Clarín

El desahogo en la Casa Rosada

- Santiago Fioritti sfioritti@clarin.com

Más de 30 funcionari­os comían ravioles en el quincho de la residencia de Olivos, alborotado­s y ansiosos, y con una butaca reservada para Mauricio Macri. Pero el Presidente tenía otros planes: prefería refugiarse en la intimidad de su familia para ver el partido. No sólo porque admitía estar muy nervioso. También porque festejaba el cumpleaños número 6 de Antonia. Macri abandonarí­a su sillón en el entretiemp­o, con el 2-1 parcial. Cruzó la casa para intercambi­ar comentario­s con los miembros de su Gobierno. Ingresó eufórico y dijo: “El que ahora discuta a Messi no existe”. La clasificac­ión al Mundial fue un desahogo para la Casa Rosada.

“En Argentina se respira fútbol. No hubiera sido bueno para el humor social quedar eliminados”, admitía uno de los funcionari­os clave. Por eso, cuando el brasileño Anderson Daronco pitó el final, en Olivos se gritó como en la cancha: “Nos vamos a Rusia, la puta que lo parió/nos vamos a Rusia, la puta que lo parió”. Los funcionari­os saltaban y se abrazaban. El partido había puesto al macrismo en estado de tensión en toda la jornada.

Horacio Rodríguez Larreta comía ayer al mediodía una tarta de puerros en un local de la remodelada terminal de trenes de Retiro. El jefe de Gobierno estaba inquieto por saber si se había confirmado la formación de la Selección y como no le daban certezas empezó a rastrear en su celular. “Y, si no vamos al Mundial, Macri va a tener que renunciar”, bromeaba. Estaba seguro de que el arco se iba a abrir para Argentina y buscaba quitarle trascenden­cia a la altura de Quito, pese a ser un futbolero de alma, lo mismo que Diego Santilli, su coequiper en la Ciudad, con el que compartía la mesa.

En los pasillos de la Casa Rosada se vivía con dramatismo la posibilida­d de quedar marginados de la máxima competenci­a. Todos los co- mentarios del día aludían al duelo con Ecuador y tenían tono futbolero.

“El Presidente se va a instalar solo en Olivos”, adelantaba uno de sus principale­s colaborado­res. Un miembro del Gabinete se ocupaba de decirle al resto que no olvidaran ninguna cábala.

La oposición también estuvo pendiente de la suerte del equipo que comanda Jorge Sampaoli. Sergio Massa permaneció en su casa de Tigre, donde recibió a los amigos de su hijo Toto. Lo vio en familia, lo mismo que Florencio Randazzo, quien adelantó las actividade­s de campaña para llegar temprano a su casa de Gonnet. Tenía previsto mirar el partido con su hijo Gino y un grupo de amigos.

A la hora del partido, Cristina Fernández de Kirchner estaba en su departamen­to de Recoleta. “No es de mirar fútbol, ni siquiera a la Selección. Cuando Néstor vivía a veces hacía alguna concesión y se sentaban con él, pero ahora no”, confiaban en su entorno. La ex presidenta había puesto toda su energía en la conferenci­a del mediodía, donde volvió a cuestionar a Macri y el rol del Poder Judicial.

El diputado Máximo Kirchner sí se concentró en Quito. Había convocado temprano a otros dirigentes de La Cámpora para mechar fútbol y política en una noche que se presentaba dramática. ■

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