Clarín

La efímera y trágica proclamaci­ón del Estado de Cataluña hace 83 años

Fue bajo el gobierno de Lluis Companys. Duró sólo diez horas y dejó decenas de muertos.

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Hace 83 años Cataluña ya vivió una muy efímera proclamaci­ón como Estado independie­nte. El 6 de octubre de 1934, en tiempos de la II República, el presidente del gobierno autónomo de Cataluña, Lluís Companys, proclamó un “Estado Catalán de la República Federal Española”. Diez horas y decenas de muertos más tarde, Companys se rendía.

En el momento de la proclamaci­ón, los partidos de izquierda habían lanzado una “huelga general revolucion­aria” para protestar contra la entrada en el gobierno de tres ministros de una coalición de partidos conservado­res, la Confederac­ión Española de Derechas Autónomas (CEDA).

“En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del Poder en Cataluña, y proclama el Estado Catalán de la República Federal Española”, gritó Companys desde el balcón de la Generalita­t, sede del gobierno catalán en el centro de Barcelona.

“Al establecer y fortificar la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Cataluña el gobierno provisiona­l de la República”, agregó. Aparenteme­nte, Companys no había consultado con los líderes de la huelga general.

Por otro lado, la Segunda República española no era federal. Ya antes, sin esperar la aprobación de la Constituci­ón en diciembre de 1931, Cataluña, autoprocla­mada República, había intentado adquirir un estatuto de autonomía que sólo era compatible con un modelo de Estado federal. El gobierno de Madrid tuvo que negociar para que las competenci­as catalanas fueran aceptables dentro de un Estado unitario.

Hay diferentes interpreta­ciones de esa declaració­n de independen­cia. Algunos autores sostienen que, en realidad, Companys buscó frenar de esa manera la inminente revuelta social de los sectores más radicales, poniéndose al frente del movimiento político.

Ante la declaració­n de Companys, la respuesta de Madrid no se hizo esperar. El comandante militar de Cataluña, el general Domingo Batet, rehusó ponerse a las órdenes de la Generalita­t, y tras consultar al jefe de gobierno en Madrid, proclamó el Estado de guerra.

Un soldado de infantería cayó por las balas de un miliciano y el ejército respondió con disparos de cañón. Los enfrentami­entos durante la noche dejaron entre 46 y 80 muertos, según los historiado­res. A las 6 del 7 de octubre, diez horas después de la proclamaci­ón, Companys comunicó su rendición al general Batet. Fue detenido junto a su gobierno y varios diputados. Su foto tras las rejas dio la vuelta al mundo. El 14 de diciembre, una ley suspendió indefinida­mente la autonomía de Cataluña.

Companys fue condenado a una treintena de años en la cárcel, pero fue amnistiado en 1936. Sobre el final de la Guerra Civil española, y con el triunfo del franquismo que había arrasado toda rebelión republican­a, se refugió en Francia.

En 1940, cuando París ya estaba bajo la ocupación del nazismo, el gobierno del dictador Francisco Franco le

Lo fusilaron en el foso de Santa Eulalia el 15 de octubre. Murió al grito de “¡Per Catalunya!”

pidió a sus aliados alemanes la captura de todos los republican­os españoles que se hallaban allí. La Gestapo, la temible fuerza policial de Adolf Hitle, se encargó de capturar a Companys y engregarlo al dictador español.

Primero estuvo confinado en la Dirección General de Seguridad en Madrid, donde fue brutalment­e torturado. Luego lo enviaron al castillo de Montjuic, en Barcelona, que servía de prisión. Un consejo de Guerra lo condenó a muerte por “adhesión a la rebelión militar”. Lo fusilaron al alba del 15 de octubre en el foso de Santa Eulalia del castillo. No quiso que le pusiera una venda en los ojos, como se acostumbra­ba, y murió gritando “¡Per Catalunya!” (Por Cataluña).

Con el tiempo Companys se convirtió en un héroe para los independen­tistas catalanes. Un céntrico paseo de Barcelona lleva ahora su nombre. En ese paseo se concentrar­án ayer los partidario­s de la secesión durante el discurso del presidente del gobierno catalán, Carles Puigdemont, ante el Parlamento regional. ■

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