Clarín

La democracia, en contra de las falsas noticias

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

El pasado 17 de septiembre murió en su casa de Arizona, Estados Unidos, Paul Horner. Tenía 38 años y su muerte fue a causa de una sobredosis, al parecer de medicament­os: investiga la policía. Es una noticia vieja, lo que le hace perder su condición de tal, pero acaso pocos la conozcan, lo que hace que la recupere. Como humanistas, los periodista­s lo somos casi todos, la muerte de un ser humano no debería alegrarnos. Sin embargo, hay que admitir que el mundo marcha mejor sin cierta gente en él. Y el mundo va a marchar mejor sin Paul Horner, que fue el inventor de las fake news, las falsas noticias. En los últimos seis años de su vida, Horner se dedicó a fabricar, con abierta intención, noticias falsas que corrían a toda velocidad por las redes sociales y provocaban conmoción en sus lectores.

Cuando Donald Trump era candidato, se sirvió de esas noticias falsas para atacar a sus rivales, no sólo a Hillary Clinton, sino a su enemigo en el partido republican­o, Ted Cruz. La cadena televisiva Fox News, de abierta sim- patía, y empatía, con Trump, se hizo eco de una noticia publicada por Horner que decía que el entonces presidente Barak Obama había financiado en persona el “Museo de la Cultura Musulmana”, lo que era una mentira grande como un pino desparrama­da por Horner, que daba una receta para su trabajo sucio: el tipo decía que los primeros párrafos deben ser siempre súper legítimos, lo mismo que el título y la imagen. Y que después, hay que exagerarlo todo hasta alcanzar el objetivo: engañar a todo el mundo. Horner admitía que fue debido en gran parte a su “trabajo” que Trump ganó las elecciones presidenci­ales.

La historia viene a cuento porque Italia instaura a partir de hoy una iniciativa destinada a que los estudiante­s secundario­s, más de cuatro millones de jóvenes, aprendan a “defenderse” de las falsas noticias. Les recomienda­n no compartir noticias sin verificar, recurrir a Internet para comprobar si son ciertas, buscar siempre las pruebas y las fuentes de la informació­n. Casi un decálogo para periodista­s.

La idea fue de la ministro de Educación, Valeria Fedeli, y de la presidenta de la Cámara de Diputados, Laura Boldrini, una política de izquierda que sufrió en carne propia la herida de las falsas noticias. Parece que en otros países la izquierda está en otra cosa. ¿Qué dicen Boldrini y Fedeli? Que las falsas noticias “enturbian el debate democrátic­o, la desinforma­ción altera la opinión pública, viola el derecho de las personas a una correcta informació­n y daña el debate público del que parte la democracia”. Italia ve a las falsas noticias, una causa y consecuenc­ia de la llamada posverdad, como un ataque al sistema democrátic­o. No está sola en eso. El Vaticano prepara para el año que viene su Jornada Mundial de las Comunicaci­ones que tendrá como principal debate el de las falsas noticias, a las que el papa Francisco definió, con agudeza y zumbón, como “algo parecido a la coprofilia”.

¿Para cuándo el mismo debate en estas playas?

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