Clarín

El celular, ese indiscutib­le ADN nacional

- Horacio Convertini hconvertin­i@clarin.com

En el encantador futuro que estamos viviendo, la presentaci­ón de un nuevo celular (no cualquiera, ojo, hablo de “ese” celular) es una noticia global que se sigue minuto a minuto: la pasión que generan los aparatos de la manzanita es tan grande que justifica coberturas propias de un Mundial de Fútbol.

Uno se pregunta qué diferencia podrá tener el X del 8 y el 8 del 7, y no falta el experto que nos desasna sobre variacione­s de megapixele­s, memoria, aperturas de foco y demás linduras. El modelo más sofisticad­o tiene reconocimi­ento facial: se desbloquea al captar la cara del propietari­o. Dicen que este mecanismo es infalible, al punto que, como un perro fiel, detecta a su dueño aunque éste se ponga peluca o se calce un sombrero mexicano hasta las orejas. ¿Qué pasará con el botox, por ejemplo, o con las cirugías plásticas extremas? Ya veremos. Es probable que ciertas estrellas de la televisión deban reconfigur­ar el sistema al ritmo de sus pasos por el quirófano.

Tener uno de estos celulares es estar “in”. Y por estar “in” los argentinos somos capaces de cualquier cosa. Como gambetear los controles de Aduana con cinco aparatos escondidos en las medias o hacer colas interminab­les para conseguir los telefonito­s que fueron pescados en flagrante contraband­o.

Curioso el caso del tipo que metió cuarenta dentro del tanque de gas del auto y lo descubrier­on al entrar al país por el paso Gualeguayc­hú-Fray Bentos.

Ocurre que, hoy por hoy, no somos lo que pensamos ni lo que hacemos. Tampoco, desde luego, lo que comemos. Somos el celular con el que leemos esta nota.

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