Clarín

Isabel II

La sucesión de la reina desata una crisis palaciega en el Reino Unido

- PARIS. CORRESPONS­AL María Laura Avignolo mlavignolo@clarin.com

Reina de Inglaterra

Crisis palaciega

Tuvo que echar a su secretario privado que apuntaba a modernizar la Casa Real inclinando la sucesión hacia William y Henry. En el despido influyó Carlos, quien no quiere obstáculos en su camino al trono.

La longevidad de la reina de Inglaterra no deja de crear tensiones y alimenta el misterio sobre quién la sucederá en el trono. Los cruces entre la reina Isabel, de 91 años, y el príncipe Carlos (69), el heredero que más esperó una corona, sumado al retiro oficial de su padre, el príncipe Felipe, generaron una sangrienta guerra de posicionam­iento en el interior de la fami

lia real que acaba de “decapitar” al secretario favorito de Isabel II.

Sir Christophe­r Geif, ex militar de inteligenc­ia, productor de ovejas en la isla de Harris y devoto realista, fue la víctima de este proceso, que él mismo intentó conducir, para modernizar la monarquía. En una rara acción co

mún, el príncipe Carlos y su hermano, el príncipe Andrés le exigieron a su madre, la reina, que lo despidiera.

El diario The Times lo contó como una intriga medieval mediáticam­ente contemporá­nea, en una investigac­ión exclusiva. Las tensiones se iniciaron cuando el príncipe Felipe, esposo de la soberana y administra­dor de los bienes reales de los palacios de Sandringha­m y Balmoral, decidió su retiro. El príncipe Carlos dijo que él administra­ría ambos estates y los reconverti­ría a la agricultur­a orgánica.

Al mismo tiempo, anunció que había que cerrar el palacio de Buckingham y transforma­rlo en un monumento histórico. Dejarlo abierto a todo el año a los turistas y generar beneficios porque, con sus 700 habitacion­es, no era ni sustentabl­e ni moderno para ejercer funciones. Él prefiere mante- ner su residencia en el pequeño palacio de Clarence House junto a Camilla, la duquesa de Cornwall.

Ante este aluvión de demandas para un nuevo rol de un rey en espera y la frustració­n que eso generaba, Sir Christophe­r convocó a los Royals ya su staff a una reunión en mayo. Allí bajó una línea dura: Buckingham Palace, Clarence House y Kensington Palace, donde viven los príncipes William y Harry más Kate, la duquesa de Cambridge, debían trabajar juntos. Todos formarían parte del Clan Windsor para acompañar a la reina en sus actividade­s ante el retiro del duque de Edimburgo. Se olvidó que el palacio

es un nido de celos de protagonis­mo.

Durante la conversaci­ón, en la suntuosida­d del salón de trono y bajo una decoración victoriana, Sir Chistopher mencionó los temas que interesan a la corona y precisó que las organizaci­ones de salud mental, como las que promueven William, Kate y Harry, no estaban en sus prioridade­s de patronazgo.Lo escucharon 500 empleados ro

yals de todos los palacios de la familia real incómodos. Y muchos, furiosos.

Un día después, el príncipe Carlos pidió una audiencia a la reina, su madre, y le exigió: “Este hombre se tiene que ir”. Tuvo un inesperado apoyo en su hermano, el príncipe Andrés, que reclamó lo mismo. El secretario fue quien lo había hecho renunciar como embajador de negocios, cuando se conoció su vínculo con un estadounid­ense acusado de violacione­s. Andrés le cobró al secretario privado querer reducir el rol de sus hijas, las princesas Eugenia y Beatriz, en la familia real. También era Sir Christophe­r quien fijaba el presupuest­o y le impedía al príncipe tomar aviones privados y helicópter­os en vez de aviones de línea. Por primera vez, la reina no tuvo otro remedio que aceptar. El “ejecutor” del secretario fue el conde Peel, Chamberlai­n de la casa real, que despidió al secretario que durante 10 años

manejó todos los asuntos de la reina. La antipatía de Clarence House y Carlos y el duque de York con el secretario era notoria. Samantha Cohen, australian­a y secretaria número dos de la soberana, renunció en solidarida­d. En Kensington Palace, Harry y William hicieron saber que para ellos era “un mentor, un gran amigo y gran servidor público” y que no tenían “nada que ver con esta ruptura”. El príncipe Andrés, que mantiene una relación muy difícil con su hermano y futuro rey, vio una gran posibilida­d de atacar a Sir Christophe­r, quien tuvo la idea de reducir la familia real a Carlos, Camilla, Harry, William y Kate y dejar a todos los demás afuera. El heredero tiene su propia agenda. Aunque cada palacio esté separado por unos pocos kilómetros en Londres y con intereses opuestos: Harry, William y Kate no estuvieron dispuestos a compartir nada de sus celebracio­nes por los 20 años de la muerte de Lady Di, su madre, con el palacio de Buckingham o Clarence House. Tampoco consultaro­n la decisión de Harry de pedir privacidad a la prensa por su novia, la actriz Meghan Markle, lo que fue una especie de reconocimi­ento oficial del romance. Se trata de un estilo al que los cortesanos del palacio de Buckingham no están acostumbra­dos. Pero ellos son el futuro de la monarquía y los más populares. Un cambio de guardia está en mar

cha en la Casa de Windsor. Con 91 años, la reina quiere paz y no feudos, que siempre existieron pero ahora trasciende­n. El rey en espera pretende reemplazar a su madre en actos importante­s para conseguir visibilida­d tras aguardar su llegada al trono desde que tiene 3 años. Pero después del 20° aniversari­o del trágico final de Diana, su ex mujer, un sondeo de You Gov estableció que un sólo un tercio de los súbditos británicos cree que el príncipe Carlos “fue beneficios­o para la Familia Real”. En cambio, la mitad considera que el príncipe William “fue muy beneficios­o para la monarquía”. En Australia, donde Carlos sería el jefe de Estado cuando su madre muera, el 55 % se inclina por una república si él se convierte en soberano.

Carlos será un monarca anciano cuando llegue al trono. Las tensiones pueden crecer si decide ignorar los consejos de su madre: corre el riesgo de ser un rey muy impopular.

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 ??  ?? Sonrisas. Felipe de Edimburgo, la reina Isabel II y el príncipe Carlos, el primero en la línea de sucesión.
Sonrisas. Felipe de Edimburgo, la reina Isabel II y el príncipe Carlos, el primero en la línea de sucesión.

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