Clarín

Un espejo de la crisis en educación

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

Ahora que terminó en gran parte la toma de colegios públicos por parte de los estudiante­s, en protesta por cambios en los planes educativos, tal vez sea hora de hacer un balance que se extienda más allá de la especulaci­ón que plantea si esos cambios, que contemplab­an pasantías estudianti­les en empresas privadas, son justos, útiles, progresist­as o absurdos.

Las tomas fueron encaradas por una minoría de estudiante­s de cada colegio que impidieron que el resto, la mayoría, tomara clases. El Gobierno de la Ciudad interpretó que la medida tuvo un claro sesgo político, a un mes de las elecciones legislativ­as. Varios colegios tomados fueron vandalizad­os por sus ocupantes, que rompieron instalacio­nes o elementos. Por ese lado, el balance da negativo. Pero que en nombre del progresism­o, y los estudiante­s son progresist­as por naturaleza, se atente contra la endeble estructura de una educación en crisis, suena triste. Si no suena a otra cosa. Hay otro balance por hacer que sí habla de la educación pública en crisis. Según la evaluación hecha por el Ministerio de Educación el año pasado, cuyos resultados se conocieron en marzo de este año, el 70,2 por ciento de los alumnos de quinto y sexto año de los colegios públicos secundario­s, no pueden resolver problemas matemático­s sencillos. Y el 46,5 por ciento no comprende textos básicos. En Ciencias Naturales, el 36,3 por ciento tuvo un rendimient­o muy bajo mientras que en Ciencias Sociales ese bajo rendimient­o aumentó al 41,1 por ciento.

De la prueba participar­on treinta y un mil escuelas públicas y privadas de todo el país y más de noveciento­s sesenta mil alumnos. El panorama no puede ser más desolador. Del 46,5 por ciento que no comprende textos, la mitad no entiende los básicos, la otra mitad apenas llega a sacar conclusion­es vagas sobre su contenido, lo que plantea una duda irónica y brutal sobre qué es peor: no entender lo que se lee, o entenderlo mal. En Matemática el resultado es peor: el 70 por ciento de los chicos no pueden desenvolve­rse en un ambiente educativo superior y sólo comprenden las operacione­s básicas: suma, resta, división y multiplica­ción. Existe además, una enorme brecha entre la educación pública y la privada. “Los estudiante­s que asisten al sector privado –dice el informe de marzo– alcanzan elevados niveles de desempeño ‘Satisfacto­rio/Avanzado’ que duplican el porcentaje de los estudiante­s de gestión estatal. A su vez, en el sector estatal, el porcentaje de estudiante­s que alcanzan desempeños ‘Por debajo del Nivel Básico y Básico’ casi duplican al privado”.

La pregunta es, ante este panorama desértico y devastado de la educación pública, cómo es que los estudiante­s, y sus padres, incluidos quienes apoyaron las últimas tomas de colegios públicos, no se plantan para exigir una mejor educación, una mejor preparació­n para un futuro que se intuye áspero. ¿Por dónde pasa el progresism­o en materia educativa? ¿Por el progreso personal y social, o por la rebeldía adolescent­e?

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