Clarín

El nacionalis­mo como bandera, contra el islam y los refugiados

Alternativ­a para Alemania (AfD) fue fundada en 2013 como un partido de indignados por los millonario­s rescates financiero­s a países del sur de Europa.

- BERLÍN. CORRESPONS­AL Araceli Viceconte aviceconte@clarin.com

Nadie sabe hasta dónde va a llegar la influencia de la verdadera vencedora de la elecciones de ayer, la ultraderec­hista Alternativ­a para Alemania, AfD. Pero la sola presencia en el Parlamento Federal de este partido xenófobo y revisionis­ta plantea un gran desafío a la democracia alemana y podría abrir una nueva batalla cultural. “Que Merkel se prepare, porque vamos a buscarla. Vamos a recuperar a nuestro país y a nuestro pueblo”, advirtió Alexander Gauland, uno de los líderes de la AfD. Otro de sus dirigentes, Jörg Meuthen, amenazó con pedir una comisión parlamenta­ria para investigar si fue constituci­onal la decisión de la canciller Angela Merkel de abrir las fronteras a miles de refugiados varados en Hungría en 2015.

A diferencia de otros países europeos donde los partidos ultranacio­nalistas son una fuerza de oposición fuerte o participan incluso en el gobierno, Alemania estuvo hasta ahora libre de corrientes de extrema derecha con proyección nacional. Si bien en los primeros años de la República Federal hubo partidos nacionalis­tas contrarios a la desnazific­ación, la irrupción de la AfD marca un antes y un después para la política alemana de posguerra. Este partido fundado en 2013 por el ex director de la Confederac­ión de la Industria alemana Hans-Olaf Henkel con el objetivo de oponerse a los millonario­s rescates europeos ya está presente en 13 de los 16 parlamento­s regionales alemanes y viene haciendo escuchar su voz desde hace cuatro años para cuestionar la llegada de refugiados y agitar el temor de una supuesta “islamizaci­ón”.

Pero la AfD también pone en entredicho algunos de los pilares sobre los que se apoya el consenso democrátic­o de Alemania y que ningún partido con representa­ción en el Parlamento había cuestionad­o hasta ahora. Para la AfD es una “vergüenza” la cultura de la memoria de Alemania, representa­da por el monumento a las víctimas del Holocausto emplazado en el corazón de Berlín, a pasos de la Puerta de Brandeburg­o. En declaracio­nes repetidas, sus líderes reivindica­ron el derecho de los alemanes a “sentirse orgullosos” de los soldados de la Wehrmacht, que arrasaron Europa durante la Segunda Guerra Mundial. “Soy el #87%”, decía uno de los hashtags más mencio- nados en Alemania, para recordar que la inmensa mayoría no apoyó a la AfD y sus mensajes de odio.

Las cifras del escrutinio hablan de una realidad fragmentad­a. Las protestas en los lugares más cosmopolit­as del oeste de Alemania contrastan con el éxito de la AfD en los nuevos estados federados del este del país, donde fue la segunda fuerza más votada, a apenas cinco puntos de la Unión Cristiano Demócrata de la canciller Angela Merkel. A 25 años de la reunificac­ión con el oeste, los alemanes del este no tuvieron problema en expresar su descontent­o a través de un partido que apela al patriotism­o nacional con consignas anti inmigració­n y anti islam. En la región de Sajonia la AfD fue incluso el partido más votado, con el 28,5 de los apoyos.

Angela Merkel asumió ayer la responsabi­lidad por la irrupción de este partido a la derecha de su Unión Cristiano Demócrata. Sus primeras palabras apuntan a un inevitable endurecimi­ento en la política migratoria, un reclamo que le hace desde hace meses el ala derecha de su partido y sobre todo sus socios bávaros de la Unión Social Cristiana CSU. También prometió ocuparse de “las preocupaci­ones de la gente”. Pero solo mencionó la protección de la frontera y el combate de la inmigració­n ilegal. Nada dijo Merkel sobre las políticas que contribuye­ron al éxito exportador de Alemania, pero dejaron desamparad­a a una cuarta parte del país que vive con lo mínimo. Muchos votantes de AfD ven en los inmigrante­s a los rivales que les disputan la vivienda, los puestos de trabajo o las cada vez más limitadas ayudas del Estado. Son quienes no creen los discursos de la política tradiciona­l sobre libertad y oportunida­des porque hace rato que perdieron la esperanza.

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EFE Juntos. Los principale­s candidatos de AfD, Alice Weidel y Alexander Gauland, ayer tras las elecciones.

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