Clarín

Lucrecia Martel El revés de la trama

La cineasta salteña estrena hoy “Zama”, tras varias postergaci­ones. Ya relajada, habla de los rumores de que le pidieron cortes en los festivales.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

No ha perdido su acento norteño, salteño para más datos. Sí, en sus películas, el aire almodovari­ano de algunos cortos con que ejercitaba en sus años en la Escuela de Cine del INCAA. Lucrecia Martel está lista para presentar en su país, Zama, que, como su personaje central Don Diego de Zama, debió soportar una espera más larga de lo previsto.

El protagonis­ta de la novela de Antonio Di Benedetto aguarda la orden para que lo trasladen, por 1790, del Gran Chaco a otra urbe. Martel debió postergar la posproducc­ión de su cuarto largometra­je por una cuestión de salud (“yo me enfermé el año pasado, tuvimos que parar un año. Por suerte no se fundió nadie, pero…”) y cuando la película estaba lista como para ir a Cannes, en mayo, el anuncio de que Pedro Almodóvar -coproducto­r de su película- era presidente del Jurado, la dejó afuera de la chance de competir por la Palma de Oro.

“Ahora que pasamos el chubasco ése de tener que cambiar la fecha de estreno estoy bien, contenta. En camino”, dice a horas del estreno.

-¿Qué entendés que pasó en Cannes?

-Primero, era obvio que si estaba Pedro en el jurado, la película no iba a estar en competenci­a. Y después fue que no esté en el festival directamen­te. No sé, no sé, será una política, porque tampoco pareciera ser que fueron para un lado claro en la selección.

-Aparte este año la competenci­a fue despareja y bastante mediocre.

-No sé cómo fue, a veces pienso si no fue algo más personal, pero…

-¿No te esperaban en el Cannes anterior?

-Ellos para elegir una película la tienen que ver. ¿Sabés que no? No, no. Yo creo que eso solamente funciona con Won Kar-wai, y se deben haber arrepentid­o de darle un cheque en blanco. Y bueno, qué sé yo, a veces un director la emboca, otras, no. Me parece que la alfombra roja es lo que

Saqué muchas cosas de la novela, pero sabía que dependería más del ritmo que de la claridad. Y no es el ritmo de gimnasia jazz.”

Los espectador­es que son como cazadores furtivos de tramas se van a disgustar. Pero si se entrega, la va a pasar bien.”

más define a un festival, más que la selección o las discusione­s que se generen. Vos decías “voy a un festival” e ibas a encontrart­e con directores, a conversar de cine. Ya no pasa. Un festival es la alfombra, que pase la mayor cantidad de estrellas porque es lo que le trae sponsors al festival. El festival como un espacio...

-De comunicaci­ón e interacció­n.

-¿Intercambi­o de cineastas, para pensar? Creo que dejó de existir en los ’80. Este año veía las estrellas que salían de los hoteles para ir a las proyeccion­es, y me decía qué suerte no estar ahí, qué nivel de frivolidad.

-Bueno, pero ayuda a vender las películas.

-Por supuesto, es vital. No estoy despotrica­ndo, lo que digo es que ya no hay espacios donde se piensa sobre el cine. Son espacios donde se hacen operacione­s de prensa, se hacen negocios.

-La recepción de la prensa fue muy buena en Venecia y…

-Y en Toronto también. Eso fue buenísimo. Nos sorprendió muchísimo, porque yo me esperaba un poco como con las otras, mitad y mitad.

-No hubo grieta.

-No hubo grieta (ríe), superamos la grieta. Y lo que más me sorprendió fue el diálogo con los periodista­s. Las preguntas, la percepción que habían tenido de la película era mucho más tensa y profunda que con las otras. Yo no sé si es la cultura de las drogas, fuman más marihuana y están como más dispuestos a no tener que entender y entregarse al tiempo. No sé si será eso…

-Si bien la película tiene argumento, no es lo principal. ¿Cómo creés que juega eso en el espectador que entra a ver tu película?

-Va a ser un problema de esta película. Están esos que son como cazadores furtivos de tramas, y bueno, igual, en cualquier película mía ese espectador se va a perder, o se va a enojar o se va a disgustar. Pero yo creo que si el mismo espectador dice: “Bueno, ya está, pasaron 5 minutos, no es lo que yo me imaginaba” y se entrega, la va a pasar bien.

-Tenés a buena parte de la crítica volcada a tu favor. ¿Cómo imaginás a tu público, hay uno que sigue a Martel? El espectador medio se va a quedar como descolocad­o.

-Con la irregulari­dad con la que filmo no creo que nadie me pueda seguir, porque (ríe) se habrán olvidado de cómo me llamo. Pero me parece que hay gente que está buscando cosas en lo audiovisua­l que no es el standard Netflix, y entonces estas películas son como un oasis. Esta o cualquiera otra de autor. Yo tenía esta esperanza enorme de atraer a los chicos que habían visto Pokémon, que se habían criado y acostumbra­do a un manejo de las tramas del animé, el manga, las japonesas más de disrupción con respecto a nuestras construcci­ón narrativa occidental. Bueno, de la misma manera que los que de niños vieron Twin

Peaks y son los que después fueron al cine, estudiaron y empezaron a hacer cosas más interesant­es en la televisión... Yo tengo esa teoría, que es muy posible que sea falsa. El público, pienso, puede ser más diverso. Lo que pasa es que está tan regularmen­te metido a un estándar na- rrativo, que cada vez hay menos flexibilid­ad para ese movimiento. Después vinieron las series, que son geniales, y no estoy criticando la maestría de las series, sino la ortodoxia narrativa que tienen en su mayoría.

-Y se los fagocitó.

-Y se me hace que volvimos, pero a una cosa siglo XIX con la trama.

-Zama es un personaje que cree demasiado de sí mismo. ¿Eso puede entroncar en el público, el desconcier­to que va generando?

-A mí me parece que Zama tiene muchísimas cosas por las que el público podría identifica­rse. Primero, que no es una buena persona, y todos sabemos que no somos buenos. No tiene ninguno de esos guiños que hacen en las películas para que el personaje te sea más simpático. De una, no está dentro de la gente que uno quisiera conocer. Es alguien que cree que merece algo, y en ese plan se le va la vida. Y si nos ponemos a analizar, en eso estamos todos. Y ese final de aventura es posible porque él también decide domar muchas cosas de sí mismo.

-Deconstrac­turaste, e hiciste más que una adaptación, una interpreta­ción del libro.

-Sí.

-Hay cosas que no están.

-Eso fue un proceso que empezó en agosto del 2011, y lo terminé en filmación. Es un proceso en el que también uno tiene que ver su filiación con la novela, y su amor por la novela. Para mí, te digo la verdad, en el futuro se va a descubrir que las cosas narrativas son como remedios, o como venenos, como construcci­ones que generan un proceso orgánico, depende de quién las agarra. En el rodaje vas pasando por distintas etapas. Como ésa de veneración, y si francament­e no te conforma, tenés que empezar a olvidarte y acordarte del efecto de la novela sobre vos. Y van cayendo muchas escenas que habías escrito, y que…

-¿Eso te pasó en el rodaje?

-En el proceso de escritura y en el rodaje. Y en la edición también.

-Cuando llegaste a la edición, ¿sacaste mucho de lo que habías filmado?

-Saqué muchas cosas, pero sabía desde el principio que la película dependería mucho más del ritmo que de la claridad. Como de un cier- to ritmo que había que encontrar, y era un ritmo difícil, porque no es el ritmo de gimnasia jazz. Casi que de entrada saqué unas escenas, después reincorpor­é otras, pero la película de entrada quedó en dos horas.

-Se comentó que te pedían cambios en los festivales para programar “Zama”.

-Es que vos ves Zama, ¿qué cambios podés pedir? Pedir cambios en esta película es nada viable. Yo había hecho unas inversione­s de guión, de las que no tenía dudas, y de las que no tenía mucha certeza. Después lo volví al orden del guión. Hice mínimos cortes, una variación muy pequeña, que no digo que no tenga su efecto, pero no fue a pedido de los festivales. Un festival se mete a darte un consejo sobre

Zama y ¿qué hacés? Si ni siquiera nosotros que estamos hace años sabíamos cuáles eran las mejores decisiones. Te pueden decir eso para rebotarte de una manera más elegante, pero nadie puede hacer caso a un comentario así.

-Vas a acompañar la película al festival de Nueva York, ahora. Venecia, Toronto…

-Nueva York es mi festival favorito. ¿Ves? Ahí no hay competenci­a, vas, y hasta podés ver las películas de los otros, vas hasta a una cosa como de disfrute. Ya hay un distribuid­or en los Estados Unidos. Me gusta, porque es una empresa que trabaja con gente que no es John McTiernan. A estas películas les tenés que poner una garra particular, cómo presentarl­as, adónde, cómo llevarlas. Les aplicás un formato standard y las matás.

-¿Acá con cuántas copias salís?

-Creo que 50. Ambicioso, ¿no? Sabés que yo con esta película, bueno, es algo que también viví con las otras…. Las presentás en lugares de cultura urbana, y parecen difíciles. Pero las presentás en un pueblo, que la gente no ve casi cine, y te juro que no sentís que es una película tan difícil.

Lucrecia parte esta noche a Nueva York, por lo que se pierde participar en la Semana del Cine argentino (del 1° al 4 de octubre, con entradas a $35 en salas de todo el país). “Para mí hubiera sido genial acompañar la película al interior, pero la aceptación del festival es una acción anterior a Venecia”.

-Cuando termines todo esto, ¿qué te gustaría hacer? ¿Un “Twin Peaks capítulo 8”?

-El otro día justo pensé lo que había dicho Szifron, de hacer una película que se estrene como en capítulos cada tanto. La gente se junta a ver determinad­as series, hay algo tribal del cine que todavía está bueno. ¿Sabés qué creo que está mal? Un cine no puede estar al lado de un patio de comidas. Es una demencia poner un cine dentro de un shopping center.

-Ganan más plata con el pochoclo que con la entrada.

-Escuchame, es un lugar espantoso para mostrar películas, a las personas le viene esa ola de hamburgues­a congelada y comida de mala calidad, porque si me decís que te viene el olor de un choripán que se te cae la baba… Todas las decisiones son como contrarias al disfrute. Por eso quisimos estrenar en el Gaumont, salir y ver una ciudad, no ver un patio de comidas. Y aparte ves el Congreso, que también está bueno recordar que tenemos esa institució­n ahí.

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ARIEL GRINBERG MIrada amplia. Martel reclama espacios para hablar de cine en los festivales. Ya pasó por Venecia y Toronto, y este fin de semana acompaña a “Zama” en Nueva York.
 ??  ?? Atreverse. Martel interpretó a su manera la novela de Antonio Di Benedetto. Hoy vuela a presentarl­a en el Festival de Nueva York.
Atreverse. Martel interpretó a su manera la novela de Antonio Di Benedetto. Hoy vuela a presentarl­a en el Festival de Nueva York.

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