Clarín

Para qué sirve la memoria

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

Escondido en un recoveco de su página web, la Bibioteca Nacional tiene un programa que estremece. Se llama “Archivo testimonia­l” y simplement­e recoge testimonio­s de familiares de desapareci­dos. Hermanos, madres, hijos. Hay que pertrechar el corazón antes de escucharlo­s: las entrevista­s son exhaustiva­s, largas. En esos relatos, a los desapareci­dos se los puede ver vivos, niños, creciendo, con rulitos, jugando al polo, militando, cayendo. Uno sabe el final, pero en cada relato hay un momento en que desea que sea distinto. Y en el testimonio, el desapareci­do vuelve a desaparece­r, el dolor es nuevo, el crimen se vuelve a cometer, los ejecutores vuelven a ser asesinos. Todo a flor de piel. Todo reconstrui­do por la voz que narra, por su memoria.

Es un relato con consecuenc­ias políticas y judiciales: hay gente que sigue presa, hay fallos que no se pueden aplicar: es el caso del que otorgaba el beneficio del 2x1 a los condenados por delitos de lesa humanidad. Una multitud desbordó Plaza de Mayo este año dejando claro la magnitud de esa idea.

La memoria histórica ha sido política de Estado en este país quizás desde la redacción del Nunca Más. El kirchneris­mo la tomó como bandera y debajo de ella barrió la represión a los qom, el empobrecim­iento flagrante del país, una corrupción que dejó muertos.

El tema parecía intocable, a prueba de balas pero ya no lo es. La memoria histórica, de hecho, está en discusión.

Eso se leyó en parte de la programaci­ón del ciclo Ideas, que organizó el Ministerio de Cultura de la Nación. Un orador como el estadounid­ese David Rieff se metía directamen­te con la memoria histórica. Su último libro, Elogio del olvido, plantea que la memoria puede ser tóxica y que a veces lo correcto es olvidar. Y eso dijo en su charla, que abrió con una placa en pantalla que decía: “Memoria no es lo mismo que historia. La memoria es una cosa binaria entre buenos y malos”. Y “la memoria puede ser una bufanda de seda o una soga”.

La idea, claro, era que el pasado se cuenta siempre desde el presente. “Yo no creo que la memoria histórica sea memoria. Es una metáfora sobre cómo el presente se sirve del pasado”, dijo.

En definitiva, se trataría de si sirve o no sirve recordar. “En Bosnia vi la memoria como arma de guerra. El olvido hubiera sido mejor para la paz”, afirmó. Y analizó: “Mandela tuvo que elegir entre la paz y justicia, y pensó que la paz era más importante”.

¿Aplica esto al Holocausto, a Hitler? Esa pregunta no se le debe escapar a otra oradora del ciclo, la psicóloga Julia Shaw, quien le entró a la memoria por lo individual: uno se acuerda de cosas que no pasaron, dijo: “Quiero que se atrevan a cuestionar a sus recuerdos, que piensen de manera crítica en su pasado personal y tal vez hay cosas que son ficticias ahí adentro”, desafió.

Y lo llevó más lejos: “Hay recuerdos que duran para siempre, pero también es muy fácil tomar una parte, destruir una conexión o toda la red, que es olvidar, agregar partes. ¿Qué sucede cuando una red agrega algo que no debería estar ahí? Ese es el trabajo que yo hago”.

Otra hipótesis con consecuenc­ias: ¿cuánto vale un testigo si lo que cada uno recuerda honestamen­te puede ser más o menos falso? ¿Cuánto vale un testimonio, por emotivo que sea?

Vuelvo a los videos de la Biblioteca, a sus detalles. Y viene una frase de otro orador de Ideas, el teólogo sudadrican­o Charles Villa Vicencio: “Los que menos sufrieron están bendecidos con la habilidad de olvidar”. ■

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MINISTERIO DE CULTURA David Rieff. Sostiene que puede ser convenient­e olvidar.

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