Por dónde salir de este laberinto
“Les quiero avisar que hay una bomba en la escuela”, dijo el llamado y cortó. Alguien amenaza con volar las escuelas, con romper la posibilidad de que los chicos aprendan, los maestros enseñen, los padres se queden tranquilos. ¿Quién es el responsable de volar la escuela? ¿La vuela solamente la bomba que amenaza, o se trata de una sociedad en la que nadie puede dar garantías? ¿Quién es responsable de la amenazas? ¿Quién perdió la posibilidad de dar garantías? Uno diría que somos todos, los que no les podemos decir a los chicos que se queden tranquilos, que estudien, que hay una sociedad adulta que los cuida. Perdimos el valor de la seguridad y el cuidado, los chicos se enojan pero tampoco saben con quién enojarse, nosotros miramos a la policía, a la justicia de menores, a los otros padres, al intendente, como buscando a quién acusar, y tampoco sabemos.
Necesitamos pensar con claridad y dejar de buscar culpables a los que acusar, mientras los chicos se miran y se ven solos, abandonados. Hay que jugarse por una sociedad que eduque a sus niños y jóvenes, que les de pautas y les permita asumir que los adultos garantizan lo que hacen, porque la sociedad cree que es como debe ser hecho. Y hacernos cargo de que la policía, la justicia o quien sea, ubique a los responsables, los sancione y deje en claro que eso no se puede hacer. Como sea, les daremos garantías, y lucharemos por ellas.
Miramos a los chicos en la calle, y les decimos que vamos a cuidarlos, que queremos que crezcan, que aprendan y que puedan construir un proyecto de vidas. Podremos darles garantías, nos podemos comprometer a cuidarlos, pero eso debe operar realmente como un compromiso. Hay que reconstruir un orden, un territorio para crecer, cuidado por los adultos, y con garantías para equivocarse, para corregir y ser felices.
La escuela debe ser un espacio en el que educarse, proyectarse, y adquirir saberes para un mundo mejor. Limpiemos el camino para que eso pueda ocurrir.