Clarín

Un saxo holandés suelto en Buenos Aires

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

“La historia de cómo llegué a vivir en Buenos Aires es bastante larga”, dice el saxofonist­a holandés Frido Ter Beek, mientras prepara un mate al que le hace un lugar en un banquito, a muy poca distancia de uno de sus saxos, y ante la desconfiad­a mirada de su perro porteño.

Y resume: “Estudié en Utrecht, en el conservato­rio, donde estudiaba composició­n un argentino que me un día si no queríamos venir a la Argentina con el cuarteto de saxos que yo integraba, con el que hacíamos música contemporá­nea. Dijimos que sí, y en 1993 nos organizó un viaje; tocamos en el salón Dorado del Colón, en Mar del Plata, en la Universida­d CAECE... Dos años después volvimos, y regresamos a Holanda con una caja llena de obras que compositor­es argentinos habían escrito para nosotros. Grabamos un disco de música argentina, y lo presentamo­s aquí en 1998.”

El ida y vuelta continuó, hasta que en uno de esas visitas Frido conoció a quien hoy es su esposa, también saxofonist­a. “Ella quería estudiar en Europa. Fue a Holanda, nos enamoramos, se quedó 16 años, y hace dos decidimos mudarnos acá. Para mí, era una aventura; para ella, volver a su lugar, su familia y sus amigos”.

-¿Tenías alguna perspectiv­a de trabajo, cuando decidiste venirte?

-Nada. Me traje el saxo alto, y no tenía nada más. Mi esposa tenía un trabajo como directora de una orquesta comunitari­a en Villa Crespo, y poco más.

-¿Cómo fue, entonces, lo que siguió?

-Me metí. Me costó mucho, al principio, porque de repente estás en un lugar nuevo, pero ya no de visita. Pero siempre tuve la sensación de que era bienvenido.

A dos años de su llegada, Ter Beek tiene un cuarteto con el que acaba de editar el álbum Entonces qué?, que presenta hoy a las 21 en Virasoro Bar (Guatemala 4328), integra el trío Roseti Project, dedicado al free jazz, y comparte el proyecto Monk, etc... con Sebastián de Urquiza y Pablo Moser, mientras mantiene su vinculo con la Koh-I-Noor Saxophone Quartet, la Orquesta de Cine The Sprockets y Silent Live, en su país.

-¿Cómo nació "Entonces qué?"?

-En principio, es toda música escrita acá. En general, yo escribo los temas, los ensayamos y la onda final es la que sale de lo que aportan los músicos -Ramiro Penovi, Diego Wainer y Claudio Risso. Entonces, el tema se transforma.

-"Little Ombú", "Chinchulin­es", "Isenbek". Por los títulos, sospecho que te integraste bastante a nuestra cotidianid­ad. ¿Qué es lo que más te gusta de acá, más allá de lo musical?

- Me gusta eso de que si vas tres veces a la misma verdulería, los chicos ya te conocen y te hacen chistes. "Hola, campeón, ¿cómo estás?", te saludan. Eso allá pasa mucho menos, y a mí me divierte.

-¿Y extrañás algo en especial?

-Lo que extraño no es tan concreto. Creo que si te mudás a otro lugar, lo que extrañás son tus raíces; las memorias. Puede ser el color del aire a la mañana, los olores... No es que me falte el queso o la organizaci­ón de colectivos. Siento que no tengo raíces. ■

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DAVID FERNÁNDEZ Ter Beek. Por un amor cambió Utrecht por Palermo.

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