Clarín

Ofrecen nuevas inmunotera­pias para tratar el cáncer de pulmón

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El cáncer de pulmón es el que más cantidad de muertes produce en el país. Cada año se diagnostic­an 11.200 nuevos casos. Y mueren 10.531 personas a causa de este cáncer. Históricam­ente, tenía una sobrevida promedio de 8 meses. Sin embargo, nuevas inmunotera­pias que este año fueron aprobadas por la Administra­ción Nacional de Medicament­os, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) y que ya están disponible­s para el tratamient­o inicial, abren la posibilida­d de lograr la cronicidad de esta enfermedad.

El cáncer de pulmón se divide en dos grupos: el carcinoma pulmonar de células no pequeñas, que representa entre el 85 y 90% de los casos, y el carcinoma pulmonar de células pequeñas, que abarca a entre el 10 y 15% de casos. Esta distinción es clave por- que define qué tratamient­o se puede realizar. Hasta ahora, las inmunotera­pias están aprobadas para el cáncer de pulmón de mayor prevalenci­a. Para el otro tipo (de células pequeñas) está en etapa de investigac­ión.

“En la actualidad es posible diferencia­r muchos tipos de tumores en base a sus modificaci­ones genéticas y hay que hacer un test genético que permita establecer cuál es el trata- miento que tendrá más impacto”, explica el doctor Claudio Martin, del área de Tumores de Pulmón del Instituto Alexander Fleming y del Hospital María Ferrer. Con las inmunotera­pias “el beneficio es mayor que con quimiotera­pia, la toxicidad es menor y lo que ha cambiado ahora es que hay una tendencia a la cronificac­ión de la enfermedad, mientras que antes la expectativ­a de superviven­cia era muy pobre ”, añadió.

Estas terapias para cáncer de pulmón llegaron la país de la mano de los laboratori­os MSD (lanzó el pembrolizu­mab, aprobado como primera o segunda línea de tratamient­o), Bristol –Myers Squibb (tiene el nivolumab, como segunda línea de tratamient­o) y Roche (atezolizum­ab, como segunda línea de tratamient­o). Una de las caracterís­ticas de la inmunotera­pia es que apunta a la medicina personaliz­ada. En estos casos, su utilizació­n está indicada para la biomarcaci­ón de la expresión PD-L1 en el tumor o de la proteína PD-1 en la superficie de los linfocitos T.

“La biomarcaci­ón es clave. Los tumores utilizan múltiples mecanismos para engañar al sistema inmune, como lo es la expresión de la proteína PD-L1 en su superficie, el que pone un freno a los linfocitos T (las células encargadas de eliminar toda amenaza potencial), impidiendo que estos últimos los ataquen. Estos fármacos permiten eliminar esa barrera que el tumor le ponía al sistema inmune”, explicó la doctora Claudia Bagnes, jefa de oncología del Tornú. ■

Rosario Medina

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