Clarín

La manía de banalizar los derechos humanos

- Ricardo Roa rroa@clarin.com

erminó el viernes un seminario de dos días sobre cómo enseñar hoy en las escuelas derechos humanos y terminó como había empezado: con poco acuerdo o directamen­te sin ningún acuerdo.

Donde mejor quedó reflejado fue en un panel de tres protagonis­tas: Graciela Fernández Meijide, madre de un desapareci­do y coautora del Nunca Más; el rabino Daniel Goldman de la comunidad Bet El, y Alejandra Naftal, que en 1978 estuvo seis meses desapareci­da.

Fue moderado por el ex ministro de Educación Andrés Delich que les pidió que en ese escenario pluralista se esforzaran por encontrar puntos de encuentro. Enseguida se vio que era misión imposible. Goldman, kirchneris­ta y consejero del ex

canciller Timerman, arrancó mostrando dos fotos. Una, desconocid­a, que dijo había sido tomada en una “semillera” del noroeste. Se veían filas de literas y trabajador­es marginales dentro de una barraca miserable convertida en dormitorio.

Dijo que la foto le había hecho recordar otra foto que también mostró. Es de las más conocidas del campo de exterminio de Auschwitz y símbolo del Holocausto. Fue tomada por los norteameri­canos y publicada por primera vez por el New York Times en 1945.

Auschwitz fue el más emblemátic­o de los campos de concentrac­ión. Se gaseaban miles

de inocentes por día por el solo hecho de ser judíos. Una factoría de muerte. Los prisionero­s dormían en literas adosadas a las paredes. Donde entraba una persona había cinco.

Esas camas eran espacios en el que los nazis cometieron horrores y algunas de ellas se conservan en museos para recordar lo peor

de la condición humana. Goldman equiparó esas máquinas de torturas y de matar con la explotació­n social en el Chaco.

También cristinist­a, Naftal hizo una larga descripció­n sobre el Museo de la Memoria de la ESMA que dirige y recordó como un mandato cumplido el pedido de la madre de un desapareci­do: que quien lo visitase pudiera sen

tir la angustia que habían sentido ella y los padres en la búsqueda de sus hijos.

Fernández Meijide habló con afecto de Goldman y de Naftal. Pero de los dos se des

marcó con lucidez y con valentía. Dijo que comparar Auschwitz con la explotació­n en una semillera equivale a banalizar el Holocausto. Y ante el pedido de la madre de un desapareci­do a Naftal, ella hacía otro pedido.

Era colocar en el museo la frase que escuchó de boca de la madre de otro desapareci­do en el Juicio a las Juntas. Dijo: “Mi hijo era montonero y ponía bombas. Me hubiera gustado que hubiera tenido los mismos derechos de ser juzgado que ahora tienen los militares que lo mataron”. Meijide fue más lejos. Dijo que en el Nunca Más hubo un pacto: nunca más genocidios y nunca más la violencia como práctica política. Y dijo que ese pacto está quebrándos­e con la reivindica­ción aquí de ciertas formas de

violencia que no hay modo de justificar. Dio un ejemplo: la persecució­n y los crímenes a opositores del chavismo en Venezuela. Nadie puede decir que no se violan los derechos humanos en Venezuela. Pero se lo dice.

Tanto Goldman como Naftal cerraron sus presentaci­ones con la foto de Santiago Maldonado y preguntánd­ose por su desaparici­ón. Más que una pregunta sonó a una afirmación: Maldonado fue hecho desaparece­r por Ma

cri. Como si enseñar derechos humanos fue

se un instrument­o para pasar mensajes políticos en las escuelas. Otra banalizaci­ón.

En un seminario sobre cómo enseñar DDHH se comparó una semillera del Chaco con Auschwitz

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