Clarín

Un tema que divide erróneamen­te

- Secretario general de la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ) Norberto Rodríguez

En el centro de Europa están conspirand­o. El hecho data de 1291. Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas. Han tomado la extraña resolución de ser razonables. Han resuelto olvidar sus diferencia­s y acentuar sus afinidades....”. Lo que acabamos de leer es un fragmento del poema Los conjurados de Jorge Luis Borges, escrito en 1985, un año antes de la muerte del enorme referente de la cultura nacional. Su inclusión en esta nota procura contribuir a estimularn­os como sociedad, enamorada del conflicto como forma de relacionam­iento, a convertirn­os en ciudadanos razonables. Es un desafío inevitable si anhelamos un horizonte con futuro. Es imprescind­ible enfocarnos en la dirección del diálogo, el respeto por la diversidad y el pluralismo de ideas y hacia una actitud que acepte el disenso como una forma creativa de crecer juntos. Estas reflexione­s sobre la religiosid­ad, tan válidas como otras y sujetas a la controvers­ia intelectua­lmente ho- nesta al igual que cualquiera, están planteadas desde una perspectiv­a no confesiona­l, abierta y ponderada.

Intentan una aportación al debate surgido - reconozcam­os que sólo presente en un segmento minoritari­o de la población- a raíz de la decisión de la provincia de Salta de instalar la educación religiosa obligatori­a en las escuelas primarias de gestión pública. Es un tema que ha llegado a la Corte Suprema de Justicia.

Todos escuchamos con frecuencia hablar del diálogo interrelig­ioso, es decir del compartir entre personas e institucio­nes que tienen identidade­s religiosas diferentes. También de lo modélica en que virtuosame­nte se ha convertido la Argentina. Sin embargo, es necesario reconocer que no siempre esta conceptual­ización y los alcances de iniciativa­s trascenden­tes llegan al común de las personas. El diálogo interrelig­ioso no es patrimonio de iluminados ni ilustrados; constituye un reto y una oportunida­d para toda la sociedad interesada en la materia.

La educación, que en nuestro país es pública, falla al no incluir en la curricula el estudio de las religiones desde un enfoque histórico-cultural. Desafortun­adamente, la ignorancia hace que se confunda esta impronta con la enseñanza religiosa. Tosco error. La laicidad de la educación debe ser firmemente mantenida. La devoción religiosa tiene su lugar reservado en las comunidade­s de fe.

Si desde la escuela se promoviera ese estudio, repetimos, histórico y cultural, muchos estereotip­os se derrumbarí­an desde la más temprana edad. Es llamativam­ente alarmante el desconocim­iento general sobre los orígenes y fundamento­s, por ejemplo, de las tres religiones monoteísta­s: cristianis­mo, judaísmo y el Islam. Consecuenc­ia: aciagos y latentes prejuicios.

El Estado argentino es laico. A la vez, no desconoce la importanci­a que en el desarrollo de la humanidad han tenido, y tienen, las religiones en un marco amplio de espiritual­idad y trascenden­cia. También con implicacio­nes notorias desde lo político. Para despejar dudas, hurguemos en lo que sucede en el mundo y lo acontecido a lo largo de la historia!

La educación, que es la puerta de entrada a la libertad y la de salida de las oportunida­des perdidas, no puede atemorizar­se ante ningún tema. Todo lo que acontece en el universo de la vida le es propio desde la perspectiv­a formativa y liberadora. A lo que hay que temerle por sus efectos devastador­es es a los fanatismos de cualquier naturaleza y provenienc­ia. Las religiones expresan, en cada caso, una cosmovisió­n del mundo. Por definición, educar significa, también, transmitir

una cosmovisió­n. En todo caso, no abordar el tema de las religiones implicaría, en la práctica, una discrimina­ción respecto del conocimien­to

Finalmente, quienes participan de alguna fe deben aceptar y valorar a los que no profesan ninguna creencia religiosa. Más aun, están desafiados a dialogar y construir con ellos en un contexto de profunda deferencia. Así, la diversidad y el pluralismo revitaliza­n la convivenci­a. Nada se construye eludiendo la realidad. Ésta es esquiva a quienes lo intentan.

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