“Como migrante nunca terminas de irte, nunca acabas de llegar”
Luis Luna Maldonado y una desopilante historia de quienes llegan a “la puta Madre Patria”.
Una historia desopilante de matones, prostitutas y contrabandistas colombianos, que refleja las desventuras de los migrantes latinoamericanos en la Madre Patria, ganó ayer el premio Ñ-Banco Provincia. Aquí sólo regalan perejil está narrada en primera persona por un pícaro contemporáneo, Abilio Ayala, quien cuenta su historia al chino Wong en un bar de Barcelona. También colombiano y residente en la capital catalana es su autor, Luis Luna Maldonado, escritor, creativo publicitario y artista visual. Esta es su primera novela, escrita con mucha gracia y destreza narrativa, que logra atrapar al lector desde el comienzo y divertirlo con sus peripecias. En un tono zumbón, Abilio cuenta sus aventuras y desventuras en un es- pañol lleno de colombianismos que, sin embargo, aclara para comprensión del chino que lo está escuchando y agradecimiento de los lectores de otras latitudes.
“Soy un novato de 54 años. Mi ciudad natal, Pamplona, es una pequeña ciudad a 1600 metros de altura, que en la colonia era el punto intermedio entre Caracas y Bogotá, fundada por un navarro con morriña (nostalgia). He vivido en Cartagena de Indias, en Florianópolis, en Londres. A Barcelona fui a estudiar grabado y técnicas de estampado en 2003 y en 2008 regresamos y allí estamos”, resume Luis Luna Maldonado cuando puede sobreponerse de la emoción de haber recibido el premio. Cuenta que antes de escribir Aquí solo regalan perejil, había publicado un libro de microrrelatos, además de la compilación de una publicación periódica autogestionada, donde intercalaba relatos con entrevistas y crítica de cine. Pero, además, dice que escribe la “poesía de la sociedad de consumo”, por su profesión de redactor publicitario.
-Tu novela tiene como protagonista a un pícaro, abordás el tema de la violencia y las migraciones...
-Sí, sobre todo narro la violencia que se da en el hecho migratorio. Todos migramos todos los días, de nuestra intimidad a nuestro trabajo o nuestro estudio, es una migración hacia campos conocidos o desconocidos. Y yo hablo de una migración que es el sueño sudamericano en Europa, y en España, la puta Madre Patria, como digo en la novela. Y ese sueño en la gran mayoría resulta en un estrellón, un choque con una cultura que creemos cercana pero que no lo es tanto. Y mucha gente choca, y tiene que regresar con el rabo entre las piernas. -Esto es lo que le sucede a Abilio Ayala, el protagonista.
-Él es un chico muy joven que quiere ir a España a como dé lugar y la ma- nera más rápida es hacerlo con malas artes. Vive en un sitio de frontera con Venezuela, un sitio de migración, de intercambio de culturas, y lo más fácil es hacer contrabando. La manera más rápida de comprar un ticket de avión es a través del contrabando. -En lugar de aceptar un trabajo honesto prefiere esta otra vía. ¿Esto es lo que les sucede a muchos jóvenes de hoy?
-En Colombia, con el fenómeno del narcotráfico, los chicos aprendieron a subir las escaleras de tres en tres, a vivir rápido y a correr riesgos. A gran riesgo, recompensas grandes. Sin embargo, el contrabando al que se dedica Abilio no implica peligros tan altos como el narcotráfico, del que también hay algunas pinceladas en la novela. Él elige ese camino, llega a España y no encuentra qué hacer, y por una carambola encuentra un contrabandista de la época de la Guerra Civil, que le dice que de Andorra también se pueden traer cigarrillos, licor,… y así él monta su negocio de “mercado internacional” como le llama. Y a los tumbos, ¿no?
-Tu novela narra de manera intercalada la iniciación en el contrabando de Abilio en Colombia, por un lado, y su llegada a Barcelona, desde un presente en el que ya todo fracasó. El lector tiene indicios de lo que sucederá pero muchas preguntas.
-Me gustó el pretexto de contarle la historia al chino, otro inmigrante, en un bar, como en una espiral de alcohol, porque va tomando una cerveza tras otra y diciendo cosas inconexas, como un borrachín. Me gustó ir picando las dos historias y que al final se encontraran.
-El habla del narrador es muy graciosa. ¿Te inspiraste en algún personaje concreto? ¿En vos mismo? -Puede haber opiniones que lanza Abilio que son mías, pero no todo. Él va allá y denigra el país que deja y también critica el país que lo acoge. Es un niño que no sabe dónde está parado. Es cualquier muchacho entre México y la Patagonia.
-Tu propia experiencia ha sido bastante nómada, ¿como ves la situación contemporánea del migrante? -No hay ningún país que pueda alzar la mano y decir "aquí no hay nadie que no sea de este territorio", ¿no? La inmigración es riqueza, es cultura y es variedad. Yo como artista participo en un colectivo que se llama "Migraciones", trabajamos con el tema de los refugiados, que llegan por cientos cada año en verano, a España, Italia, Grecia. Como migrante nunca terminas de irte y adonde llegas nunca acabas de llegar. Siempre está la añoranza, lo que has dejado. Por más de que te integres siempre hay un ombligo que te llama, ese es el drama de la inmigración. ■