“Me cuesta más creérmela que tirarme abajo”
Comparte cartel con Julio Chávez en “El maestro” (El trece, TNT y Flow) y, a los 29 años, lleva una carrera artística repartida entre los Estados Unidos y la Argentina. Se la conoció en “El secreto de sus ojos”.
Te puedo pedir que te saques las zapatillas?”, pide Carla Quevedo (29 años) en la puerta de su departamento de Caballito, con su perro Ramón en brazos. Enseguida pide disculpas por su carácter controlador y admite que es una costumbre adquirida en Nueva York, “porque en la calle hay mucha mugre, muchas ratas”. La actriz, que desde hace 8 años vive con una pata en Buenos Aires y la otra en la Gran Manzana, transita su momento de popularidad en estos pagos con su coprotagónico en el unitario El
maestro (El Trece, TNT y Flow), donde compone a Luisa, la bailarina clásica instruída por Prat (Julio Chávez).
“Siento que tuve mucha suerte en mi carrera, pero me faltaba ese envión que te da lo más popular. Me acuerdo que (el productor) Axel Kuschevatsky me recomendó volver a Argentina a hacer televisión. Eso me hizo un clic en la cabeza. Yo siempre me había virado más al cine, porque es lo que más disfruto. Pero lo escuché”, cuenta Quevedo, que debutó como actriz a lo grande: interpretó a Liliana Coloto, la joven asesinada que dispara la trama en
El secreto de sus ojos (2009). A fines de 2016, Carla estaba en Buenos Aires de visita y le apareció un casting para otro unitario. Quedó en las etapas finales, pero eligieron a otra actriz por ser “menos comercial”. Sin embargo, volvieron a convocarla para el casting de El
maestro. “Parece que Adrián (Suar) había visto el casting del otro proyecto, y cuando lo vio, vio a Luisa, la bailarina”, confía.
Estando en Los Angeles, y anticipándose a las exigencias del rol, Quevedo se puso a entrenar ballet por su cuenta. Y desde marzo de este año, intensificó las prácticas con el maestro Raúl Candal -el mismo
Soy una persona muy emocional y por ahí comunico más a través del pequeño gesto o la mirada”. A los 21 me fui a Nueva York para tener la experiencia de vivir en otro lado y para hacer unos cursos intensivos de teatro”.
que adoctrinó a Chávez-: tres horas por día, cinco veces por semana. “Es una disciplina muy exigente. Decir que me transformé en bailarina en seis meses es como faltarle el respeto a todas las chicas que se preparan desde los 4 años”, sostiene.
Así como frente a la cámara demuestra un talento natural y una presencia de veterana que le permitieron trabajar en películas ( Youth
in Oregon) y series norteamericanas ( Show Me a Hero, de HBO), fuera de ella, Quevedo confiesa ser vulnerable, algo tímida e insegura. -¿Qué desafío te planteaba el personaje de Luisa, además del baile? -Mi personaje es una bailarina en pleno momento profesional, y yo tenía que bailar. No era sólo entender cómo piensa una bailarina, sino que tenía que parecer que podía ganar una beca. El desafío más grande era la parte física. Soy una persona muy emocional y por ahí comunico más a través del pequeño gesto o la mirada que la cosa más grandilocuente que tienen los actores que se formaron en teatro. La cuestión física siempre me costó más. Me gustan más los roles que son enroscados de cabeza, más que un desafío físico. Fue la primera vez que tuve que hacer una transformación así. El mayor logro de este proceso es haber salido bailando. -¿Cómo es trabajar con un tipo como Julio Chávez? ¿Te daba más temor o ansiedad que entusiasmo? -Miedo, no. Miedo es otra cosa. Trabajar con actores con tanta trayectoria siempre es una oportunidad. Yo siempre pienso en el otro como un compañero, sin importar si tiene una carrera de 40 años o debuta en una película o una serie. Tuve la suerte de trabajar, además de con Julio, con Ricardo Darín, con Francella, con Leo Sbaraglia, con Winona Ryder, Oscar Isaac, Katherine Keener. Es gente con mucha experiencia que en general termina enriqueciendo tu trabajo. Uno no puede actuar solo: las cosas más ricas se dan cuando se genera un ida y vuelta entre los actores. -Trabajaste en los Estados Unidos y en una producción importante de HBO. Así y todo, ¿este es el papel más importante de tu carrera? -Todo es importante. Pero sí es el proyecto de más envergadura y de más carga popular. Esto sale en el
prime time de la televisión argentina, coprotagonizando con uno de nuestros actores más convocantes de la tele. Entonces, sí, para mí era una responsabilidad y una oportunidad muy grandes. -Decís que estás buscando popularidad. ¿Te preocupa lo que puede conllevar esa popularidad? -Partamos de la base que a mí me preocupa todo. Yo tengo 29, trabajo desde los 19 profesionalmente, y esa siempre fue una preocupación grande. Yo quiero que se hable de mi trabajo y no de las boludeces que le encantan a algunos medios y a la gente. A veces se genera eso de que cuando te gusta un actor, te sentís más cerca si sabés cosas de su vida personal. Entonces la gente termina leyendo más una nota en la que hablás de que te mudaste con tu novio, que una en la que hablás de cómo te esforzaste durante seis meses para un papel. Lo entiendo, sé que suce- de. Yo siempre luché un poco en contra de eso, trato de no hablar de esas cuestiones porque, además, no sé si estoy muy contenta con quién soy yo, no soy ejemplo de nada. Pero entiendo que es un riesgo. -Y está en vos poner un freno a eso. -Sí, claro. Además, a mí me encanta lo popular ( tiene fotos de Messi, Maradona y Charly García en la cocina). Cuanto más gente conozca mi laburo, mejor. Porque cuando uno hace una película o un programa de televisión, lo hace para que lo vea la gente. Yo escribo, y siempre me cuestiono: ‘Si no lo publico y no lo lee nadie, ¿escribo?’. Hay una cosa de compartir el hecho artístico que lo vuelve más real o le da un sentido. Uno puede ser el artista torturado que lo hace para liberarse, pero cuando lo compartís con la gente se genera algo más lindo. -Y, sin embargo, sóles decir que te sentís menos expuesta frente a la cámara que frente a una persona. -Es que estoy llena de contradicciones (risas). Es un poco cierto. Me cuesta bastante la intimidad con el otro. Tengo muchas relaciones a distancia, muchos vínculos virtuales. Mi mejor amiga vive en Francia y no la veo hace cuatro años. Hay algo de la distancia que me resguarda, me resulta cómoda. Y muchas veces, en la ficción, frente a una cámara, siento que puedo vulnerabilizarme y abrirme con el otro, aunque sea en una escena de un minuto, con una facilidad que en mi vida no consigo. Me siento más segura porque uno no está siendo uno, se escuda detrás de un personaje. -Contá un poco tu historia y cómo llegaste a este lugar como actriz. -Yo terminé el colegio y empecé a hacer publicidad. Y a los 21 me fui a Nueva York para tener la experiencia de vivir en otro lado, y para hacer unos cursos intensivos de teatro. Lo que pasó es que al día siguiente de terminar los cursos fue la ceremonia de los Oscar, donde ganó El secreto de sus ojos. Y el día siguiente de la entrega, mi vida dio un giro. Porque las agencias a las que había ido a golpear la puerta, que nunca habían respondido un llamado o un mail, de pronto me decían que me querían ver. -Linda revancha. -Y... más o menos. Es como el huevo y la gallina: hasta que no sos alguien, no te llaman, pero para ser alguien, te tienen que llamar sí o sí. Me dio un poco de bronca, pero obviamente salté en una pata, me junté con varias agencias y en menos de una semana tenía representante allá, tramité la visa, y estaba viviendo en los EE.UU. Y de golpe pasaron ocho años y es algo que nunca me lo planteé, sino que la vida me fue llevando. -“Actriz que triunfa poco en EE.UU”, dice tu bio de Twitter. ¿Es una ironía para que dejen de etiquetarte así? -Soy muy de reírme de mí misma. No me molesta esa etiqueta. Si hablan de mí o de mi laburo estoy siempre contenta. Tiene que ver con que yo siempre estoy ironizando conmigo misma, porque me cuesta más creérmela que tirarme abajo. Es mi manera de llevarlo, reírme un poco del fracaso.