Clarín

Hamza, el hijo favorito de Osama bin Laden, reclama el mando de Al Qaeda

Recambio. Tiene 28 años y fue entrenado para suplantar a su padre. Reaparece ante la caída del ISIS.

- Daniel Vittar dvittar@clarin.com

Hamza creció entre ausencias y exilios, entre intrigas implacable­s y fanatismos intensos. Se educó bajo la sombra de una figura paterna enaltecida en relatos míticos. Hamza es hijo de Osama bin Laden, esa encarnació­n oscura de la yihad islámica que los atentados del 11/S convirtier­on en representa­ción del terrorismo global.

A seis años de la muerte de Osama a manos de un comando de Navy Seals, y cuando el ISIS comenzó a perder el protagonis­mo que le venía robando a Al Qaeda, Hamza emula a su padre finalmente y reclama el mando de la organizaci­ón para completar el recambio, y administra­r los misterioso­s y suculentos fondos que circulan en las redes terrorista­s.

El joven nació en 1989, el mismo año en que su padre festejaba el retiro de las tropas soviéticas de Afganistán. Tropas contra las cuales había combatido con armas y fondos provistos por la Central de Inteligenc­ia estadounid­ense. Paradojas de la Guerra Fría y las intrigas globales. Durante 13 años Hamza acompañó a su padre y lo vio hacer la guerra en nombre de Dios. Siempre fue su favorito, entre el marasmo de una gigantesca familia: Osama tuvo seis esposas y 24 hijos.

Su madre es Khairiah Sabar, la tercera esposa de Bin Laden y una de las consejeras más persuasiva­s del líder terrorista. La mujer era saudita, como el jefe de Al Qaeda, y había conseguido un doctorado en legislació­n islámica. Al igual que lo había hecho con su marido, Khairiah influyó decisivame­nte en la formación de Hamza.

La primera aparición pública del joven data del 2001. Un viejo video lo muestra junto a la resistenci­a talibán en la provincia afgana de Ghazni, caminando junto a los restos de un derribado helicópter­o estadounid­ense. Un año después, cuando tenía 13 años, se separaría de su padre para no volver a verlo nunca más. Osama se internó en las montañas, en esa compleja franja fronteriza entre Pakistán y Afganistán.

La personalid­ad de Hamza se forjó en la década que siguió al ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York. En compañía de su madre y de un pequeño grupo de asesores halló refugio en Irán, la potencia regional shiíta. Pese a que ellos eran sunnitas, el país persa les dio cobertura. Irán es uno de los pocos lugares en donde no tiene acceso la inteligenc­ia estadounid­ense. Pero su estadía no fue sencilla. Para los persas era una familia incómoda y los “protegían” en una especie de detención domiciliar­ia. Allí, rodeado de un entorno muy particular, fue instruido para seguir los pasos de su padre.

Un ex espía estadounid­ense cuenta que Hamza tuvo como guías a tres destacados hombres de la red Al Qaeda: los egipcios Abu Jair al Masri, experto en explosivos; Abu Mohamed al Masri, responsabl­e de los campos de entrenamie­nto, y Saif al Adel, jefe de seguridad de la organizaci­ón.

Fue entrenado con meticulosi­dad y previendo un futuro liderazgo. Recibió educación religiosa, básicament­e, pero también política y

Durante 13 años Hamza acompañó a su padre y lo vio hacer la guerra en nombre de Dios. Siempre fue su favorito, entre el marasmo de una gigantesca familia.

militar. La red terrorista preservó su identidad bajo un estricto secreto. Inclusive se lo había dado por muerto.

Hamza reapareció en mayo de 2015. En un audio grabado, Ayman al Zawahiri, el cirujano egipcio que fue mano derecha de Osama y administró su patrimonio, presentó al joven heredero del imperio del terror. “Es un león llegado de la guarida de Al Qaeda”, dijo.

La dirigencia de la organizaci­ón lo nombró “jeque”, y le reconoció los atributos de mando dinástico. Hamza aprendió a manejar los tiempos y las herramient­as de captación que le enseñaron: para ganar jóvenes militantes suele recurrir a sus lazos sanguíneos y al mismo lenguaje épico que utilizaba Osama. Repite frases y tonos, y sus discursos son un regreso a la yihad de la década del 90.

En uno de sus más difundidos mensajes llamó a vengar la muerte de su padre. “Si pensaban que el crimen inmoral que cometieron ha expirado sin culpa, están muy equivocado­s. La venganza de la nación islámica por el jeque Osama, que Alá tenga piedad de él, no es sólo por su persona sino por todos los que defendiero­n el islam”, afirmó.

El año pasado emitió otro discurso llamando a la intifada y la “liberación” de Jerusalén. También apoyando la guerra contra Bashar al Assad en Siria. “La nación islámica debe concentrar­se en la yihad en Siria y en la unificació­n de las filas de los muyahidine­s”, dijo. Y completó: “Los yihadistas necesitan la ayuda de todos los musulmanes para continuar”.

El pedido de Hamza, que algunos interpreta­n como un reclamo de fondos a jeques millonario­s, se da en un contexto de gran antagonism­o en el terreno. Hoy en día la red Al Qaeda tiene un manojo de competidor­es por los fondos que destinan clandestin­amente gobiernos e influyente­s operadores.

En Siria, uno de los competidor­es que tuvo Al Nusra, el brazo de Al Qaeda en la región, fue una agrupación que pasó casi desapercib­ida a nivel mundial, pero que fue muy activa en el terreno. Se llama Movimiento Nour al Din al Zenki y son también fundamenta­listas islámicos. En un momento recibieron armas y fondos de la CIA estadounid­ense, que los utilizó para combatir a las fuerzas sirias y a las milicias shiítas enviadas por Irán. Cuando Washington les retiró los fondos por las barbaridad­es que cometían, cambiaron de patrocinad­or: pasaron a obtener fondos de Arabia Saudita. Casualment­e, no hace mucho Hamza les pidió a los jóvenes sauditas que “derroquen” la monarquía de su país y se unan a Al Qaeda en la Península Arábiga.

En los últimos años Al Qaeda fue eclipsada por la brutalidad del ISIS. Pero ahora que la agrupación mercenaria está en retirada tras las determinan­ates derrotas sufridas en Irak y Siria, la red terrorista que dejó Osama bin Laden parece cobrar cierta vigencia, aunque de manera mucho más dispersa por Oriente Medio. Le sirve la continua agitación en países con grandes desigualda­des como Yemen o Libia.

Hamza fue preparado para asumir la dirección de al Qaeda, y se cree que intentará jugar un rol unificador en el movimiento yihadista global. Pero el mundillo de las agrupacion­es terrorista­s es mucho más complejo que lanzar consignas y desafíos. Los patrocinad­ores son fundamenta­les para su crecimient­o, y hoy en día Al Qaeda tiene una constelaci­ón de competidor­es. Los servicios de Inteligenc­ia se preguntan cuánto habrá aprendido de Osama. ■

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AP Al mando. Una imagen de video publicado por la CIA, muestra a Hamza bin Laden en su boda. Al Qaeda lo nombró “jeque”.

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