Clarín

La ilusión del juicio eterno

- Héctor Gambini hgambini@clarin.com

Como casi todos los imputados bien asesorados, Julio De Vido también cree en la ilusión de la suspensión eterna del juicio en su contra. Si el viento sopla del lado correcto, la justicia argentina suele hacer esas concesione­s a sus acusados VIP. Por eso pidió que le hicieran un juicio por jurados, después urdió una maniobra para quedarse sin abogados y ahora, cuando mañana debe sentarse en el banquillo, su flamante defensor corrió a decir que no tuvo tiempo para leer el expediente de la tragedia de Once. Obvio: para eso habían hecho el cambio de abogados.

Su nuevo defensor es Maximilian­o Rusconi, un ex fiscal que supo batallar contra los corruptos durante el gobierno de la Alianza has- ta que pasó a defenderlo­s. "Soy un abogado caro y espero ser cada vez más caro", dijo un día por Radio Mitre. Debe irle muy bien.

El país lo conoció masivament­e cuando presentó a Lagomarsin­o ante la Justicia tras la muerte de Nisman, con un libreto cuidado y puntilloso que aún hoy mantiene al hombre que llevó el arma que mató a Nisman en libertad y con una imputación menor. Él ya no representa a Lagomarsin­o pero sí los socios de su estudio. Allí aplicó la fórmula que ahora quiere usar De Vido: recursos varios para ganar tiempo, y que la muerte de Nisman sea investigad­a por la justicia ordinaria y no por la federal. Al final perdió, pero ganó dos años.

Rusconi presentó a Lagomarsin­o en sociedad el mismo día en que la familia velaba los restos de Nisman. Había llegado a esa circunstan­cia tras una voltereta curiosa. Sólo diez días antes había llamado desde Punta del Este al juzgado federal de San Isidro para decirle a la jueza Sandra Arroyo Salgado -ex mujer del fiscal muerto en Puerto Madero- que él se ofrecía a trabajar, gratis, para la familia. Le dijeron que no y apareció de la vereda de en- frente, defendiend­o al sospechoso.

Eso le costó más que lo que el propio Rusconi pareció medir entonces. Durante el verano siguiente a la muerte de Nisman, su nombre apareció en una terna concursand­o para ser fiscal ante la Cámara de Casación. El Gobierno lo prefería antes que a competidor­es de la agrupación kirchneris­ta Justicia Legítima, pero no prosperó.

Arroyo Salgado hizo saber que se opondría legal y públicamen­te de todas las formas posibles a que el defensor de Lagomarsin­o fuera el fiscal de Casación, y el Gobierno tomó nota. Rusconi entendió que jamás sería el elegido y varios meses después retiró, con la elegancia del caso, su candidatur­a al cargo público.

Reapareció en la defensa de Lázaro Báez primero, y ahora en la de De Vido, acusados de corrupción que seguro pueden pagar sus altos honorarios. Aunque el tribunal ya le dijo que el juicio a De Vido empieza igual, verá qué puede hacer para ir en queja a instancias superiores y ganar todo el tiempo posible. Cualquier queja servirá para el intento, ahora que el viento sopla del lado incorrecto.

De Vido le pagará, más que nada, por el tiempo ganado. Es el ex ministro que más rápido será juzgado por corrupción desde que dejó su cargo, hace apenas 21 meses. Los ex funcionari­os menemistas supieron llegar a juicio, en promedio, una década después de la retirada.

Antes, el cura Grassi había hecho un máster en dilatar procesos penales. Fue acusado de abusar a menores de su Fundación en 1991, pero recién fue condenado en 2009. Dieciocho años después. Aún así. No fue preso sino hasta 2013. Cuando vio que le llegaba la hora, pidió juicio por jurados. Igual que De Vido.

Julio De Vido es el ex ministro que más rápido va a juicio por corrupción desde que dejó su cargo.

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