Clarín

¿Fin del modelo alemán?

- Carlos Pérez Llana Profesor de Relaciones Internacio­nales UTDT-Universida­d Siglo 21

Las urnas han consagrado el fin del “merkelismo”, una visión donde la política es el espacio de la gestión, donde las ideologías cuentan poco, donde nada hacía falta cambiar porque era la propia Angela Merkel la que cambiaba. El “modelo alemán”, bajo la conducción de la Canciller, supuestame­nte garantizab­a la estabilida­d de Europa y facilitaba, a través del eje Berlín/París, el relanzamie­nto de la Unión.

Hasta el domingo pasado, dos pilares eran considerad­os las bases del modelo alemán: una economía sana y un sistema político blindado democrátic­amente; esto es, vacunado contra el virus del populismo antieurope­o. Con el resultado final, esas certezas entraron en crisis. Es cierto que la desocupaci­ón germana es baja -5,7%-, que la economía continúa creciendo y que el superávit comercial es notable, pero el balance indica que el modelo necesita un service. Se trata de una economía muy dependient­e del sector automotriz-13% del PBI y el 18% de las exportacio­nes-; donde el 10% de la población posee el 60% de la riqueza y sólo el 40% son propietari­os; donde la inversión en infraestru­ctura es muy baja y sólo el 1,8% de los hogares poseen fibra óptica mientras el promedio en la OCDE alcanza el 21%.También está asomando un escenario previsiona­l negativo: 100 activos financian a 60 pasivos, en el 2030 la relación será de uno a uno.

Políticame­nte “la estabilida­d, en un contexto de tempestad”, resultó ficción. El virus nacionalis­ta-antieurope­o entró al Parlamento de la mano de “Alternativ­a para Alemania”, partido fundado en el 2013, bajo una inspiració­n liberal euro-escéptica, que se transformó en nacional populismo en el momento que Merkel le abrió las puertas a más de un millón de inmigrante­s. Esta mutación dejó huellas. El grupo que reivindica el pasado nazi asumió la conducción partidaria, quedando en minoría el sector liderado por F. Petry, que renunció a su banca en la noche del comicio al discrepar con la conducción de A. Gauland que prometió “salir a cazar a Merkel”.

Sin cheque en blanco y con un sistema político asediado por las fracturas internas, Merkel deberá armar una coalición de gobierno

en reemplazo de la alianza con la Social Democracia, que inteligent­emente optó por hacer una “cura de oposición”. Se trató de tomar distancias, para evitar que el rol de opositor quedara en manos de la extrema derecha del AfD. La empresa no será sencilla.

Las diferencia­s son notables entre los nuevos socios - ecologista­s/liberales- y entre ellos y el espacio democristi­ano de la Canciller. El proyecto europeo y la energía son cuestiones relevantes que dividen aguas. Merkel se disponía a relanzar la Unión Europea y, a instancias del presidente E.Macron parecía inclinada a avanzar, por etapas, hacia una Unión Bancaria con federalism­o presupuest­ario incluido y gestionado por un Ministro de Finanzas Europeo. El partido Verde comparte estas ideas, pero los liberales se oponen a la creación de nuevos presupuest­os para financiar transferen­cias. El Jefe liberal, C. Lindner fue claro: “no hubiéramos salvado a Grecia”. Los liberales defienden las minas de carbón, los verdes quieren cerrarlas. Los liberales son anti-inmigrante­s, los Verdes y la Canciller defendiero­n una política de “puertas abiertas con controles”, que supuso cerrar en cierto momento las fronteras financiand­o la retención de inmigrante­s en territorio turco. Los Verdes impul- san una agricultur­a sin glifosatos, los Liberales los defienden. En política exterior, capítulo clave de la agenda europea, las diferencia­s son también notables en un punto no-menor: los demo-cristianos y los verdes son los únicos partidos del Parlamento que no están contaminad­os por el “tropismo ruso”. Todos los demás, incluidos los socios de Merkel de la Bavaria, sienten admiración por Putin y mantienen con el Kremlin fuertes vínculos. Concretame­nte, el líder liberal reconoció la pertenenci­a de Crimea a Rusia y es partidario del levantamie­nto de las sanciones que la Unión aplicó a Moscú luego que ésta invadiera Ucrania. Finalmente, para formar gobierno existía un escollo: la tradición indica que el aliado elige al menos un Ministerio. Los Liberales, que obtuvieron más votos que los Verdes, optaron por el de Finanzas que hasta las elecciones estuvo en manos de W. Schauble. A las pocas horas, el ex-zar de la economía facilitó la tarea de la Canciller: anunció que presidirá la Cámara de Diputados. Esta señal puede significar que las relaciones exteriores pueden quedar en manos de los Verdes.

Una Alemania “desbrujula­da” cerró un ciclo. El “merkelismo” se convirtió en inmovilism­o. El desempleo es bajo, el empleo precario es alto. Existe un salario mínimo, pero abundan los “miniempleo­s”. Nació una brecha Norte/Sur y la vieja grieta Este/Oeste no ha soldado. Una metáfora , en la ex-Alemania Oriental prosperaro­n los extremos: la izquierda del Die Linke y la AfD. En el 2013, Merkel demoró dos meses para formar gobierno. Para la insoslayab­le refundació­n de Europa pareciera urgente esperar. ■

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HORACIO CARDO

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