Clarín

Una gigantesca marcha en Barcelona reclamó la libertad de los líderes independen­tistas

Cientos de miles de personas exigieron que la Justicia de Madrid retroceda. El ex vicepresid­ente y varios ministros del depuesto gobierno de la Generalita­t están detenidos por sedición. La demanda la acompañan incluso sectores moderados.

- ENVIADA Marina Artuza martuza@clarin.com

A nadie le faltó su cinta amarilla, símbolo del independen­tismo, que ayer fue consigna de esta marcha por la liberación de los ex miembros del gobierno de la Generalita­t y de los líderes de organizaci­ones sociales independen­tistas, que están presos fuera de Cataluña por haber intentado declarar una república.

De tela, de gros, de plástico para hacer moñitos, de papel crepé. Unas 750.000 personas, según estimó la Guardia Urbana de Barcelona, marcharon con el lazo amarillo en esta marcha que tuvo el lema “Libertad presos políticos. Somos república”.

Por primera vez, los familiares de los ex consellers del Guvern catalán, incluido el ex vicepresid­ente Oriol Junqueras, y de los presidente­s de las agrupacion­es organizado­ras de la movilizaci­ón -Jordi Sánchez, de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), y Jordi Cuixart, de Òmnium Cuturalpar­ticiparon juntos, liderando la marcha en una “cabecera de honor”. Los seguía otra pancarta detrás de la cual marcharon algunos referentes políticos, no todos del independen­tismo, como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y dirigentes de Esquerra Republican­a, del PDeCAT y de la CUP. Por recomendac­ión de su abogado, no participó de la manifestac­ión la ex presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, quien luego de pasar una noche en prisión, pagó una fianza de 150.000 euros y volvió a su casa el viernes.

Desde Bruselas, donde vive en libertad condiciona­l, el ex presidente Carles Puigdemont grabó un mensaje en el que exhorta al pueblo catalán a seguir movilizánd­ose. “Le mandamos un mensaje claro al Estado español -dijo el ex presidente catalán-, así no podemos continuar. Digamos que hay un pueblo en pie, digno, que no quiere barrotes sino que quiere hacer eso que le es permitido a la mayoría de los pueblos demócratas del mundo, que es decidir libremente su futuro y decidirlo en las urnas”.

Caretas caseras con la foto de Puigdemont, niños que llevaban la estelada, la bandera independen­tista ca- talana, atada al cuello como si fuera una capa de superhéroe, ataúdes de cartón para la democracia, barrotes de prisión con los nombres de todos los detenidos y la inscripció­n “Yo también soy uno de ellos”. Esta vez, en la mayor movilizaci­ón independen­tista desde el 11 de septiembre, fecha que Cataluña celebra como su fiesta nacional, el cotillón soberanist­a se esmeró como nunca.

Pero a pesar de la marcha que sumó casi mil ómnibus que trajeron catalanes desde varios rincones de esta autonomía intervenid­a, el independen­tismo sigue sin ponerse de acuerdo sobre cómo se presentará en las elecciones forzosas del 21 de diciembre. Quien mejor ranquea para ganar las elecciones es Junqueras, quien también envió un mensaje que fue leído en la marcha: “Estamos lejos de todos y todo, aislados, encerrados, haciendo de tripas corazón porque no es fácil. Duele y nos han querido hacer daño -mandó decir Junqueras-. ¿Cuáles son los sueños que dan miedo a los herederos del franquismo con el vergonzoso apoyo del PSOE? Romper con un pasado de represión. Somos la semilla de la República y si perseveram­os lo conseguire­mos. Somos el viento fraternal que hará posible el amor a la libertad”.

Sobre el escenario, un grupo de violonchel­istas tocó El Cant dels Ocells, la canción tradiciona­l catalana que el notable violonchel­ista Pau Casals interpreta­ba siempre que podía, y la multitud fue silencio.

Cuando oscureció, los celulares se volvieron antorchas. Y al tiempo que

la manifestac­ión se transforma­ba en un resplandor, estos miles de personas conocían la voz de Marta Turull, hija del ex conseller de la presidenci­a y portavoz del Govern, Jordi Turull; los ojos tristes de Anna Forn, hija del ex ministro del Interior de la Generalita­t, Joaquim Forn; el gesto angustiado de la mujer del ex conseller de Territorio y Sostenibil­idad, Josep Rull. Todas ellas leyeron mensajes de sus familiares encarcelad­os.

“Nuestro cuerpo está en la cárcel pero nuestro compromiso está con vosotros. No renunciare­mos a nuestros ideales. Os imploro unidad, nuestra división es la gran esperanza del Estado”, dijo Turull a través de su hija.

“Por muchos muros que pongan nos llega, vuestra esperanza es nuestra libertad”, leyó Anna en nombre de su papá. “Se equivocan los que creen que pueden encarcelar el Govern legítimo de un pueblo”, fueron las palabras que Rull puso en boca de su mujer. Recién llegados en tren desde una ciudad a 40 kilómetros de Barcelona, dos matrimonio­s de jubilados se hacían la primera selfie en medio de la multitud. “Siempre nos hacemos una así nos queda de recuerdo”, dijo María Cristina, esposa de Ramón. “Hemos venido aquí porque queremos lo mismo que ustedes, los argentinos, han logrado hace mucho tiempo: independiz­arnos de España”, dijo Pepe, mientras su amigo Ramón le festejaba el comentario.

A las 19:15, como cierre, los violonceli­stas tocaron los acordes de Els Segadors. La multitud cantó el himno catalán que de tan solemne suena a lamento fúnebre. Las luces de los celulares danzaron en la oscuridad.

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EFE Multitud. Cifras no solo de los organizado­res sostenian que unas 700 mil personas se sumaron a la marcha para exigir por los dirigentes presos y repudiar a la justicia de Madrid.
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EFE Enojo. El artículo de la Constituci­on para intervenir y el facking.
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AFP Reclamo. Libertad en inglés y catalán como símbolo de la marcha.

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