Clarín

CFK y el discurso de cuanto peor, mejor

- Martín D’Alessandro Politólogo, presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP)

Recienteme­nte, la expresiden­te Cristina Kirchner ha tenido una serie de declaracio­nes públicas destinadas a horadar las institucio­nes democrátic­as de la Argentina. La palabra de un/a expresiden­te tiene siempre un peso político y simbólico inusual, y mucho más, como en este caso, si está en una campaña electoral que definirá el futuro inmediato del país. Más allá del caso puntual, a partir de esos episodios es posible reflexiona­r sobre los populismos y el porvenir de la democracia.

Cristina Kirchner y los grupos que la promueven dirigen ataques efectistas y poco fundados ya no solo sobre el gobierno sino sobre algunos de los componente­s más importante­s de cualquier democracia: la transparen­cia del escrutinio y el respeto de la libertad de las personas, pues menospreci­ando las institucio­nes vigentes se ha hablado de manipulaci­ón electoral, de violencia estatal sistemátic­a y hasta de ausencia del Estado de Derecho.

Cualquier persona puede con todo derecho criticar al gobierno por sus políticas o por su forma de gestionar, pero ¿por qué alguien desprecia y/o deslegitim­a a las institucio­nes que le permitiero­n ejercer su vocación durante toda una vida, enriquecer­se, y tener un poder inédito en su país durante doce largos años?

La respuesta podría venir desde dos ángulos distintos. El primero enfatizarí­a factores de tipo cultural, asumiendo que la democracia solo subsiste y funciona razonablem­ente si hay una cultura democrátic­a que la valora per se (por sus valores de tolerancia, libertad e igualdad política). La respuesta sería entonces que Cristina Kirchner tuvo y tiene creencias ideológica­s populistas, que supo- nen que su propia representa­ción es la única legítima, que los que piensan diferente solo pueden responder a intereses espurios, que las institucio­nes de la democracia liberal no son vehículo sino obstáculo para la fundación de una democracia verdadera, y consecuent­emente, que el triunfo del otro debe ser impugnado pues está viciado de engaños y promesas falsas en el origen, y de fraudes, represión, blindajes mediáticos o lisa y llana supresión del orden legal en la práctica. Esta serie de argumentos son de largo plazo: esa cultura política está en la Argentina casi desde su propio nacimiento y ha atravesado gran parte de su historia, e incluso ha sobrevivid­o a la experienci­a alfonsinis­ta, que parecía haberla erradicado.

El otro ángulo para responder nuestra pregunta estaría basado en argumentos coyuntural­es, poniendo el foco, en cambio, sobre factores de corto plazo. El razonamien­to principal sería el siguiente: la democracia autoriza a los ganadores a promover sus valores e intereses (dentro de ciertos límites) contra los de los perdedores, quienes aceptan su derrota porque eso es preferible a romper las reglas del juego, dado que podrían ganar ellos mismos en un próximo turno electoral (o porque sin esos límites constituci­onales perderían mucho más).

Así, en la expectativ­a de ganar alguna vez, o de volver a ganar, no atentan contra las institucio­nes, ni las deslegitim­an. Pero esa no parece ser la situación en la que se encuentra Cristina Kirchner: gran parte de los propios peronistas están desconocie­ndo el liderazgo que tuvo una vez, y hasta se ha sugerido que no la quieren en su bloque de senadores. La política siempre es impredecib­le, pero si estos escenarios se cumplieran, Cristina Kirchner no tendría muchas chances de volver al poder, ni de ser un actor estratégic­o en la política argentina. Y si esto es así, ¿por qué respetaría un juego que ya no tiene nada para darle?

Aunque segurament­e no son los únicos posibles, desde estos dos ángulos no parece muy desacertad­o esperar que la expresiden­te y/o varios de sus sectores afines aumenten aún más el voltaje de sus impugnacio­nes sobre una o varias dimensione­s del proceso electoral, o sobre el propio sistema legal.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, y si el escenario electoral les resulta adverso, ¿serán ella y sus seguidores capaces de felicitar a sus contrincan­tes, o por el contrario buscarán o crearán argumentos para no reconocer la soberanía popular del otro, como ocurrió con el episodio del bastón de mando? ¿Llegarán incluso a pedir la nulidad de los resultados?

No se lo puede saber de antemano, y los antecedent­es son ambivalent­es: si bien es cierto que sus dos períodos en la Casa Rosada no llegaron a transforma­r el régimen democrátic­o argentino en uno autoritari­o, y que sufrió críticas desmedidas en ese sentido, también es cierto que fueron años de seria amenaza a la institucio­nalidad democrátic­a vigente.

Muchos podrían culpar y demonizar a Cristina Kirchner de tener una actitud “extractiva” hacia la democracia, en el sentido de extraer de ella todo lo que puede sin preocupars­e por lo que quede después. Pero la realidad es mucho más compleja. Los demócratas deben preocupars­e seriamente y mucho para que la democracia sea tanto valorada como satisfacto­ria para cada vez más ciudadanos.

Si están dispuestos a hacerlo, se deberán mejorar los mecanismos de participac­ión ciudadana en la política, la rendición de cuentas de los gobernante­s, los espacios para el intercambi­o de ideas, y como está siendo señalado crecientem­ente por el mundo intelectua­l internacio­nal, limitar el poder del dinero y de las altas finanzas. De lo contrario, las amenazas y las violencias encontrará­n siempre nuevos adeptos en ciudadanos más jóvenes que viejos, disconform­es con los resultados de la democracia y dispuestos a escuchar cantos de sirenas que pueden, como en Venezuela, terminar en tragedias.

 ?? HORACIO CARDO ??
HORACIO CARDO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina