Proponen cúpulas como protección contra huracanes
En 1960, Buckminster Fuller construyó una cúpula en la feria que se hizo por los 150 años de la Revolución de Mayo.
Primero el Harvey, después el Irma y ahora el María: está claro que los huracanes serán cada vez más frecuentes por el cambio climático. Con la mirada puesta en el futuro, los expertos están desempolvando viejas utopías del siglo pasado, como enormes cúpulas geodésicas que podrían proteger ciudades enteras. Ni más ni menos como la que inventó Buckminster Fuller en los 40 para cubrir Manhattan.
Hace unas semanas, con el huracán Harvey castigando Houston, muchos expertos aseguraron que una cúpula hubiera ayudado frente al clima. También hubo muchos escépticos.
A pesar de lo alocado de la idea de construir una cúpula más alta que el edificio más alto del centro de Houston, los ingenieros aseguran
que es posible. El año pasado, el canal de divulgación científica Discovery Channel presentó una serie de inventos futurista en su programa
Mega Enginieering que incluía, justamente, como sería una cúpula sobre Houston de 460 metros de alto y 1.600 de diámetro.
Construir esa cúpula requiere bastante talento ingenieril, materiales y técnicas novedosas. El Eden Project, por caso, un complejo medioambiental de 50 hectáreas que existe en Inglaterra desde hace más de 15 años, posee las cúpulas geodésicas más grandes del mundo y
ninguna supera los 50 metros de alto. Allí entraría cómoda la Torre de Londres pero no alcanza para un rascacielos.
Este proyecto del arquitecto Nicholas Grimshaw fue construido sobre una cantera de arcilla y permite el crecimiento de distintos tipos de plantas en micro climas generados artificialmente. La estructura sirvió de escenario en la película 007: Otro día para morir, la vigésima de la saga de James Bond.
Esas enormes cúpulas esféricas del Eden Project tienen un nombre: Bucky Balls. Se llaman así en honor a Buckminster Fuller, su inventor y más enfático promotor. Fuller fue un personaje imposible de encasillar. Fue arquitecto, ingeniero, inventor, matemático, filósofo y ar
tista al mismo tiempo, sin ser nada de eso. Este estadounidense, nacido a fines del siglo XIX, tuvo visiones cautivantes y utópicas para un futuro que todavía excede nuestro tiempo. Sus propuestas podían parecer exageradamente ingenieriles y funcionalistas, pero ante esas críticas, él solía decir: “Nunca trabajo con objetivos estéticos, pero si un trabajo no es bello, considero que no es bueno”.
En los años 30, después de haber sido rechazado por el mundo de los negocios, Fuller fundó su nuevo hogar en Greenwich Village, Manhattan. Allí conoció a artistas como Sandy Calder, Arshile Gorky y Isamu Noguchi que influenciaron su pensamiento y decidió dedicar su vida a encontrar la manera en que trabaja la naturaleza. Diseñó un auto con tres ruedas, la cú-
pula geodésica, una casa y un baño, todos con los sellos inconfundibles de su visión futurista.
Pero la principal preocupación de Fuller no era tecnológica sino ambiental: quería ofrecer un ambiente totalmente controlado para las ciudades. Esa misma idea lo llevó a proponer una cúpula geodésica para cubrir el centro de Manhattan: un pulmón de acero que protegiera a la ciudad del smog y de un posible ataque radioactivo. Su proyecto era la atmósfera.
Mucho antes de sus realizaciones en Canadá, Buckminster Fuller tuvo la oportunidad de construir una de sus cúpulas en Buenos Aires. Fue en 1960, en la feria que se montó para el Sesquicentenario de la Revolución de Mayo.
La exposición funcionó en los terrenos aledaños a la Facultad de Derecho. De aquella muestra quedó el puente de hormigón que cru
za la avenida Figueroa Alcorta (demolido y vuelto a construir). La participación de Fuller consistió en el diseño del pabellón de Chrysler.
Una burbuja tan grande como para encerrar a una ciudad, o a su zona céntrica al menos, se extendería por mas de 200 hectáreas, lo que la convertiría en la mayor estructura de techo del mundo. Para cubrirla se necesitarían 147 mil
paneles de 15 metros de diámetro, pero no de vidrio, porque el peso sería enorme.
En Eden Project se usó Etfe, un producto alemán, que es 99 por ciento más liviano que el cristal, más flexible y sobre todo, duradero. Hay que empezar a pensar que las cúpulas del futuro tendrán que soportar huracanes.