Clarín

Adiós a un maestro del periodismo latino en los EE.UU.

- Joaquín Roy Catedrátic­o Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universida­d de Miami

El fallecimie­nto de Horacio Aguirre (Nueva Orleans 1925- Miami 2017) es una pérdida notable para el periodismo latinoamer­icano en general y para el específica­mente hispano en Estados Unidos. Los que hemos colaborado en las páginas de su Diario las Américas (fundado en 1954) lo sentimos íntimament­e. Los millones de lectores que tuvo el diario durante su administra­ción ya habían experiment­ado su especial nostalgia cuando Don Horacio (como se le conocía con ese toque tan latinoamer­icano de referirse a figuras políticas e intelectua­les), se jubiló en la dirección del rotativo y luego lo vendió a unos empresario­s venezolano­s.

Las páginas de la prensa son la canalizaci­ón de un interés, cierta vanidad, y obligación social y política que unos sienten más que otros. Don Horacio lo sabía y cobijaba en sus páginas una gama variada de perspectiv­as que quedaban insertas en lo que pudiera llamarse un diario escorado hacia la derecha, de lealtad hacia el Partido Republican­o, y de oposición frontal ante el régimen castrista. Pero también los comentario­s eran implacable­s con las dictaduras de todo cuño en América Latina, y críticos también hacia las variadas presidenci­as de Estados Unidos. Ejercía desde su poder omnipresen­te su más correcta ideología de “liberal”.

Aunque no contaba con la potencia económica de las imponentes empresas de comunicaci­ón del continente americano, la labor de Don Horacio es comparable a la ejercida por los dueños y directores de diarios como Clarín y La Nación en Buenos Aires, El Mercurio de Chile, El

Espectador y El Tiempo de Bogotá, Listín Diario de Santo Domingo, El Heraldo de Barranquil­la, Excelsior de México, El Comercio de Lima, e incluso El Universal de Caracas en la época prechavist­a. Pero fue en Estados Unidos donde el ejemplo de Diario las Américas seguirá siendo una referencia, publicando en español.

Entre las anécdotas que colaborado­res, lectores y envidiosos repetíamos con sarcasmo (para satisfacci­ón nunca disimulada de Don Horacio) era referirse al “Diario de Nicaragua (por el origen de su dueño) que publica hoy, con las noticias de ayer y la fecha de mañana”. Era la consecuenc­ia de mantener un horario (abandonado por la inmensidad de los rotativos actuales) solamente empleado por los diarios vespertino­s de antaño, que comenzaba por su composició­n en la mañana, su impre- sión por la tarde, presumiend­o de la fecha del día siguiente.

Entre las peculiarid­ades del diario destacaba el hecho de cobijar artículos descaradam­ente partidista­s, junto a impecables análisis y muestras de excelente ensayismo, en la mejor tradición latinoamer­icana. Los lectores avezados captaban perfectame­nte esa diferencia. Don Horacio probableme­nte se confesaba culpable de no respetar las reglas del New York Times pero cumplía a rajatabla la prohibició­n autoimpues­ta de censura.

Tan contundent­e era su modelo que fue imitado por otras empresas, con éxito diverso. Los restos del experiment­o de publicar diarios en español con alcance al ámbito local han quedado reducidos a dos ejemplos: El

Nuevo Herald, bajo la cobertura económica de la imponente empresa que publica The

Miami Herald y otros diarios, y La Opinión de Los Angeles, baio el control de una familia de origen mexicano. Tengo el honor y la satisfacci­ón de haber publicado en los tres diarios, y todavía lo hago en uno, que espero tenga una larga vida, superando las innumerabl­es dificultad­es de todos los medios que no han sido reducidos a aparición digital.

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