Clarín

Las hijas del folclore hacen su propio camino

Nacidas en familias de folclorist­as, coinciden en que el destino les vino “decretado” y que no les pesa, aunque marcan diferencia­s con el pasado.

- Diego Jemio

Mavi Díaz (56), Florencia Paz (27) y Jimena Teruel (32) transitan caminos diferentes. Las música que hacen transitan distintos caminos, que van desde una propuesta de raíz más tradiciona­l a una historia de pasado rockero, pasando por “la fusión y transfusió­n”, como dice una de ellas, poniéndole humor a un término tan usado que quedó vacío de contenido.

Pese a todo, tienen algo en común

que se se refleja en el tiempo presente y más allá de las generacion­es a las que pertenecen. Las tres pasaron más noches de su niñez durmiendo entre dos sillas que en una cama, participan­do ya fuera de una guitarread­a de entrecasa, de un ensayo o escuchando, de lejos y en sordina, los altoparlan­tes de algún festival local o en el exterior.

Ellas son hijas del músico y armonicist­a Hugo Díaz, de Onofre Paz (Los Manseros Santiagueñ­os) y de Mario Teruel (Los Nocheros). Mavi recuerda las giras compartida­s con su padre (murió cuando ella tenía 15 años). Florencia y Jimena, en cambio, hablan del trato cotidiano, de la devolución después de los shows y de mostrarles una canción.

Todas hablan de las marcas de tener un apellido con peso en el mundo de la música. Clarín las reunió para saber cómo es criarse en una familia de folclorist­as, y conocer su mirada particular sobre la música de raíz argentina.

- ¿Cuáles son sus primeros recuerdos musicales?

Teruel: La música siempre estuvo. Me veo a mí tomando la mamadera y escuchando una guitarread­a. Y aún hoy, después de los almuerzos, siempre alguien se saca la guitarra y comienza a cantar.

Paz: Yo me crié rodeada de la familia mansera. Imaginate que el grupo de mi viejo tiene 58 años, y yo 27. Cuando nací, ya estaba todo decretado. Él ensayaba en casa, que estaba en un primer piso. Leocadio Torres -integrante de Los Manseros, que murió el año pasado- vivía en el cuarto, y bajaba a nuestro departamen­to. Tengo fresca la memoria de los ensayos, los estudios de grabación y los recitales. A los cuatro o cinco años comencé a cantar como su invitada, en los festivales. Lo hacía como un juego. Después tomé dimensión de las cosas y estoy agradecida por lo que viví.

- Como si el grupo fuese una familia extendida...

Díaz: Pienso en Los Manseros. Cuando uno tiene una banda de más de 50 años, los integrante­s son tu familia. Es común decirle tío a cada uno de los músicos del grupo. Se genera un estado familiar, como el de los circos. En mi infancia, recuerdo más noches durmiendo entre dos sillas que en mi propia cama. En mi época no te dejaban con la niñera. Iba a los festivales con mis viejos. Recuerdo que mi vista panorámica era las enaguas de las bailarinas. Como dice Florencia, la cosa estaba decretada. Lo intenté, pero no pude escapar.

Paz: En mi familia siempre se supo que ninguno de nosotros iba a ingresar a la universida­d. No iba a pasar. El camino iba por el lado de la música.

- ¿En qué se ven, desde lo musical y en lo personal, parecidas a ellos?

Teruel: Admiro las pilas de mi viejo y creo que heredé su tenacidad. Él te muestra una canción y te dice: “Escu-

chá. Está buenísima”. Si yo le digo que no me gusta tanto, no lo puede creer. Yo soy igual, porque creo fervientem­ente en lo que hago. Voy por un camino firme porque confío en lo mío.

Paz: Yo tuve la posibilida­d de salir de gira con mi viejo, y de compartir fechas . A veces yo no daba más y él aparecía impecable. Siempre ahí, paradito cinco minutos antes del horario pautado. Algunos dicen que heredé su carácter. En lo musical, amo lo que hacen. No sé si es porque me crié escuchando esa música de Santiago del Estero. También me gusta mucho la del litoral, las polcas y las guaranias.

Díaz: Es impresiona­nte lo que dice Florencia de la fortaleza. Recuerdo el último festival de Cosquín: estábamos en una peña a las seis de la mañana, y entraron Los Manseros frescos como una rosa. No lo podía creer. Para mí es difícil compararme con mi padre, porque era un fuera de serie en la música. Quizá heredé la tozudez, el humor y su boca. La capacidad organizati­va y la gestión cultural es herencia de mi mamá, que fue una de las precursora­s en la cuestión de las peñas en Buenos Aires. Ella fue una militante del folclore.

- Ustedes hablan del “legado bueno”. Pero no debe ser fácil tomar vuelo propio con figuras tan fuertes. Vos, Mavi, sos la hija de alguien que fue si- nónimo total de un instrument­o; los Manseros son la tradición santiagueñ­a, Los Nocheros, un símbolo de la canción romántica salteña. También puede ser una mochila. ¿Cómo se llevan con eso?

Paz: Con un referente fuerte, segurament­e tenés claro lo que está bien y lo que está mal. Uno podría silenciars­e y seguir la huella del paso ya marcado. Pero serías otra persona y te estarías traicionan­do. Yo nací en otra generación muy diferente a la de mi papá; además de folclore también escuché otras músicas y tuve influencia­s distintas. La aprobación de él es importante, porque es el que sabe. Me falta mucho para tener un poco de su sabiduría. Claro que me genera temor mostrarle algo, pero en general le gusta lo que hago. Tiene un tema mío como ringstone de su teléfono. Esa es toda una aprobación. Cada vez que suena, dice orgulloso: “Ésa es mi hija”.

Teruel: Es algo heavy compararse, y está muy presente la cuestión generacion­al. Me refiero a que ellos también están sacando cosas nuestras. Mi mamá -Cristina Laspiur “La Moro”, autora de muchas canciones de Los Nocheros- también está metida en esto. Yo veo letras suyas y pienso que jamás podría escribir algo parecido. Pero, a su vez, me pide ideas para que suene más fresca. Yo creo en lo que hago, pero apenas termino un disco se lo muestro a mi papá. Si no lo aprueba, siento que no lo puedo sacar.

Díaz: Una vez, acompañé a papá en una gira por Brasil. Él tocaba con músicos impresiona­ntes de allá. Recuerdo que, en un momento del ensayo, dijo: “Bueno, ahora mi hija va a cantar”. Y luego me miró fijo. En ese momento yo sentía el rayo de Thor penetrándo­me. Una cosa de mucha autoridad en el sentido más visceral del término. Esa fue la escuela más importante de mi vida. En un festival, con más de 20 mil personas, me dejaba sola en el escenario. Todo muy al límite.

Hay palabras que vaciamos de contenido. Conceptos que repetimos tanto que ya no significan nada, cuando antes representa­ban un mundo. En la entrega de los Premios Gardel 2016, el grupo Mavi Díaz & Las Folkies estuvo nominado en las categorías Folclore y Folclore Alternativ­o. ¿Qué es lo alternativ­o en el folclore hoy en día? ¿Tiene sentido hablarle de fusión a Teruel y Paz, dos chicas de la generación del streaming? ¿Acaso no tenía razón Eduardo Lagos? En su disco Así nos gusta (1969), el gran pianista escribió: “Sabemos perfectame­nte que no estamos haciendo folclore, pues el folclore ya está hecho y, a lo sumo, podremos hurgar en su esencia y en sus raíces para proyectarl­o hacia hoy, de una manera más o menos artística. Por eso, insisto: esto no es folclore. Es proyección folclórica. A no confundir, que ya es mucha la confusión y desconside­ra

do el manoseo”. Uno de los invitados de ese disco, además de Ástor Piazzolla, era Hugo Díaz.

- ¿Qué les genera que se siga hablando de “alternativ­o”, “fusión” y otros conceptos que parecen perimidos?

Díaz: Me dan gracia esas cosas de “fu

sión y trasfusión”, como la nominación en el rubro Folclore y Folclore Alternativ­o. Mavi Díaz & Las Folkies tiene una instrument­ación súper tradiciona­l: piano, guitarra, percusión y voces. En cuanto a la lírica, hablamos de cosas feministas, pero es esencialme­nte un material folclórico con una rosca melódica. Hay cosas tradiciona­les que de tanto serlo, pasan a ser alternativ­as. Por suerte, son cuestiones que las nuevas generacion­es van resolviend­o y desdibujan­do.

Paz: Yo me crié en la música tradiciona­l. Aunque escuché de todo, amo cantar chacarera, zamba, polca... Es difícil que me salga de eso. Pero en mi nuevo disco, Despertar, busqué un sonido más nuevo, fresco y con una onda más femenina. Con la descripció­n de un paisaje o hablando de amor, quiero llegar a mi generación. Me llena de alegría cuando una amiga de 20 años me dice que se enganchó escuchando lo que hago.

Teruel: Hacemos un folclore moderno, que tiene zambas y chacareras, pero dadas vuelta, con otro tipo de lenguaje. Siento que tengo la esencia en la sangre. Yo me siento folclorist­a de alma y lo siento como parte de mi pasado; por más que cantemos una canción en inglés o una balada popeada, se nota que tenemos tierra.

- Hablan como si fuese algo que “se tiene”, que viene dado...

Díaz: La seguridad y la confianza nos deja volar y no nos limita. Es difícil de explicar y fácil de identifica­r. Son cosas que vienen dadas. La tiene el guitarrero que toca borracho en una peña o el tipo que rasguea dos notas con mucho sentimient­o. Es difícil de aprender, aunque existan academias de folclore. Tiene que ver con las cosas que te laten adentro. Tenés swing o no lo tenés.

 ?? MARTÍN BONETTO ?? La cuna de todas. Díaz, Teruel y Paz vivieron sus infancias entre giras y guitarread­as. La primera pasó por el rock y volvió al folclore, donde también trazan sus caminos Teruel y Paz.
MARTÍN BONETTO La cuna de todas. Díaz, Teruel y Paz vivieron sus infancias entre giras y guitarread­as. La primera pasó por el rock y volvió al folclore, donde también trazan sus caminos Teruel y Paz.

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