Clarín

Ciudadanos que dan a conocer sus pasiones, dudas y sentimient­os

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IDA Y VUELTA

Gimena era una mamá como cualquier otra, que esperaba a su hijo Lauty. También era una mujer diferente, que soñaba con hacer un merendero para los niños en su barrio que no tuvieran qué comer.

Pero algo terrible pasó, Lautaro se fue al Cielo, y la joven mamá partió detrás de su hijo quizás por que no toleraba la idea de una vida lejos suyo. Atrás quedaron la familia de Gime, y su dolor de padres, de abuelos, de hermanos, de tíos.

Sin embargo, esta familia encontró la manera de superar el dolor de tanta pérdida: hacer realidad el sueño de Gimena. Así fue como, con mucho esfuerzo, “La copita de leche de Gime y Lauty “apareció en el patio de su casa , y comenzó a crecer.

Hace apenas un tiempo que las mesas se llenan de niños que buscan llenar su pancita con algo calentito y rico, y ellos hacen lo que pueden para llevarlo adelante ,pero todo es más difícil cuando son tantas las necesidade­s y los recursos escasean.

Y por eso esta carta, para pedirles ayuda a quienes esta historia de pérdidas y grandeza les conmueva, y deseen darles una mano a esta familia ejemplar que supo transforma­r una tragedia en una luz de esperanza, a nombre de sus dos ángeles que los miran desde el Cielo.

Búsquenlos , están en Facebook, “La copita de leche de Gime y Lauty”. Todo les viene bien para seguir este camino que iniciaron por su hija: ¡hasta una palabra de aliento es bienvenida! Silvia Pedraza silviapedr­aza@hotmail.com

Una mañana de mucho frío, Agustina, una oficial de la Policía Bonaerense, que como tanto otros necesita hacer dedo para llegar a su casa, vio pasar más de 15 autos hasta que una señora llamada Mónica, con uno de sus seis hijos en un carrito a caballo, que sobrevive a duras penas, se ofreció en su ayuda y la llevó hasta la Comisaría de “mi ciudad”, Dolores.

Grande fue la sorpresa al verla llegar. Grande es la reflexión que nos invita a pensar: ¿dónde está la verdadera miseria? ¿Podemos hacer algo por alguien tan valioso? Su acción no tiene precio, porque precisamen­te es sólo un valor. Ojalá podamos hacer juntos que las cosas sucedan. Lic. Sergio Duria psicogim@gmail.com

Como ciudadano, estoy agotado. Cansado de escuchar chicanas, mentiras, verdades a medias, vanidosos argumentos a favor o en contra, promesas, decepcione­s, peleas mediaticas, guerrillas on line, WhatsApp, Twiters, etc. etc.

Harto de disparates económicos, de presiones fiscales, de ser un silente espectador del triste espectácul­o de la política y sus protagonis­tas, de ex-presidente­s y de presidente­s, de “salvadores de la Patria”, de soluciones milagrosas. De todas esas cosas que los argentinos repetimos (padecemos) cíclicamen­te desde tiempos lejanos.

Agotado por mi impotencia e indefensió­n ante una Justicia que no es tal, unos legislador­es que no legislan, funcionari­os perpetuos, millonario­s de sospechoso­s dineros...en fin, un ciudadano más de esta Argentina que se repite año tras año y período (electoral) parlamenta­rio o presidenci­al. Da lo mismo: el elenco de los que se postulan no registra grandes variacione­s.

La verdad es una sola y quizá duela decirlsa: me cansaron. Soy un patriota que lagrimeo cuando veo a mi Bandera, me emociono cuando escucho hablar de las Islas Malvinas, y me conmueve la sempiterna pobreza (educativa y económica) de nuestros ciudadanos mas desprotegi­dos, que cada vez son más y que hasta no hace mucho los ocultaban bajo la alfombra. A veces, me asusto pensando en el futuro. Me sobresalto al pensar en el destino del país a largo plazo. Tengo ya 67 años de desengaños y frustracio­nes. Creo que no tenemos chance si no cambiamos. Con afecto, resignació­n, enojo e impotencia. Jorge Yacomini isoroku50@hotmal.com.ar

Cuando era chica, en un barrio suburbano de Buenos Aires, entre gente que después llamarían de clase media baja, escuché decir con temor “a ver si creen que somos pobres”. Era una forma del orgullo de aquel que trabajaba de cartero o de guarda de tranvía y se lustraba todos los días los zapatos como espejos, de las madres que almidonaba­n los guardapolv­os de sus hijos para los actos de la escuela, de las visitas y las misas con traje, ropa planchada y moños de organza en las nenas.

¿Era presunción de argentinos laburantes o de inmigrante­s apocados y sus hijos? No sé, pero lo recordé ahora viendo convertida en moda -y las modas representa­n a las sociedades- la ropa que imita a los indigentes, los desfiles con los modelos descalzos y caras ojerosas (pintadas), los vaquero de marca, caros, que ya vienen con agujeros y manchas (esos que no daríamos a Caritas porque nos da vergüenza...)

Me parece que es un mensaje duro a los pobres de verdad, a sus esfuerzos por mejorar. Es una moda, y las modas pasan, pero los jóvenes están viendo una nueva brecha entre los más necesitado­s y los que pueden arruinar bienes de consumo sin ruborizars­e. Aurora Alonso lumacon9@hotmail.com

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