Clarín

El equipo fue Leo, pero esta vez con algo de ayuda de sus amigos seguir con los elogios para un Messi que completó la épica que le pedían todos, y el equipo más que nadie. Messi fue el equipo, aunque luego se sumaron algunos en papeles de reparto. En el

Argentina arrancó llena de complejos, pero el 10 la rescató. También respondier­on Otamendi, Enzo Pérez y Benedetto.

- Adrián Maladesky amaladesky@clarin.com

Después del peor arranque posible, en el que todos los fantasmas explotaron en millones de argentinos, la Selección revivió de la mano de él. De Messi, ¿de quién si no? Leo tuvo una actuación celestial, pero esta vez contó con la ayuda inestimabl­e de Di María en el peor momento y luego de Otamendi, Enzo Pérez y Benedetto. Así Messi hizo de Argentina un milagro posible. No sólo por la clasificac­ión sufrida en lo previo, sino porque el equipo en esos primeros segundos de Quito estaba para cualquier catástrofe. Leo hizo el milagro de poner de pie a un equipo que se caía a pedazos por sus propios complejos.

Es que ese inicio fue una película de Stephen King, en sus peores muestras de terror. Ecuador arrancó con un pelotazo, Ordóñez la bajó con la mano y ese tiro libre insípido ejecutado por Mercado hacia atrás dio la primera alarma de un conjunto que parecía vencido antes de jugar: a Mascherano le pasó la pelota por debajo de la suela. Un detalle perturbado­r. Enseguida el local recuperó la pelota, Ordóñez la bajó para Renato Ibarra, quien definió ante la pasividad de Mascherano y de Mercado. Uno a cero, una Argentina congelada y un pronóstico tremendo.

El peor escenario porque no sólo obligaba a remontar, también porque exigía jugar otro partido. Acelerado, cuando la lógica invitaba a la pausa, a pensar el partido. A evitar el vértigo. Pero la Selección arrancó con un gol en contra, un gol que parecía producto de sus propios fantasmas más que del entusiasta Renato Ibarra.

No llovía en Quito, como habían anunciado, pero diluviaba en la defensa argentina y sobre todo en el alma de todo el equipo. El primero en reaccionar fue Di María, en una actuación reivindica­dora para él. Desbordó todo lo que se propuso, y aunque como suele ocurrir los principios fueron mejores que los finales, lideró la rebeldía necesaria. Messi se encendió enseguida, cuando muchos compañeros todavía estaban tratando de metaboliza­r el impacto.

Maradonead­o y maradonean­do, lleno de magia y de fuego, Leo transformó en siete minutos el velatorio anticipado en una fiesta posible. Esta computador­a no tiene corrector de lugares comunes, entonces hay que rantizaba la diferencia. Había que sostener el triunfo y no sobraban las piernas ni el aire. Pero estaba él.

Ese gol era de necesidad y urgencia, porque se sabe que en la altura de Quito los últimos veinte minutos son de puro sufrimient­o para los visitantes. No ocurrió y además los otros resultados acompañaro­n para que la Selección termine unas increíbles Eliminator­ias con alegría.

No ocurrió, sencillame­nte, porque Messi no quiso y porque sobre todo se empeñó en llevar de la mano a su Selección al Mundial. Nunca más claro. Sin él, en la noche de Quito, el milagro de poner de pie al equipo no hubiese pasado. Messi se sacudió las pocas dudas que alguien podía apoyar sobre su fútbol y su temperamen­to, aunque no pudo despejar las que abrazan al equipo como conjunto. En el partido más dramático y en el momento aún más complicado, la Selección fue Messi, con una no tan pequeña ayuda de sus amigos. ■

 ?? MARIO QUINTEROS ?? El mejor después de Messi. Di María, al fin, apareció desequilib­rando en un choque crucial. Además, asistió en el primer gol.
MARIO QUINTEROS El mejor después de Messi. Di María, al fin, apareció desequilib­rando en un choque crucial. Además, asistió en el primer gol.

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