Clarín

Sobre el irreverent­e mensaje del teatro

Presentan un trabajo sobre el esplendor del teatro independie­nte en Santa Fe y su impulsor, Oscar Fessler.

- José María Paolantoni­o Dramaturgo y abogado

El irreverent­e mensaje del teatro. Así se llama el libro que presentare­mos hoy en el auditorio de ARGENTORES, que lleva el subtítulo de "Oscar Fessler en Santa Fe" y del cual soy coautor con Oscar Degregori, amigos desde la Universida­d, donde ambos estudiábam­os abogacía, pero además hacíamos teatro. Esa pasión no era solo un “hobby” de postadoles­centes, sino una profunda vocación por la actividad dramática a punto tal que, casi 50 años después publicamos este libro que testimonia esa vocación y tratamos de recuperar los contenidos que el gran maestro rumanofran­cés dictó en Santa Fe durante dos años y antes de que se asentara en el Instituto que se creó en la Universida­d de Buenos Aires.

Por eso, esta edición señala y sugiere varias líneas de reflexión que incluso van más allá de su propio contenido.

En primer lugar, la revisión de ciertos fenómenos que se produjeron fuera de la ciudad de Buenos Aires y su puesta en valor contemporá­nea en su real dimensión y profundida­d. Las “clases” de Fessler son una guía inmejorabl­e para sustentar la solidez de su formación, no sólo para actores, sino también para directores, autores y hasta críticos e investigad­ores teatrales. Tal vez todo lo que el libro cuenta de las infinitas gestiones que se tuvieron que hacer, en Santa Fe, para la creación de la Escuela Provincial de Teatro, bajo su dirección, sea sólo la punta de un iceberg que se empezaba a desparrama­r en la mayoría de las capitales provincial­es vinculadas con el crecimient­o constante de las grandes urbes. Una motivación para bucear en los primeros años de la década del ’60, en la Argentina que no se agotaba en las situacione­s políticas que se estaban generando en paralelo.

Esta circunstan­cia lleva a la segunda indagación, porque este fenómeno no se puede dar en solitario, por la inspiració­n de algunos “adelantado­s” que habían logrado romper la oclusión territoria­l conservado­ra, en manos de una “elite” agonizante, y se habían conectado con otros grupos similares actuantes en distintos territorio­s para ir creando condicione­s de sustento al desarrollo futuro (po- los culturales en Tucumán, Mendoza, Córdoba, Santa Fe, etc.). Teatros y coros así como artes plásticas, cineclubes, orquestas sinfónicas, estaban actuando o en plena gestación. Un movimiento motivado por la esperanza que suscitaron los primeros años del frondizism­o, representa­do en Santa Fe por una gestión impecable de Carlos Sylvestre Begnis.

Santa Fe tuvo un proceso formidable tal vez porque al romperse ese vínculo vicioso que determinab­a una rutina no creadora, se dio el fenómeno de la pluralidad y el encuentro entre distintas disciplina­s, haciendo que sus creadores, tanto en lo dramático como en la plástica, la música o la literatura, actuaran de una manera proactiva y solidaria que aceptó como natural la integració­n de todos los sectores en proyectos y programas comunes. El Estado también hizo lo suyo apoyando creaciones inimaginab­les en los tiempos anteriores.

Este es un caso (y el libro sirve de claro ejemplo) en el que ciudadanía y Estado pueden realizar tareas cuya complejida­d requiere de la acción conjunta y articulada.

Una tercera guía nos traslada a la vulnerabil­idad de una democracia titubeante que, en definitiva, con sus golpes y contragolp­es llegó a cercenar la energía con que el país había tratado de ir haciendo en sus aspectos económicos, políticos y culturales. Crujieron las institucio­nes civiles bajo la bota militar y la incipiente Escuela De Teatro no pudo salvarse de tal desguace. La cerraron. La UBA había logrado mantenerse en pie a pesar de las tropelías que se realizaron para anularla y la perseveran­cia de Bernardo Canal Feijóo había logrado la creación de un Instituto, con programa idéntico a la cesada en Santa Fe, (al final corrió la misma suerte) y allí encontró resguardo Fessler para continuar con su tarea de vincular el teatro con la vida y la vida con el cambio.

De allí que Fessler sostuviera que “el verdadero teatro es siempre irreverent­e, porque es inevitable el conflicto entre una visión del mundo renovada y renovadora –como es la del arte- y el esclerosam­iento en que van cayendo todos los procesos de la actividad humana”. ■

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Dirigidos por Fessler. Un momento de “Las Brujas de Salem”.
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Homenaje. A un maestro.

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