Clarín

La era de la inclusión futbolera

- Horacio Pagani hpagani@clarin.com

El futbol es una pasión nacional (vaya novedad). Y como toda pasión está sujeta a toda clase de arbitrarie­dades, desconfian­zas, cegueras, imposicion­es, burlas y otras yerbas. Hay distintas clases de hinchas, claro. Algunos -los menos- son pocos tenaces. Y los ajenos al fenómeno casi no cuentan.

El hincha-hincha cree que su condición es hereditari­a. Que sus hijos, los varones, especialme­nte (los rasgos machistas todavía están vigentes en ese sentido) deben comulgar la misma religión que ellos. Y desde la primera infancia se ejerce la presión directa o indirecta para conseguir que el objetivo se cumpla: la fidelidad a la misma camiseta. Socio al nacer, camisetita alusiva, los colores sagrados a la vista, todo calculado.

Como esa fidelidad es definitiva (más que cualquier circunstan­cia de la vida) la intervenci­ón de algún tercero con intencione­s diferentes se considera una traición. Aunque cada tanto emerge algún converso -quizás por descuido del progenitor no demasiado enrolado en la pasión o por la pericia del allegado para lograr el sacrilegio- la generalida­d dice que los hijos terminan siendo hinchas del mismo equipo que el padre.

Pero hay un fenómeno nuevo en la era de la “inclusión”, también futbolera. Porque la mujer empezó a formar parte de la caravana cada vez con mayor ahínco.

La adhesión mayor es por televisión, todavía. No hay impediment­o, claro, para que una pareja se forme con simpatías futboleras diferentes. El amor verdadero lo permite. Y eso no quiebra la regla. El hincha-hincha quiere la herencia de su color sea total en sus descendien­tes. Pero muchas veces las hijas mujeres se enrolan en el de la madre. En ese costado no cuenta tanto el fanatismo (se habla de la generalida­d, siempre). Y se convive con cargadas inocentes.

Pero hay casos, y muchos, en que de la misma manera que el padre induce a los hijos, los hijos pretenden conseguir el convencimi­ento de la madre para la misma causa que ellos, aunque ella traiga otra filiación de origen. El sublime amor maternal concede, muchas veces. Entonces se da la ecuación triangular: el padre al hijo y el hijo a la madre. Y la familia es más feliz.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina