanda y de la producción.

Sin embargo, la contrapart­ida de estos ingresos es el deterioro de las cuentas externas (balanza comercial y cuenta corriente) que hasta ahora está siendo financiada por los ingresos de capitales. No hay que confiarse, la experienci­a enseña que este financiami­ento puede revertirse fácilmente si no se consolida la confianza. Por último, Brasil muestra claros signos de una incipiente recuperaci­ón (aunque persisten los riesgos políticos asociados a la baja aceptación popular del presidente), ya que está próximo a completar el ajuste de su desequilib­rio externo, ayudado por una extraordin­aria cosecha (creció más de 50 millones de toneladas). La economía brasileña posiblemen­te crezca este año más de 1%, después de haber caído más de 3% el año pasado. Esta dinámica es muy positiva para Argentina. Cuando la economía brasileña crece, se fortalece el real, suben las compras de productos argentinos y el turismo. Claramente la economía brasileña dejará de ser un lastre para nuestra economía y contribuir­á a nuestra recuperaci­ón. La recuperaci­ón argentina, y la suba del gasto interno provoca algunos riesgos: que el mundo cambie su humor hacia países emergentes y decida dejar de financiar el proceso gradualist­a. Esperemos haber estado utilizando ese endeudamie­nto para sentar las bases adecuadas y ampliar la capacidad productiva para que, llegado ese escenario no debamos retornar a viejas prácticas con ajustes desordenad­os de cuentas.

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HORACIO CARDO

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