Clarín

Fe sin límites para agradecer a la Virgen de San Nicolás

Multitud. Unas 800 mil personas se acercaron hasta la ciudad bonaerense, en su mayoría para expresar su gratitud por familiares que se curaron de enfermedad­es.

- SAN NICOLÁS. ENVIADO ESPECIAL Mauro Aguilar rosario@clarin.com

Hilde Castaño recuerda a su hija internada, al borde la muerte, y la voz se le quiebra. María Laura Matienzo, bailarina del Colón, tenía apenas 22 años cuando en un viaje a India contrajo una compleja enfermedad. “Una peste”, dice Castaño. La mujer, de 78 años, cuenta que en medio de la desesperac­ión sintió la presencia de la Virgen María del Rosario de San Nicolás y un mensaje tranquiliz­ador: “No te preocupes, se va a salvar”. Ma- tienzo se recuperó y 17 años después Castaño está ahora bajo los rayos del sol observando la imagen de la Virgen iniciar la peregrinac­ión de cada año. Desde aquel episodio los 25 de cada mes la mujer viaja desde San Isidro para agradecerl­e aquel milagro. “Me dio mucho. ¿Cómo no voy a estar acá”, explica. Acá es San Nicolás, en el norte de Buenos Aires.

Su historia se repite por miles. Basta caminar por el santuario de la Virgen para recoger manifestac­iones de fe. De Bahía Blanca o de Entre Ríos. De Mendoza y de Neuquén. También de Brasil, Uruguay, Chile o Paraguay.

De acuerdo al rector del santuario, Luis Prieto, y a estimacion­es de la Policía, pasaron desde el sábado hasta ayer, cuando se cumplió el 34 aniversari­o de la primera manifestac­ión de María a la vecina Gladys Motta, 800 mil personas. El año pasado, cuando el 25 de septiembre fue domingo, se rozó el millón de fieles. Se trata de uno de los fenómenos religiosos más convocante­s del país.

En el ‘campito’, el lugar que rodea el imponente santuario, miles de personas agitan sus banderas ante la arenga de un sacerdote joven. “A mover un poco el cuerpo. Canta, baila. A ver cómo gritan los peregrinos”, reclama el sacerdote minutos antes de que la imagen de María inicie la procesión por las calles de San Nicolás y mientras un coro entona canciones religiosas. Sus gritos despiertan al público y parecen correspond­er a aquel pedido del Papa Francisco a los jóvenes: “Hagan lío”.

La procesión se inicia con puntualida­d y una lluvia de pétalos se derraman sobre la imagen de la Virgen. Graciela, de 63 años, llegó desde Río Cuarto para agradecer y pedir. Benjamín, su nieto, tiene 5 años y al nacer le detectaron fenilceton­uria, una en- fermedad que impide procesar proteínas y que puede provocar daño cerebral, discapacid­ad y convulsion­es.

“Se lo entregué a la Virgen a los tres meses y en cada aniversari­o le traigo una prenda que él usó durante todo el año. Está maravillos­o”, cuenta aliviada. Se protege del sol mientras hace una cola que, entre dos y tres horas después de iniciada, le permitirá cargar agua bendita.

Antonio (72) y Nora (67), un matrimonio de Villa Devoto, llegaron para agradecer que él se recuperó del lupus y que un ahijado superó un cáncer. Benice Oliveira, una brasileña de Copacabana, está allí porque su hijo sanó de espamos bronquiale­s que le impedían respirar con normalidad. Todos tienen un relato, más o menos conmovedor, para entregar.

Los alrededore­s del santuario se convierten en un centro comercial improvisad­o y caótico: se venden imágenes de la Virgen y al lado choripanes. Más allá alpargatas, pizzas caseras, banderas y jarros para tomar cerveza. La biblia y el calefón. No parece ajustarse ese paisaje a una celebració­n religiosa, pero la gente del lugar se esfuerza por corregir esa mirada. “Es trabajo y eso también se lo debemos a la Virgen”, explican los vendedores ambulantes. Los milagros pueden tener formas variadas.

 ?? JUAN JOSÉ GARCÍA ?? Procesión. La Virgen del Rosario, ayer, es trasladada entre la gente que se acercó a demostrar su devoción desde distintas partes del país, en un clima de alegría.
JUAN JOSÉ GARCÍA Procesión. La Virgen del Rosario, ayer, es trasladada entre la gente que se acercó a demostrar su devoción desde distintas partes del país, en un clima de alegría.

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