La democracia, en contra de las falsas noticias
El pasado 17 de septiembre murió en su casa de Arizona, Estados Unidos, Paul Horner. Tenía 38 años y su muerte fue a causa de una sobredosis, al parecer de medicamentos: investiga la policía. Es una noticia vieja, lo que le hace perder su condición de tal, pero acaso pocos la conozcan, lo que hace que la recupere. Como humanistas, los periodistas lo somos casi todos, la muerte de un ser humano no debería alegrarnos. Sin embargo, hay que admitir que el mundo marcha mejor sin cierta gente en él. Y el mundo va a marchar mejor sin Paul Horner, que fue el inventor de las fake news, las falsas noticias. En los últimos seis años de su vida, Horner se dedicó a fabricar, con abierta intención, noticias falsas que corrían a toda velocidad por las redes sociales y provocaban conmoción en sus lectores.
Cuando Donald Trump era candidato, se sirvió de esas noticias falsas para atacar a sus rivales, no sólo a Hillary Clinton, sino a su enemigo en el partido republicano, Ted Cruz. La cadena televisiva Fox News, de abierta sim- patía, y empatía, con Trump, se hizo eco de una noticia publicada por Horner que decía que el entonces presidente Barak Obama había financiado en persona el “Museo de la Cultura Musulmana”, lo que era una mentira grande como un pino desparramada por Horner, que daba una receta para su trabajo sucio: el tipo decía que los primeros párrafos deben ser siempre súper legítimos, lo mismo que el título y la imagen. Y que después, hay que exagerarlo todo hasta alcanzar el objetivo: engañar a todo el mundo. Horner admitía que fue debido en gran parte a su “trabajo” que Trump ganó las elecciones presidenciales.
La historia viene a cuento porque Italia instaura a partir de hoy una iniciativa destinada a que los estudiantes secundarios, más de cuatro millones de jóvenes, aprendan a “defenderse” de las falsas noticias. Les recomiendan no compartir noticias sin verificar, recurrir a Internet para comprobar si son ciertas, buscar siempre las pruebas y las fuentes de la información. Casi un decálogo para periodistas.
La idea fue de la ministro de Educación, Valeria Fedeli, y de la presidenta de la Cámara de Diputados, Laura Boldrini, una política de izquierda que sufrió en carne propia la herida de las falsas noticias. Parece que en otros países la izquierda está en otra cosa. ¿Qué dicen Boldrini y Fedeli? Que las falsas noticias “enturbian el debate democrático, la desinformación altera la opinión pública, viola el derecho de las personas a una correcta información y daña el debate público del que parte la democracia”. Italia ve a las falsas noticias, una causa y consecuencia de la llamada posverdad, como un ataque al sistema democrático. No está sola en eso. El Vaticano prepara para el año que viene su Jornada Mundial de las Comunicaciones que tendrá como principal debate el de las falsas noticias, a las que el papa Francisco definió, con agudeza y zumbón, como “algo parecido a la coprofilia”.
¿Para cuándo el mismo debate en estas playas?