El delicado arte de condimentar
Si uno revisa a vuelo de pájaro la lista de grandes pianistas franceses de jazz, uno podría detectar en algunos de ellos cierta tendencia a trascender las fronteras de un género de por sí bastante poco celoso de sus límites.
Pero en este caso, a diferencia de las propuestas de Michel Petrucciani, Martial Solal o el franco berlinés Jacky Terrason, ese cruce de fronteras no tiene tanto que ver con correr las posibilidades de la improvisación, sino con trasfundir el lenguaje jazzero a otros géneros.
Jacques Luissier, con sus relecturas de la obra de Bach; y Claude Bolling, con su impronta barroca plena de swing, le dan nombre y apellido a una forma expresiva en la que podría ser incluído Baptiste Tortignon, quien en sociedad con el percusionista cordobés Minino Garay acaba de lanzar Chimichurri, un álbum en el que conviven la dupla Sondheim - Bernstein ( Maria; Somewhere/Tonight/America) con la que formaron Gardel y Le Pera ( Volver; Sus ojos se cerraron), del mismo modo que lo hacen Hermeto Pascoal ( Chorino pra
ele) con Paul McCartney ( Jenny Wren) y Thelonious Monk ( Trinkle Tinkle).
Todo, procesado por el diálogo que plantean Tortignon y Garay, quienes se reparten y comparten roles a lo largo de las 15 piezas del disco. Así como el pianista marca el tono definidamente jazzístico en La cambiada, es Garay quien define el patrón folclórico en una inspiradísima versión de
La peregrinación , de Ariel Ramírez y Féliz Luna, en la que el jazz es sólo una insinuación en las inflexiones con las que Tortignon interfiere la declamación de los versos del clásico de Nebbia Sólo se trata de vivir.
En igual sentido colaborativo el mando sobre el ritmo y la melodía pasa de uno a otro, con el piano como instrumento percusivo y la percusíon como eje de la melodía, en un viaje musical lleno de paisajes por descubrir.