Clarín

Dólar, tasas, precios y otras historias internas del Central

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Para empezar, una historia puertas adentro o no tan adentro del Banco Central. La cuenta gente hace rato próxima al Banco Central y que también de antiguo acostumbra recorrer el espinel financiero. Los verdaderos protagonis­tas están afuera del BCRA, aunque los actores son o eran dos candidatos firmes a ocupar sillones en el directorio: Guillermo Nielsen, vicejefe de Economía en tiempos de Roberto Lavagna, y Marina Dal Poggetto socia de Miguel Bein, asesor estrella del Daniel Scioli que apostó a ser Presidente.

Ya es un dato conocido dentro del mundillo financiero que los nombramien­tos han entrado en compás de espera. No tan conocido es que el compás de espera quizás termine en final de juego al menos para uno de los actores. Y menos conocido, lo que ocurrió camino del directorio.

Nielsen venía promovido por Miguel Pichetto, jefe del bloque de senadores peronistas y pieza clave justo allí donde deben ser aprobados los nuevos directores del Central. Duro e incluso más duro que el presidente de la entidad, a Federico Sturzenegg­er no le habría venido nada mal esa incorporac­ión.

El problema de Nielsen se llamó Sergio Massa o peor, que en la Casa Rosada lo vieron como la quinta columna de alguien a quien Mauricio Macri considera enemigo jurado. Veto cantado, aunque Nielsen fue siempre Nielsen, o sea, él mismo y sus aspiracion­es. Al tanto del desenlace, devino en crítico feroz del gradualism­o.

La suerte de Dal Poggetto no está definitiva­mente echada, solo que ya con los dos nombres en la calle sonaba a muy poco prolijo designar a uno solo.

Relatada por la misma gente que conoce los interiores del BCRA, esta historia tiene un costado singular. Dicen: “Era un buen precedente que Marina hubiese trabajado con Sturzenegg­er, pero la cuestión es más que ésa. En el Gobierno quieren una directora mujer”.

Tal vez menos atractivas o más atractivas, según las inclinacio­nes de cada cual, hay otras historias en el Central. O ciertas preocupaci­ones que rondan a Sturzenegg­er.

Entre ellas, el impacto de los dólares financiero­s sobre la política del BCRA. Dos juntos: la presión a la baja del tipo de cambio que provoca una oferta de divisas abundante y, simultánea­mente, el efecto inflaciona­rio derivado de los pesos que la entidad inyecta en la economía para pagar esos dólares.

Casi puertas adentro del Central comentan que la semana pasada el Ministerio de Finanzas apareció con US$ 1.000 millones y que de aquí a fin de año agregará arriba de US$ 10.000 millones. Es parte de la todavía sorda disputa que enfrenta a Sturzenegg­er con el ministro Luis Caputo, aunque el telón de fondo sea la opción por el gradualism­o fiscal.

La historia del financiami­ento a pura deuda se reiterará en 2018, con cerca de US$ 28.000 millones: presión cambiaria o presión monetaria, o ambas a dúo. Sumado al de las provincias y al crédito privado, “ese será un gran tema” advierten en el Central.

Y si a Macri le preocupa como le preocupa el atraso del tipo de cambio, ahí mismo asoman garantías de mayor atraso. Para Sturzenegg­er ese no es asunto suyo o lo es sólo cuan- do el dólar se dispara y amenaza con trasladars­e a los precios, como ocurrió con el efecto Cristina Kirchner en vísperas de las PASO.

Claro que si el objetivo del jefe del Central apuntaba a terminar el año con una inflación mensual del 1% o menor al 1%, la última encuesta de la entidad entre medio centenar de consultore­s está cantándole de 1,3 a 1,4%. Nada parecido a sus expectativ­as.

Luego, la baja de las tasas de interés seguirá esperando. Y seguirán los 9 puntos reales: hoy 26,5% contra el techo inflaciona­rio del 17%. Es su fórmula para contener los precios, aunque no logre contenerlo­s como quiere.

Los 9 puntos perdurarán entrado el año próximo. Pesa el impacto de las tarifas sobre los precios, así los ajustes en gas, luz y agua sean inferiores a los muy fuertes conocidos y el del transporte salga por etapas. La clave, no zarandear el nuevo tope inflaciona­rio del 12%.

¿Por qué siguen aferrados a metas tan exigentes y a tasas tan elevadas, si la realidad no acompaña?, preguntó Clarín en el Central.

Respuesta: “Porque si aflojamos el torniquete monetario será peor. Ante esa señal, revivirá la inflación. Y si tenemos metas es para cumplirlas o para intentar cumplirlas ”.

Después de algunos errores de diagnóstic­o, ahora la dureza manda definitiva­mente. Manda, aunque este año el índice de precios caiga a la mitad de 2016 o para el próximo el Presupuest­o Nacional diga 15,7% en vez del 10% promedio del BCRA.

“Nos acusan de que así frenamos la economía, pero la economía está creciendo y seguirá creciendo”, remachan cerca de Sturzenegg­er. Evidente hasta que se pruebe lo contrario, Macri respalda la receta de alguien en quien confía contra vientos y mareas.

Pero por mucho que íntimament­e piense distinto, el jefe del Central ha terminado por allanarse al gradualism­o fiscal. Al fin el Presidente siempre manda, tanto en las buenas como en las malas.

Algo más tiene claro. Dicen quienes lo conocen: “Sea con Dal Poggetto o con otra mujer y con quien venga en lugar de Nielsen, puede discutirse cuál es el mejor camino para alcanzar las metas. Pero las metas no se tocan”.

El caso de la directora mujer, la disputa con Caputo por los dólares y el torniquete financiero. Hay de todo en la agenda de Sturzenegg­er.

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