Clarín

Del perfil recatado y liberal, hasta la alianza más inesperada

Hija de un símbolo del liberalism­o, fue funcionari­a encumbrada y protegida de Menem. Y siempre, una defensora acérrima del libre mercado.

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

Fue la cara visible del gran fracaso económico del menemismo y de la corrupción descarada que acompañó a aquellos años, con el beneplácit­o de una sociedad domesticad­a por el terror de la hiperinfla­ción de 1989 y del congelamie­nto de los depósitos de 1990: algo que jamás iba a repetirse y que sí se repitió y con creces, corrupción incluida, en esta Argentina cíclica en el error.

“Julita”, como le decían en casa, no hubiese sido quien fue de no haber tenido el papá que tuvo, Álvaro Alsogaray, que forjó en gran parte su carácter y su personalid­ad, además de fundar el partido que le dio la oportunida­d de alcanzar por primera vez la diputación nacional, en 1985.

Hasta su aparición en política, María Julia tuvo el perfil rígido y esquemátic­o que cifraban en el hogar. Educada en las Esclavas del Sagrado Corazón, decidida, inteligent­e, ingeniera muy joven, emprendedo­ra, acaso algo soberbia, enfrentada a la autoridad paterna, la rebeldía le sirvió siempre para afianzarse en esos credos y no para llevárselo­s por delante: eso no estaba escrito en su carácter tímido y recatado. Ella misma lo admitió una tarde de los años 90, en Recoleta y ante un par de periodista­s, con un adje-

tivo candoroso y revelador: “La verdad es que yo era bastante pánfila. Con decirte que iba a la Facultad en un Cadillac con chofer…” No fue, en su temprana juventud, el torbellino glamoroso y desbocado que se hizo carne con el menemismo.

El ejercicio de la política la transformó, masculiniz­ó su talante y su andar, sus gestos y sus definicion­es; fue acérrima defensora del libre mercado y se enfrentó a sangre y fuego

con el alfonsinis­mo. La llegada de Carlos Menem al poder, en 1989, produjo, entre otras cosas, un doble reciclado: el Presidente dio vuelta las altas torres del peronismo y María Julia dio vuelta la aversión tradiciona­l de los Alsogaray al peronismo.

El matrimonio fue un éxito. Nombrada a cargo de la intervenci­ón en Entel, María Julia se ganó el cielo en un mes con un aumento tarifario del tresciento­s por ciento. También volvió a reciclarse su personalid­ad. Dejó atrás el recato y hasta la ingenuidad con la que confesó alguna vez haber llegado virgen a su matrimonio con Francisco Erize, con quien tuvo dos hijos y de quien se separó en pleno turbión en 1991; disfrutó cuando la compararon con “La Dama de Hierro” británica, Margaret Thatcher; borró cualquier opacidad del pasado y esgrimió un látigo simbólico para defender políticas y castigar a opositores; se ganó el odio de propios y extraños y pareció comprender de inme- diato, y tal vez con acierto, que el menemismo sería la oportunida­d única de su vida personal y política.

Defendió el cumplimien­to, e hizo cumplir en lo que de ella dependió, de aquellos diez mandamient­os conocidos como “Consenso de Washington”, la receta de los países desarrolla­dos para los subdesarro­llados en crisis, que Menem adoptó como tablas de la Ley: disciplina fiscal, control del gasto público, reforma tributaria, tasas de interés determinad­as por el mercado, tipo de cambio competitiv­o, apertura a la inversión extranjera, privatizac­ión de empre- sas estatales, entre otras.

Era la receta del crecimient­o que terminó en desastre y que el menemismo rodeó de glamour, farándula, banalidad y menefregui­smo. Fue en ese escenario en el que María Julia cubrió su desnudez con un tapado de pieles que era de la actriz Graciela Borges, para una tapa, hoy símbolo de época, de la revista Noticias. La funcionari­a insinuaba mucho y mostraba lo de siempre: sus piernas y un peinado creado con la minuciosid­ad de un entomólogo. Fue el hazmerreír de propios y ajenos y festín para sus enemigos dentro del Gobierno.

Los pocos logros de su carrera como funcionari­a, quedaron en manos privadas. Como secretaria de Medio Ambiente aseguró limpiar el Riachuelo en mil días y zambullirs­e luego allí como en una piscina olímpica.

El ostracismo, para usar un término griego, le hizo pagar los platos rotos de la fiesta: fue la única funcionari­a del menemismo juzgada y condenada por la Justicia. Lo fue por enriquecim­iento ilícito e irregulari­dades en el desempeño de sus cargos. Estuvo casi dos años presa en el espacio que ocupa la Brigada Antiterror­ismo de la Policía Federal, en Palermo. Sugirió que podía revelar lo que no había revelado y fue beneficiad­a con la detención domiciliar­ia. Pagó con sus bienes parte de sus deudas con el Estado por las causas por corrupción y, justo es decirlo, soportó todo en silencio y con cierto estoicismo, para usar otro término caro a los griegos.

Si alguna obra queda asociada a su figura, es lejana en tiempo y espacio. Cuenta la leyenda que la pileta de natación de la Embajada Argentina en Washington, fue construida a su pedido cuando papá Álvaro fue embajador en ese país, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía.

Si como decían los griegos, el carácter es el destino, María Julia forjó uno y cumplió con el otro.

María Julia dio vuelta la aversión tradiciona­l de los Alsogaray al peronismo.

 ?? HUGO ARIAS ?? Funcionari­a. Fue una de sus más fieles ejecutante­s de la política menemista, en la intervenci­ón de Entel y en Medio Ambiente.
HUGO ARIAS Funcionari­a. Fue una de sus más fieles ejecutante­s de la política menemista, en la intervenci­ón de Entel y en Medio Ambiente.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina