Un duelo tenístico que llegó a la pantalla grande “Borg - McEnroe: La película” refleja el enfrentamiento en la final del torneo de Wimbledon de 1980.
Dentro de los estrenos que renovarán la cartelera porteña mañana, nítdamente se destaca Borg - McEnroe:
La película, que cuenta el enfrentamiento entre estos dos colosos del tenis en la final de Wimbledon de 1980.
Dirigida por el danés Janus Metz, está coprotagonizada por Sverrir Gunadson, como el sueco Björn Borg, y el estadounidense Shia LaBeouf comoJohn McEnroe.
La grandeza, la historia y hasta la belleza del deporte parecen construirse alrededor de ciertas rivalidades. Podemos citar Leonard-“Mano de Piedra” Durán o Clay-Frazier en el boxeo, Messi-Cristiano Ronaldo en el fútbol contemporáneo, Carl LewisBen Johnson en el atletismo de velocidad y Sebastian Coe-Steve Ovett en carreras de mediofondo, Magic Johnson-Michael Jordan en el básquet de los ‘90. Rivalidades entre atletas, equipos, países, que muchas veces consti- tuyen la “sal” de los acontecimientos deportivos.
El tenis tiene de las suyas, como lo fueron el duelo Agassi-Sampras en los ‘90 y Federer-Nadal hasta nuestros días. En esa misma línea, resulta casi incomparable (aunque breve) el duelo Borg-McEnroe. Se extendió apenas por dos o tres temporadas, y tuvo pocos capítulos (14 partidos). Pero algunos de ellos, sobre todo lo que significó la final de Wimbledon de 1980, quedan entre los juegos más importantes de la historia del tenis.
Björn Borg, el enigmático sueco oriundo de Södertlage y conducido técnicamente por el maestro Lennart Bergelin, fue un prodigio juvenil, a los 17 años estaba entre los principales jugadores del mundo. Entre 1975 y 1980 su reinado solamente fue discutido por Jimmy Connors (y nuestro Guillermo Vilas en 1977).
Pero el sueco era prácticamente imbatible en dos territorios que definen a este deporte: las canchas lentas de Roland Garros y el césped de Wimbledon. Y no se basaba tanto en su técnica, aunque ésta era depurada, sino en su velocidad (infernal) y en su mente (inquebrantable), jamás un gesto traslucía emociones.
Borg había ganado el campeonato de Wimbledon en cuatro oportunidades consecutivas y en aquel verano de 1980 se encaminaba al récord del quinto título, una hazaña que se consideraba el Everest de este deporte (hasta que en nuestros días, Federer la eclipsó).
John Patrick McEnroe Jr., nacido en Wiesbaden (Alemania) donde su padre cumplía el servicio militar, pero criado en Brooklyn, era la perfecta antítesis de Borg: un juvenil revoltoso, en constante polémica con árbitros y rivales. Un gritón, un “maleducado”. Pero de un talento incomparable, con una muñeca mágica que le permitía salir de las situaciones más complicadas. McEnroe protagonizó unos cuántos escándalos en las canchas pero, en cuanto colocó la velocidad crucero a fines del ‘79, le discutió aquel reinado a Borg y Connors.
La final de Wimbledon del 5 de julio de 1980 era el partido soñado: Borg, por la hazaña de la quinta corona, McEnroe, por el triunfo que necesitaba para destronarlo. Y se dio tal como se esperaba. Para los testigos de aquella tarde, resultó el juego de tenis más grande de la historia. McEn- roe aplastó en el primer set (6-1), Borg lo revirtió en los dos siguientes (7-5 y 6-3). En el cuarto, las emociones fueron incontenibles, el norteamericano forzó un tie-break donde levantó cinco match-points y terminó ganando por 18-16. Increíble. Pero si alguno podía derrumbarse por esas oportunidades perdidas, no era Borg. La máquina seguía a pleno y su 8-6 en el quinto y decisivo set le dio la victoria. Sería la mayor pero, también, se- ría la última.
“Supermac” se cobró revancha dos meses más tarde en su terreno favorito, donde la atmósfera tumultuosa y la cancha de cemento de Flushing Meadow lo hacían sentir en casa. El US Open fue un “karma” para Borg, el gran título que no pudo ganar. Y al año siguiente, McEnroe fue definitivamente imbatible. Triunfó en la revancha de Wimbledon y allí sí, se convirtió por varios años en el número 1 del mundo. Aquel mismo día, Borg decidió su retiro. Tenía apenas 25 años.
Borg había ganado Wimbledon en cuatro años consecutivos y se encaminaba al récord. McEnroe era la perfecta antítesis de Borg: un juvenil revoltoso, un gritón, un “maleducado”.